Vidal y Renán en la última pieza que escribió Chocrón |
El teatro caraqueño no ha
cesado, en medio de la violencia callejera -cainítica para unos o demostración
de retozos democráticos, según otros- la
cual arroja un cruel e ingrato balance
de muertes y pérdidas económicas. Vimos las peripecias de la Compañía Regional
de Portuguesa para exhibir su Compañeros
de viaje en la salita del Laboratorio Anna Julia Rojas, las funciones del
Circuito Teatral de Caracas en cuatro salas que gerencia Fundarte y reseñamos el inicio de la temporada de Los
navegaos de Isaac Chocrón Serfaty (1930-2011) en el Trasnocho.
A
escasos ocho años de haberlo estrenado, repusieron Los navegaos con
los correctos actores Javier
Vidal, Armando Cabrera, Eben Renán y Samantha Castillo, dentro del dispositivo hiperrealista, creado por Edwin Erminy,
la cuidadosa dirección de Michel Hausmann y la pulcra producción de Yair
Rosemberg.
Los
navegaos es la
saga de dos hombres mayores, Juan (Vidal) y Brauni (Cabrera), quienes llevan varias
décadas juntos porque son amantes y con
edades por encima de los 60 años, o sea ya en el proceloso camino de "los
envejecientes", cuya paz del retiro en su casa de la isla Margarita es
alterada por la repentina visita de un familiar -Parol (Renán), mudo, pero no
sordo- y por la materialización del fantasma de la muerte, la cual esperaban
para más adelante, pero llegó y sin anunciarse. Esos personajes crean
situaciones cómicas por lo que hacen, más no por lo que dicen, y le dan un
ritmo entretenido al espectáculo, especialmente por los intentos del mudo de
hacerse comprender por los otros.
Hay
además en el espectáculo un símbolo que advierte sobre el final de sus vidas,
como es el corte de unas trinitarias que amenazan los muros del refugio de la
pareja de amantes, ahora convertidos en amigos hasta el final, y está además la
presencia de la cachifa Luz (Castillo).
Con respecto a Los
navegaos hay que advertir que Chocrón Serfaty de nuevo recurre a todas sus tradiciones
estilísticas, desarrolladas a lo largo de su veintena de piezas, en cuanto a
temática, conflictos, pureza del lenguaje y, fundamentalmente, el mensaje que lanza
al público por intermedio de interrogantes que el mismo debe responderse.
El
público, para el cual siempre se trabaja, ríe a mandíbula batiente de las
tragedias de la pareja de gays "envejecientes" y el drama del mudo.
¿Por qué? ¿Será que eso nos le pasará o es que nunca vio a un mudo con su
peculiar ballet de manos y sonidos guturales haciéndose comprender de sus
iguales y captando las miradas de los curiosos?
¿Es
frívola esta obra de Isaac Chocrón Serfaty?
No, su teatro está envenenado, tiene contenidos duros para que el público
los descubra, los saboree y termine aceptándolos. La vida dura con la familia sanguínea, la pasión y
el amor con la familia elegida, la resistencia para seguir viviendo y la muerte
como conclusión de todo lo hecho y de lo no realizado, fueron siempre sus
fantasmas. Y él los llevó, sin miedo alguno, a la escena.
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