sábado, marzo 29, 2014

Máxima felicidad en Argentina

Tres actores argentinos con el drama universal propuesto por el venezolano Chocrón
A escasos tres años de la ausencia de Isaac Chocrón Serfati, sus piezas aún están en los escenarios porque hay suficientes miembros de su familia elegida quienes insisten en producirlas y hacer temporadas para difundir así su sabiduría, la cual ahora hace más falta que nunca. Es por eso que en España montaron, para llevarla después a Estados Unidos y otros países americanos, su obra  Animales feroces  (1963); aquí en Caracas hacen temporada con  Los navegaos  (2006) y desde el 4 de abril se exhibirá  La máxima felicidad (1975) en la argentina Córdoba. Se espera que durante el próximo semestre otros textos célebres, como  La revolución  (1971) y  Mesopotamia  (1980) salten a la escena. ¡Está vivo porque se le evoca y puede predicar su sapiencia!
ARGENTINA
El montaje sureño de  La máxima felicidad, adaptada por Analisa Grande, será estrenado el viernes 4 de abril, 8 PM,  en la sala María Castaña, en la calle Tucumán 260, Córdoba, bajo la dirección de Diego Balaguer, quien también actúa junto a  Francisco Bruzzone y Paula Gonzáles. Usarán escenografía y vestuario creados por  Alejandra Boaglio, la iluminación es responsabilidad de Rafael Reyeros y Cristina Morini. La producción es de María Eugenia Domínguez y  Nucci Tomatis. La temporada será hasta el 22 de mayo y  es apoyada por el INADI (Instituto Nacional contra la Xenofobia y la Discriminación) de la tierra del general San Martín.
EL MONTAJE
En cuanto a la dramaturgia, puntualiza Balaguer que se respetan los momentos y textos esenciales del original, con toques de actualización de acciones y de lenguaje. “Por otro lado, se utilizó el “vos” de los argentinos en lugar del “tú” venezolano, para permitir una identificación mayor del espectador argentino. Con respecto a la puesta, busqué un espacio que es más verosímil (lo que se puede creer) que estrictamente una reproducción de la realidad en escena”.
“Trabajamos con un criterio que podría llamarlo naturalista, que varios autores latinoamericanos adoptaron en la década del 70. En esta ocasión, con el equipo hacemos una propuesta que vira en parte, sugiriendo un marco creíble, pero no fotográfico, inclusive en las actuaciones. Y como del texto se desprende un trasfondo simbólico en los juegos que realizan los tres personajes, decidimos respetar este aspecto, que universaliza la cuestión del planteo conceptual del trío como nueva “formula” de base de las relaciones familiares”.
“Creo que lo visual es muy hermoso, también  he trabajado con Rafael Reyeros que en este caso se sale de la escenografía y se mete con la iluminación. La sala es muy bella, diseñada por Reyeros hace unos pocos años”.
PREOCUPACION IMPORTANTE
Diego Balaguer vivió y fue feliz en Caracas, como el mismo lo afirma,  durante las  cruciales décadas venezolanas de Carlos Giménez (1946/1993) y su agrupación Rajatabla (1971). De esos años quedó una relación fraternal y es eso que nos cuenta que el montaje de  La máxima felicidad surgió cuando fue a visitarlo, a Córdoba, la actriz María Eugenia Domínguez, “¿te acuerdas de ella?, estaba casada con Jorge Blutrach (él falleció hace unos años). Vino con la obra bajo el brazo en enero para  que la hiciera con la respectiva autorización de los derechos de la Fundación Isaac Chocrón, que dirige Javier Vidal. Y me  largué. Hemos hecho una fuerte adaptación para esta época y ha quedado muy interesante. ¡Cómo me gustaría que estuvieras aquí conmigo y la vieras!  Mi intención es llevarla a Caracas en algún momento. Espero por supuesto tu asesoramiento para tal posibilidad. Viste que esta obra fue estrenada en 1975. Yo la vi en unos de los festivales también. A pesar del tiempo transcurrido desde su composición y estreno, tomé este texto por considerar actual el planteo de la crisis de pareja, preocupación importante para esta modernidad líquida que naufraga en un mar de escepticismos, que flotan en una soledad que se cierne fantasmalmente sobre innumerables seres que no encuentran formas satisfactorias para acceder al amor, vehículo para la plenitud y la alegría. Creo que la obra no da una receta universal acerca de cómo plantear la familia, pero pone en boca de los personajes una fuerte apuesta al experimento de este trío. También pienso que la pieza no es de grandes proporciones desde lo social, sino que muestra un recorte que apela más al microcosmos que al macro, sugiere salidas individuales, en base a una crítica del entorno y sus tradiciones. Pero no olvido que esta pieza se titula La máxima felicidad y no La felicidad. Es en esa inflexión entre lo mínimo y lo máximo es donde puede plantearse un conflicto que ponga en marcha las tensiones y distenciones, el transcurrir dramático en la escena que Chocrón plantea. No es una felicidad llana, sino que se resuelven conflictos que se muestran con alianzas alternadas en este triángulo constituido por  un hombre maduro (Pablo, ese soy yo), el joven Leo (Francisco Bruzzone un joven y talentoso actor Cordobés) y una joven (Paula González, otro talento joven de esta ciudad)  En un triángulo hay tres puntos, entre los cuales dos, dejan siempre un frente. También pienso que no hay un desarrollo espectacular de hechos, sino que son vueltas de tuerca a las cosas que se dan en la relación entre tres, que no escapa tampoco al universal de “Todas las relaciones son difíciles”.
EL AMOR ESTODO
 El director y actor Diego Balaguer afirma que La máxima felicidad  es una indagatoria de los vínculos amorosos. “Se abordan inquietudes sobre las contexturas que el grupo familiar ha ido adquiriendo a través del tiempo. Pablo, Perla y Leo forman un triángulo que comparte el amor y la convivencia. No se trata del clásico triángulo donde interfiere un tercero, es una formación de tres ansiosos seres  que busca “la máxima felicidad”. En boca de uno de sus personajes, dice el autor: “La familia es la gente que nos fue legada automáticamente, uno escoge gente extraña para crearse otra familia: la que se elige”, la familia elegida, que por razones inexplicables es la que te acompaña hasta la tumba, y perdonen lo prosaico. Los personajes de esta pieza construyen una partitura para un trío, en la que los instrumentos marchan al unísono, se apartan y regresan de formas diferentes. En esas tensiones y distensiones se crea una música que canta al amor, a intentar maneras de vivirlo cuando zozobra el sistema tradicional. Dice Chocrón que el amor es todo, que lo demás son contingencias, avatares que se convierten en noticias de unos hacia otros. Esto es lo que el autor quiere mostrar: no existe amor sin compromiso, no importa la fórmula que se use. Las alternativas de este trío son un camino que si bien no lleva a “la” felicidad, sí lleva a la “máxima felicidad” posible”, puntualiza.


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