A medio siglo de su estreno es una obra que tiene total vigencia y por eso regresó |
El jueves 11 de julio de
1968, a las 8PM, en el teatro Alberto de Paz y Mateos, sede del grupo caraqueño
El Nuevo Grupo, se estrenó la comedia venezolana, El pez que fuma, comandada por su autor Román Chalbaud; teniendo entre
sus intérpretes a Gloria Mirós, Hernan Vallenilla, José Luis Silva, Maira Chardiet,
Rafael Briceño, Hercilia López, Nirma Prieto y José Salas, quien además diseñó
la escenografía y el vestuario. Nadie sospechaba lo que iba a pasar con esa
obra a lo largo de las cinco décadas siguientes: como consecuencia de su calidad
se le han hecho otras cinco versiones
escénicas y una película, estrenada en 1977, con Hilda Vera, Miguel Ángel Landa, Orleando Urdaneta, Haydée Balza, Rafael Bericeño,Nelly Meruane y Mími Lazo, con guión de José Ignacio Cabrujas y el mismo Chalbaud, quien dirigió
el largometraje.
A casi
cinco décadas de su irrupción, El pez
que fuma se le lleva a escena de nuevo, en versión del director Ibrahim
Guerra, y se le estrenó el 17 de febrero de 2017 en el Teatro Teresa Carreño,
con un elenco de la Compañía Nacional de Teatro, integrado por Francis Rueda, Luis Domingo González,
Jesús Hernández, Francisco Aguana, Larry Castellanos, Juliana
Cuervos, Citlalli Godoy, Keudy López , Andy Pérez, Jean Manuel Pérez ,
María Alejandra Tellis , Marcela
Lunar, Ángel Pelay y Aura Rivas. Se realizaron tres funciones
en la sala Ríos Reyna y otras dos en el Teatro de la Ópera de Maracay, con la
promesa de una temporada larga en el Teatro Nacional de Caracas, después de los Carnavales
2017, a partir del 11 y 12 de marzo, la cual empataría con el Festival de Teatro de Caracas, donde además habrá representación de Colombia y Brasil.
CUENTO Y BURDEL
La saga de El pez que fuma se desarrolla en un burdel caraqueño durante el año
1968. Chalbaud nunca visitó ni
tampoco conocía la historia del prostíbulo. Supo que había existido y hasta
tomó notas sobre sus administradores y el tipo de clientela que tenía, porque
un taxista, negro y anciano, se lo contó durante una noche del año 1953,
tras llevarlo a la plaza Sucre para que se reuniera con sus compañeros de
trabajo de la Televisora Nacional, en el bar “El canario”. Gobernaba el general
Marcos Pérez Jiménez y la Seguridad Nacional, policía política del régimen,
hacia honor al nombre, al menos en Caracas. Ese lupanar, que nunca vio, pero
que se lo describieron o pintaron con muchos detalles, se llamaba El
pez que fuma; funcionó en las inmediaciones de la plaza Sucre y fue muy
famoso durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez. “Me gustó su
nombre, resultaba absurdo, poético y visto ahora es hasta garciamarquiano por
ese realismo mágico que evoca: un pez fumador o fumón. Pero fue 15 años
después, de tal revelación en Catia, que terminé y estrené mi obra a
la cual bauticé El pez que fuma, porque además transcurre en un
burdel. Supe, años después, que en Francia hubo, o todavía existe, una mancebía
llamada El pez que fuma, en francés por supuesto”, nos lo
declaró.
El
pez que fuma, es, pues, un próspero bar de copas y prostíbulo, administrado por
La Garza, quien confía en su amante de turno, Dimas, para que deposite las
ganancias en el banco; pero este es un dilapidador del dinero ajeno y
además la engaña con otras meretrices. Desde la cárcel, Tobías, ex amante de La
Garza, conspira, y le mande un “Judas” (Juan), quien se encarga de emponzoñar
todo y enamora a la patrona del burdel. Dimas no se deja sustituir tan
fácilmente y mata, sin querer, a la codiciada dama; termina en la cárcel y
deberá resolver su conflicto con Tobías. Pero el argumento es más denso,
pues Chalbaud presenta a un exótico personaje, especie de astrónomo aficionado,
quien sueña, junto con su compinche, un discapacitado, en viajar a los espacios
siderales, para lo cual se ha inscrito en una cofradía. Son, los únicos personajes puros, por así decirlo,
quienes anhelan conocer otros países menos caóticos, pero más allá del burdel.
Chalbaud escribió sobre personajes que habitan o
visitan un burdel, en este caso El pez que fuma, porque los prostíbulos son sitios
donde, especialmente los hombres, drenan pasiones y tratan de conseguir por
horas ese amor que se sale no solo por la boca. “Hay muchos sueños o anhelos
que ahí se forjan o que naufragan. El poder y el amor son las dos grandes
pasiones de los seres humanos y eso ahí está muy bien marcado o definido.
Además, a todos nos atrae un burdel, porque en esos antros pasan muchísimas
cosas. En estos tiempos hay otros sitios o espacios que han intentado
sustituirlos, pero los lupanares siguen existiendo. El teatro es un espectáculo
y los venezolanos son muy inteligentes y agarran todo lo que unos les dice y lo
reitero yo que tengo más de medio siglo en estos avatares del teatro y el cine,
además de la televisión”.
Por supuesto que debemos resaltar que en la versión de Guerra este recrea
las acciones y los textos de tres personajes chalbaudianos para escenificar una
estrujante subtrama, que corre paralela al esqueleto argumental central de La Garza
y sus melodramáticos problemas amatorios con Dimas, Tobias y Juan. Esta audacia
del versionista amplía la crítica del espectáculo
a la situación de la mujer en el amor,
en las relaciones familiares y en la prostitución
por necesidad, al tiempo que cuestiona la conducta de un maestro de escuela, cliente promiscuo y borracho, que fallece en
una cama del prostíbulo durante una noche loca, precipitando el epilogo de esa
fiesta lúdica y erótica que es la pieza de principio a fin, especie de mini
carnaval que se desarrolla dentro un espacio que a su vez funge de cárcel.
La pieza termina con el reemplazo de gerentes y dueños, el nuevo amante,
sobreviviente, se desposa con una meretriz que está preñada y parirá pronto,
para proseguir así con los servicios de El
pez que fuma.
Toda esta historia teatral, con muy buen ritmo, se desarrolla en 120 minutos,
no agota ni al público ni a los actores por la perfecta sincronización del espectáculo
hiperrealista, todo un acierto del director y su amplio equipo de actores y técnicos
METAFORA
El público puede disfrutar de los
personajes y sus acciones lúdicas y cargadas de erotismo, una característica de
esta producción, pero además puede ir mas allá y buscarle significados a los
personajes, como la dueña-gente del burdel, quien, como dice el
director Guerra, “es mujer de sino trágico, que sucumbe a sus propios deseos y
a sus pasiones. Vista así, sí podría decirse que es en sí misma un contexto de
lujuria, de mando, y, a la vez, que de entrega, de posesión. Regenta, ordena, y
a la vez la vencen sus pasiones. Siente pena, pero puede ser dura, severa.
Frágil en su piedad, resulta trágica, porque sabe que tiene una finalidad
mortal que delimita su existencia”. Ella es símbolo de un pais donde las
mujeres llevan el control de los hogares y asume el rol de los hombres cuando
estos escapan o se hacen al lado y se asumen como inquilinos de sus propios hogares.
La obra transcurre en 1968,
y por estrategia o picardía, específicamente, el 10 de octubre, día del
nacimiento de Chalbaud en Mérida, año 1931. Esto demarca un contexto histórico y social. Pero en la obra no se recrea la
historia patria. Se desarrolla dentro de su propia circunstancia argumental. Ese
espacio-tiempo es dentro de una Venezuela resplandeciente por el brillo
petrolero, que vive la abundancia, la riqueza y el derroche. Da esa riqueza
bullanguera y trivial de la Venezuela desde los sesenta hasta los finales de
siglo XX. Hay muchísimas señales en la pieza, de que pudiera pensarse que se
trata de una recreación firme de una situación país. En el tráfico de
influencias, en el ejercicio del poder a través del sexo, de las relaciones y
tratos sobre colchones desvencijados y manchados de sangre seca. Todas podrían
identificar a una Venezuela que luce corrompida, sin historia. En este sentido,
si se puede decir que la obra marca un momento histórico y advierte que algo
puede pasar en algún momento o ya está pasando, como comenta el versionista y
director Ibrahim Guerra.
El trabajo actoral merece
una crónica aparte porque ahí están en franca competencia dos o tres
generaciones actorales, lo cual es toda una novedad por su calidad.
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