Otra vez Cabrujas predica en Caracas y por eso el GA80 ensaya |
Tras recordar constantemente al líder romano Julio César -¡Alea
jacta est!- por su capacidad de lucha contra los infortunios y porque
siempre buscó la gloria para su pueblo, el artista Héctor Manrique y su
agrupación GA 80 avanzan en la producción de su espectáculo El americano ilustrado, basado en la
obra homónima de José Ignacio Cabrujas, para estrenarlo el próximo 4 de julio
en el teatro Trasnocho.
No es la primera vez que Manrique toma ese texto cabrujiano. Durante la
temporada 2000 (noviembre en el Teatro Nacional) lo estrenó con Armando Cabrera, Leonardo Bustamante, Basilio Álvarez, Iván Tamayo, Martha
Estrada, Gisela Rojas, Julio Mota, Jorge Canelón, Nereida Fronten, Francis
Rueda y Alejo Felipe. Y ahora, cuando son muchos los
Rubicones que ha cruzado y hasta premios cosechados, la agrupación ensaya con
Daniel Rodriguez, Juan Vicente Pérez, Juvel Vielma, Samantha Castillo, Angélica
Arteaga, Vicente Peña, Marxlenin Cipriani, Omar Pérez y Luis Abreu.
Héctor Manrique (se apellida
Rodríguez, pero usa el de Maura porque de ella nació en Madrid, hace ya 51
años) ha escenificado y producido, al lado de su esposa Carolina Rincón, otros
textos de Cabrujas a lo largo de este siglo: El día que me quieras, Acto
cultural, Profundo y ahora repite con El
americano ilustrado. Es por eso que le preguntamos:
-¿Por qué tanto montajes con textos de
Cabrujas?
-Tengo la necesidad de escenificarlo por sus obras.
Cabrujas retrata como somos los venezolanos, un pueblo que no termina de
nacer o de hacerse, un pueblo guerrero y
siempre luchador. Nadie, venezolano por supuesto, que vea una pieza de Cabrujas
podrá negar que ahí también está él. Pero Cabrujas también es internacional, no
es solo un autor de la provincia de
Venezuela.
-¿Por qué
ahora remonta El americano ilustrado ?
-Porque ahora tiene mucho más vigencia, que cuando
se le estrenó, hacia 1986.
Y Manrique advierte, como una característica del
teatro cabrujiano, que el paso de los años lo actualizan, “lo
contextualizan más, digo yo, pero otros dirán lo que se les antoje y se les respeta”.
Y reitera que lo escenifica, porque sus personajes frustrados
le gustan, “me conmueven sus vocaciones equivocadas, sus amores inesperados y abortados
son aleccionadores…y porque ahora tiene más vigencia que nunca la precariedad del Estado”.
Idiosincrasia
criolla
Según Manrique en
El americano ilustrado se
les recuerda a los venezolanos de este sorprendente siglo XXI como es el drama
de la cuasi pérdida de la Guayana. Ahí
se cuenta, a partir de una ficción ambientada en la Venezuela de los
últimos 40 años del siglo XIX, como puede ser la memoria e idiosincrasia de un
país sumergido en las irresponsabilidades y ligerezas gubernamentales del
general Antonio Guzmán Blanco (Caracas, 1829/París, 1890). La obra está contada
desde la perspectiva de dos personajes: Anselmo y Arístides Lander. Son ellos
quienes encaran las frustraciones de un país que ya en esa centuria se
enfrentaba a una intelectualidad trastabillante. Pero es una recreación mordaz
y patética de nuestra idiosincrasia, que además invita a reflexionar sobre las
imposturas existenciales del venezolano a partir de la anécdota de Arístides
Lander, que al cumplir 40 años se enfrenta a la idea de haber incumplido todas
sus promesas y propósitos históricos; es el oscuro secretario de protocolo del
gobierno de Guzmán Blanco (1870-1884)
hasta que lo nombran Ministro de Relaciones Exteriores, al tiempo que abjura de
una invitación que su hermano le hace para participar en una conjura contra el Déspota
Ilustrado. Inglaterra amenaza con embargar al país y Arístides es la salvación
a un precio irrisorio: la renuncia y la traición a sí mismo. Que un presidente
declare a todo gañote que los papeles del Estado, donde va a discutirse un
protocolo, se llenaron de grasa de cochino o de compota de hicacos, dice de un
país y una identidad. José Ignacio Cabrujas se valió de dos hermanos, uno
acólito del Manganzón Antonio Guzmán Blanco y el otro, un cura con serios
conflictos de fe, para hablar de uno de los períodos más ricos de la historia
de Venezuela, cuando el país copia costumbre europeas e impone un
afrancesamiento en un derroche impresionante de dinero, se abre la inversión
extranjera y se entrega una considerable extensión de territorio que incluyó hasta
el Esequibo.
Historia inventada
Orlando Rodriguez,
crítico y estudioso del teatro venezolano, subraya que Antonio Guzmán Blanco,
el ente histórico de El
americano ilustrado, aún espera un juicio en profundidad a su gestión y a quien la cultura le debe más
de un reconocimiento por sus aportes, entre ellos al teatro. Considera que
Cabrujas utiliza a este personaje, como
a los de Carlos Marx y Federico Engels, en la escena primera, como pretextos para
insistir y con gran fuerza en su temática central, como en alusiones a
problemas que hoy son candentes, como el caso de la deuda externa. Una vez más,
la historia inventada, o sea la ficción teatral inspirada en hechos históricos,
sirve de marco para el enjuiciamiento de la realidad. “La frustración de los
hermanos, la renuncia a los hábitos sacerdotales y monjiles, la denuncia de los
convencionalismos, son elementos que el escritor aborda para redondear su
imagen, no estamos ciertos si el termino justo es desesperada, que se manifiesta
en una frustración individual y colectiva, resultado de tantas generaciones ilusionadas
pero igualmente desencantadas, a confrontarse con una realidad que no podrán
transformar. Si el teatro ha sido el testigo de cada época y
tiempos transcurridos, Cabrujas lo ha
sido del suyo con la agudeza que lo signa”.
Testigo agudo
José Ignacio
Cabrujas (Caracas, 17 de julio de 1937/
Porlamar, 21 de octubre de 1995) fue testigo agudo del diario acontecer
venezolano, porque nunca abandonó el suelo patrio, como lo subraya Orlando Rodriguez. Aportó su propia visión en un intento de interpretar una realidad tan particular como fue esa
Venezuela del siglo XX que vivió, amó y soportó. Una realidad que no ha sido supera en la Venezuela que
transcurre. Dejó un legado no menor de dos docenas de piezas teatrales cuyos personajes desafían a
la frustración de sus existencias. Podrá estarse o no de acuerdo con el enfoque
de sus textos, pero él mantuvo una visión constante o coherente, que nadie puede ignorar a la
hora de enjuiciar la conducta nacional a lo largo de varias décadas. Su teatro
está ahí y espera que sus compatriotas lo vean y lo digieran.
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