José Gregorio Martínez en el complejo rol de Rafael Bolivar Coronado |
El venezolano Rafael Bolívar
Coronado (1884/1924) no ha sido reivindicado honestamente por sus
coterráneos. No ha tenido suficientes amigos ni urticantes intelectuales
investigadores quienes subrayen qué hizo y como lo logró, porque, además, sí
encontró múltiples obstáculos y hasta tuvo unos cuantos comportamientos
ilícitos. Le ha faltado, pues, su
Heródoto o su Sófocles o quizás un sagaz Pericles para que en este incierto
siglo XXI disfrutáramos su saga y sacáramos conclusiones, porque es un
personaje digno de estudio, no solo porque escribió la letra de la canción
folclórica Alma llanera, la cual
cumple 100 años de su estreno, dentro de la zarzuela homónima, con la partitura que le hizo el director Pedro Elías Gutiérrez.
No obstante, los
escritores Carlos Yusti, Oldman Botello y Rafael Ramón Castellanos rompen audaces lanzas por este personaje y echan algunas
luces sobre su pasado y su obra, que sí la tiene. Todo esto incluso ha servido
para que la dramaturga Lupe (Thais Guadalupe) Gehrenbeck (Caracas,1957) se atreva a escribir
la pieza Bolívar Coronado, la cual hizo breve temporada en el teatro
Principal, dentro del Circuito de Fundarte; producida por el Gimnasio de
Actores y la directora Matilde Corral, apuntalada en las depuradas actuaciones
de José Gregorio Martínez, María Alejandra Rojas, Teo Gutiérrez, Saul Mendoza,
Ana Lucia Salamanca, Saúl Mendoza, Andreína Salazar, Jorge Roig y Melba
González.
La pieza de Gehrenbeck se
queda corta ante el audaz periplo del aragüeño Rafael Bolívar Coronado, quien
se ganó una beca de El Benemérito para estudiar
en Europa y después terminó perseguido en España por los secuaces y los
cónsules del dictador, por lo cual tuvo que emplearse con otros venezolanos, famosos
como Rufino Blanco Fombona y hasta el mismo Andrés Eloy Blanco.
Gehrenbeck se fascinó tanto por
los lances amorosos o licenciosos del poeta truhan, como lo llama
Yusti, y no lo saca de su cama o el catre del amor. No muestra sino que relata
sus habilidades para plagiar las obras
de otros escritores y venderlas como suyas para sobrevivir y mantener sus damiselas.
En fin un trabajador a carta cabal, quien firmaba lo que producía el talento de otros destacados autores, algo que
ahora es una pandemia entre la intelectualidad criolla contemporánea.
En síntesis, este texto Bolívar Coronado no está bien elaborado:
falla su carpintería teatral y carece de poesía. Aquí falló Gehrenbeck, cuya capacidad de trabajo e
inteligencia ha demostrado en otras obras, la mayoría de las cuales han tenido largas
y exitosas temporadas en distintas salas caraqueñas. Su teatro incursiona en lo orgánico de lo
aparentemente cotidiano o sin importancia; pleno de suspicacia femenina
descubre profundidades insospechadas. En sus otros textos el humor siempre está
presente, como ocurrencia inevitable.
¡Por ahora, el cuasi mítico
Rafael Bolívar Coronado espera justicia!
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