Tres actores argentinos con el drama universal propuesto por el venezolano Chocrón |
A escasos tres
años de la ausencia de Isaac Chocrón Serfati, sus piezas aún están en los
escenarios porque hay suficientes miembros de su familia elegida quienes
insisten en producirlas y hacer temporadas para difundir así su sabiduría, la
cual ahora hace más falta que nunca. Es por eso que en España montaron, para
llevarla después a Estados Unidos y otros países americanos, su obra Animales
feroces (1963); aquí en Caracas
hacen temporada con Los navegaos (2006) y desde
el 4 de abril se exhibirá La máxima felicidad (1975) en la
argentina Córdoba. Se espera que durante el próximo semestre otros textos célebres,
como La revolución (1971) y Mesopotamia
(1980) salten a la escena. ¡Está vivo
porque se le evoca y puede predicar su sapiencia!
ARGENTINA
El montaje sureño
de La
máxima felicidad, adaptada por Analisa Grande, será estrenado el viernes 4
de abril, 8 PM, en la sala
María Castaña, en la calle Tucumán 260,
Córdoba, bajo la dirección de Diego Balaguer, quien también actúa junto a Francisco Bruzzone y Paula Gonzáles. Usarán
escenografía y vestuario creados por Alejandra
Boaglio, la iluminación es responsabilidad de Rafael Reyeros y Cristina Morini.
La producción es de María Eugenia Domínguez y
Nucci Tomatis. La temporada será hasta el 22 de mayo y es apoyada por el INADI (Instituto Nacional
contra la Xenofobia y la Discriminación) de la tierra del general San Martín.
EL MONTAJE
En cuanto a la
dramaturgia, puntualiza Balaguer que se respetan los momentos y textos esenciales
del original, con toques de actualización de acciones y de lenguaje. “Por otro
lado, se utilizó el “vos” de los argentinos en lugar del “tú” venezolano, para
permitir una identificación mayor del espectador argentino. Con respecto a la
puesta, busqué un espacio que es más verosímil (lo que se puede creer) que
estrictamente una reproducción de la realidad en escena”.
“Trabajamos con un
criterio que podría llamarlo naturalista, que varios autores latinoamericanos
adoptaron en la década del 70. En esta ocasión, con el equipo hacemos una
propuesta que vira en parte, sugiriendo un marco creíble, pero no fotográfico,
inclusive en las actuaciones. Y como del texto se desprende un trasfondo
simbólico en los juegos que realizan los tres personajes, decidimos respetar
este aspecto, que universaliza la cuestión del planteo conceptual del trío como
nueva “formula” de base de las relaciones familiares”.
“Creo que lo
visual es muy hermoso, también he trabajado con Rafael Reyeros que en
este caso se sale de la escenografía y se mete con la iluminación. La sala es
muy bella, diseñada por Reyeros hace unos pocos años”.
PREOCUPACION
IMPORTANTE
Diego Balaguer
vivió y fue feliz en Caracas, como el mismo lo afirma, durante las cruciales décadas venezolanas de Carlos Giménez
(1946/1993) y su agrupación Rajatabla (1971). De esos años quedó una relación
fraternal y es eso que nos cuenta que el montaje de La
máxima felicidad surgió cuando fue a visitarlo, a Córdoba, la actriz María
Eugenia Domínguez, “¿te acuerdas de ella?, estaba casada con Jorge Blutrach (él
falleció hace unos años). Vino con la obra bajo el brazo en enero para
que la hiciera con la respectiva autorización de los derechos de la
Fundación Isaac Chocrón, que dirige Javier Vidal. Y me largué. Hemos
hecho una fuerte adaptación para esta época y ha quedado muy interesante. ¡Cómo
me gustaría que estuvieras aquí conmigo y la vieras! Mi intención es llevarla a Caracas en algún
momento. Espero por supuesto tu asesoramiento para tal posibilidad. Viste que
esta obra fue estrenada en 1975. Yo la vi en unos de los festivales también. A
pesar del tiempo transcurrido desde su composición y estreno, tomé este texto
por considerar actual el planteo de la crisis de pareja, preocupación
importante para esta modernidad líquida que naufraga en un mar de
escepticismos, que flotan en una soledad que se cierne fantasmalmente sobre
innumerables seres que no encuentran formas satisfactorias para acceder al
amor, vehículo para la plenitud y la alegría. Creo que la obra no da una receta
universal acerca de cómo plantear la familia, pero pone en boca de los
personajes una fuerte apuesta al experimento de este trío. También pienso que
la pieza no es de grandes proporciones desde lo social, sino que muestra un
recorte que apela más al microcosmos que al macro, sugiere salidas individuales,
en base a una crítica del entorno y sus tradiciones. Pero no olvido que esta
pieza se titula La máxima felicidad
y no La felicidad. Es en esa
inflexión entre lo mínimo y lo máximo es donde puede plantearse un conflicto
que ponga en marcha las tensiones y distenciones, el transcurrir dramático en
la escena que Chocrón plantea. No es una felicidad llana, sino que se resuelven
conflictos que se muestran con alianzas alternadas en este triángulo
constituido por un hombre maduro (Pablo, ese soy yo), el joven Leo
(Francisco Bruzzone un joven y talentoso actor Cordobés) y una joven (Paula González,
otro talento joven de esta ciudad) En un triángulo hay tres puntos, entre
los cuales dos, dejan siempre un frente. También pienso que no hay un
desarrollo espectacular de hechos, sino que son vueltas de tuerca a las cosas
que se dan en la relación entre tres, que no escapa tampoco al universal de
“Todas las relaciones son difíciles”.
EL AMOR ESTODO
El director y actor Diego Balaguer
afirma que La máxima felicidad es una indagatoria
de los vínculos amorosos. “Se abordan inquietudes sobre las contexturas que el
grupo familiar ha ido adquiriendo a través del tiempo. Pablo, Perla y Leo
forman un triángulo que comparte el amor y la convivencia. No se trata del
clásico triángulo donde interfiere un tercero, es una formación de tres
ansiosos seres que busca “la máxima
felicidad”. En boca de uno de sus personajes, dice el autor: “La familia es la
gente que nos fue legada automáticamente, uno escoge gente extraña para crearse
otra familia: la que se elige”, la familia elegida, que por razones
inexplicables es la que te acompaña hasta la tumba, y perdonen lo prosaico. Los
personajes de esta pieza construyen una partitura para un trío, en la que los
instrumentos marchan al unísono, se apartan y regresan de formas diferentes. En
esas tensiones y distensiones se crea una música que canta al amor, a intentar
maneras de vivirlo cuando zozobra el sistema tradicional. Dice Chocrón que el amor es
todo, que lo demás son contingencias, avatares que se convierten en noticias de
unos hacia otros. Esto es lo que el autor quiere mostrar: no existe amor sin
compromiso, no importa la fórmula que se use. Las alternativas de este trío son
un camino que si bien no lleva a “la” felicidad, sí lleva a la “máxima
felicidad” posible”, puntualiza.
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