Sofía Imber,periodista y hacedora de cultura. |
Tenía 11 años y le cobraba un fuerte (cinco bolívares de esa época) al
periodista Alberto Ravell por trabajar en un programa de Radio Continente. Era
“Astrid, la estrella del piano”, nombre artístico de una niña que a los tres
años había llegado en los brazos de Naum Imber y Ana Barú, huyendo de la
persecución de los comunistas rusos desatada contra los judíos de Soroca, en
Besarabia.
Así nos lo conto Sofía Imber, en octubre de 2007 y hoy, al conocer su
mutis final, la evocamos con la última entrevista que nos dio. A más de 92 años
de esos inolvidables recuerdos y cuando en su balance vital tiene una
impresionante tarea de promotora cultural, como fue la creación, puesta en
marcha y ubicación destacada del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, con el
apoyo del Estado venezolano, además de haber realizado varias décadas de buen
periodismo televisivo, radial y escrito, la otrora “Astrid” o sea Sofía Imber
(viuda en dos ocasiones) reconoce que “la vida es como una caraota... es nada”.
Fue en una invernal noche dominical y en esa soledad de la quinta Sir, comprada
por 600 mil bolívares en la década de los 60, Sofía no explica por qué ubica la
vida al nivel de esos apetitosos granos negros, pero sí saborea un vaso de
ginebra con agua de quina, servida por la eficaz peruana Elsa, mientras
acaricia sus tres perros e intenta cargarlos. Comenta que todavía la radio
permite propalar mentiras y engañar a los pueblos. No sucede lo mismo con la
televisión y muy en especial la que ella hizo con su esposo Carlos Rangel,
dirigidos por el experto Daniel Farías. En esa televisión sin manipulación, los
ojos decían una cosa, la boca otra y las manos revelaban otros asuntos, dejando
así prácticamente “desnudo” al entrevistado que no sabía mentir o disimular su
enojo al ser descubierto.
Y eso hizo temible a la pareja televisiva, pero a la vez era la más
buscada por aquellos interesados en venderse en el horario tan especial de Buenos días. ¿Los rocambolescos
cambios políticos hicieron de la TV un arma temible o fue la TV la que alteró
la política?, es una pregunta que ella formuló.
Como la nostalgia es tan inocultable como la tos, recordó su dilatada pasantía por los medios impresos, especialmente cuando redactaba la columna “Sofía la intransigente” en El Nacional.
Como la nostalgia es tan inocultable como la tos, recordó su dilatada pasantía por los medios impresos, especialmente cuando redactaba la columna “Sofía la intransigente” en El Nacional.
Ella aclara ahora, quizás tarde, que el calificativo “la intransigente”
fue un error de los temibles duendes de las imprentas. Había escrito “Sofía la
exigente”, como la llamaban en el MACC. Pero ese equívoco gustó y así se le
conoce, cuando precisamente no era para nada “intransigente” sino todo lo
contrario. Nunca cambió ese título porque no le gusta dar explicaciones a
nadie, aunque ahora lo hace para dejar sin sombras esa saga.
La memoria la refugia en los sórdidos y húmedos sótanos de Parque Central,
entre 1972 y el 23 de enero de 2001, aquella inolvidable etapa de “pedigüeña”,
cuando no hubo Gobierno a quien no solicitara los millones de dólares
necesarios para erigir y dotar con calidad al MACC. Comenzó en 64 metros
cuadrados y dejó más de cuatro mil metros cuadros para salas de exposiciones,
oficinas y depósitos. Además de cuatro mil piezas artísticas, “ninguna
mediocre”, sin olvidar los 200 Picasso, entre papel y óleos. ”No hay dinero en
el país para comprar obras como las que ahí están. Todos sus autores murieron y
son irrepetibles”. Tampoco sabe cuánto se invirtió ahí y recomienda revisar los
presupuestos asignados, porque cuando salió dejó dos millardos en las cuentas
de la institución.
Asegura que su presencia en esos sótanos, a lo largo de 29 años, donde trabajó día y noche, manteniéndose permanentemente informada y cultivando las relaciones con los otros museos del mundo, le permitió forjar un equipo enamorado de su trabajo y entender al MACC como centro educador. Insiste en que la Interpol, el FBI y otros cuerpos policiales deben encontrar el óleo de Henry Matisse, Odalisca con pantalón rojo, oficialmente desaparecido o hurtado o robado el 3 de diciembre de 2002, “cuando yo ya no estaba ahí”.
Asegura que su presencia en esos sótanos, a lo largo de 29 años, donde trabajó día y noche, manteniéndose permanentemente informada y cultivando las relaciones con los otros museos del mundo, le permitió forjar un equipo enamorado de su trabajo y entender al MACC como centro educador. Insiste en que la Interpol, el FBI y otros cuerpos policiales deben encontrar el óleo de Henry Matisse, Odalisca con pantalón rojo, oficialmente desaparecido o hurtado o robado el 3 de diciembre de 2002, “cuando yo ya no estaba ahí”.
Y lo dice abiertamente: “el museo ya no me interesa; quedó atrás. Ahora estoy
dedicada a rescatar, complementar y preservar, con el apoyo de la buena gente
de la Universidad Católica Andrés Bello, más de 3.700 copias de las entrevistas
que Carlos Rangel y yo hicimos a personalidades nacionales y mundiales entre
1969 y 1986, en nuestro Buenos
Días”. En ese trabajo consume todas sus tardes y la “hace muy feliz
porque ahí trabajo para rescatar la memoria viva de una etapa gloriosa del
país”.
Descarta escribir sus memorias. Prefiere vivir el ahora y su momento. Deja así
que otros escriban su paso por esta vida, donde procreó cuatro hijos y tres
nietos. ”Vivo con inmenso placer mi rol de abuela”.
Este periodista conoció a Sofía Imber en 1969, cuando editaba su columna
“Criticandito” para el diario La Verdad (ya desaparecido). Un
espacio único y testimonio fiel, durante muchos años, del mundo de las artes
plásticas vernáculas, que se favorecería después con la aparición del MACC.
APARECIO EL MATISSE
Sofía Imber, fundadora del Museo de Arte Contemporáneo y emblemática
promotora de arte en Latinoamérica, se sumó al flujo incesante que tuvo la exposición Odalisca con pantalón
rojo, y llegó, en
una visita el martes 10 de febrero de 2015, la cual arrancó una ovación
de parte de un grupo de niños que se encontraban estudiando la obra del célebre
pintor francés Henry Matisse, y donde en su recorrido por las salas del MAC
mostró mucha satisfacción y orgullo por el estado en el que están las obras del
referido ente ubicado en la Zona Cultural de Parque Central.
Esta amante de las artes plásticas tejía miles de comentarios durante su
paseo como: el Francis Bacon - Figure at a washbasin (Personaje ante un lavabo)- está
igualito; esa obra – y señalaba Los Mercaderes de Marisol Escobar- fue la
primera que adquirió el museo; este Georges Braque – y se refería a Le
Billard (El Billar) de
la serie del mismo nombre hay tres en el mundo pero éste es el mejor.
Ímber no dejaba de admirar el gran amor que los trabajadores del
MAC le imprimen al museo, “es fabuloso puedes estar contenta de
trabajar aquí, es un privilegio”. Dijo que reconocía “el trabajo que
se está haciendo poco a poco, a pesar de todas las dificultades que hay en este
momento” y extendió una invitación muy particular: “le puedo decir al público
que no se pierdan de lo bueno que es esto, es un tesoro, que lo están cuidando
las personas que aquí trabajan para que ustedes puedan venir, y la mayor de
veces posibles, porque hay muy buenas obras”.
Durante su paseo brillaron sus ojos al revivir anécdotas de algunas
obras de la colección, entre ellas recordó las dificultades que tuvo en la
aduana para traer la escultura La Novia de la artista
Niki de Saint Phalle o los trámites para adquirir y cómo embaló la Suite
Vollard de Pablo Picasso.
La visita al MAC de esta mujer entregada al arte que dejó un legado
indiscutible, aún flota en las palabras que dirigió a la generación de
niños y jóvenes visitantes: “Los felicito por venir al museo y admirar las
obras de arte, agradezco que estén aquí, sigan haciéndolo, ustedes son el
presente y el futuro del país, verlos aquí para mí es un orgullo, éste
museo es un gran museo y seguirá siéndolo”, suscribe la periodista Teresa Quilez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario