martes, agosto 27, 2019

PARA NO OLVIDAR A RENGIFO

CÉSAR RENGIFO

El caraqueño César Rengifo es más que un recuerdo, ha editorializado la revista Theatron, de Unearte, Y sirve esto para recordar que a 204 años de su nacimiento y 39 de su mutis, la ausencia que nos dejó su desaparición física se transforma una y otra vez en distintos lugares de nuestra geografía en una presencia fulgurante que trasciende en el tiempo a través de su pensamiento y del invalorable legado que representa su obra.
Theatron reitera que en la historia de nuestra cultura contemporánea son muy pocos los artistas criollos que han logrado ocupar de manera tan amplia los espacios del quehacer creador como César Rengifo: dramaturgo, director, pedagogo, poeta, pintor, periodista, y ensayista. “Con persistente voluntad y capacidad de trabajo volcó su mirada y su esfuerzo en el ánimo de desentrañar, desde la perspectiva del excluido social, los procesos históricos de América Latina, y de Venezuela lo cual plasmó con vuelo poético en imágenes, trascendentes tanto en los escenarios como en la pintura. Su pasión era la libertad. Su cuerpo diminuto como de pájaro albergó un alma de gigante que aún sirve de inspiración a todo aquel que se proponga la transformación de la realidad”.
César Rengifo es considerado con razón “El padre de la dramaturgia moderna venezolana”. Lo demuestra no solo su crecida producción, más de 40 obras, sino la forma como abordó, con crudeza y haciendo gala de un estilo no exento de poesía, la realidad de su país, haciendo énfasis en lo social, porque para él la estética que no reivindique al pueblo, carece de función y contenido. Preocupado por la explotación petrolera y el daño que dejaba la maligna conducta de las empresas transnacionales y las displicentes conductas de los gobiernos nacionales de turno, realizó a lo largo de su vida una “tetralogía del petróleo”, piezas que al lograr verlas puestas en la escena, le permitió reescribirlas incluso, donde analizó y cuestionó la explotación petrolera y sus graves consecuencias sociales.
Para el crítico e investigador Leonardo Azpárren Giménez, Rengifo es un dramaturgo importantísimo, que tiene una amplia obra original, y quien junto a Román Chalbaud, Isaac Chocrón, José Ignacio Cabrujas y Rodolfo Santana, es uno los grandes puntales del teatro moderno venezolano de la segunda mitad del siglo XX.
TETRALOGIA PETROLERA
Para nosotros, lo mejor de Rengifo es su ejemplar tetralogía del petróleo, donde él arremete contra el imperio de las petroleras y su nefanda presencia en Venezuela. Deberían los teatreros venezolanos detener durante un año sus producciones extranjerizantes, por lo menos, y planificar y ejecutar un ciclo de montajes y foros con esos cuatro textos porque es necesario predicar precisamente con el teatro. Ahí advirtió las frustraciones de un amplio sector de la sociedad venezolana por el sinuoso destino de la renta petrolera, además de la muerte lenta de la agricultura y el éxodo de los campesinos a las grandes ciudades para buscar un destino incierto o esquivo, al tiempo que señalaba la incesante sustitución de la cultura nacional por una foránea, “bien servida” por todos los medios de comunicación.
Ahí están, pues,   Las mariposas en la oscuridad (entre 1951 y 1956), basada en el éxodo y el abandono de los campos venezolanos ante la invasión (y nunca esa palabra fue tan patética) de las empresas petroleras. Muestra el dolor del campesinado al dejar atrás sus raíces, lo que le lleva a supercherías tan burdas y grotescas dejando el presente como testigo de un pasado.
Concibió para únicamente tres actos a El vendaval amarillo (1952), que  transcurre en  el estado Zulia, entre los años 1938 y 1939, una zona que sacrificó su explotación agraria y lanzó, sin destino alguno, a los campesinos, al tiempo que sus poblados eran destruidos. Denuncia con sus diez personajes populares cómo los terratenientes fueron vendiendo, sin contemplaciones, sus haciendas para que las compañías petroleras iniciaran y avanzaran en la búsqueda de “el estiércol del diablo”.
Un marxista, como era César, no podía dejar pasar la oportunidad de inmiscuirse en la vida privada de los empleados estadounidenses de las petroleras, desnudarlos de sus supuestos ropajes de dignidad y exhibirlos como unos asesinos desalmados. Eso lo logró con El raudal de los muertos cansados (1969). Muestra cómo se va urdiendo una serie de intrigas entre los petroleros para quedarse con un cargo burocrático que les permitirá ganarse unos cuantos miles de dólares más, aunque para ello tengan que matar o sacrificar al personal que trabaja para ellos, al tiempo que la explotación petrolera avanza y se lleva por delante a los mismos obreros.
Y diez años antes de su muerte, entregó Las torres y el viento, la más poética y la más completa pieza de su tetralogía petrolera, la cual vimos en memorable montaje que hiciera Herman Lejter. Sintetizó en el preámbulo el valor de las torres de petróleo y el viento en los pueblos donde la explotación del mineral ha cesado: “Torres destruidas y viento. He ahí para muchos venezolanos lo que queda del petróleo”. Como frustración de la riqueza fácil o decepción por el inalcanzable Dorado, las torres en abandono y el viento pasando libre entre las viviendas abandonadas, resulta, por la fuerza de sus significaciones, son casi un personaje. Es una de las obras más resaltantes del teatro de Rengifo, la cual fue llevada a la escena por el Teatro Universitario de la UCV, en los tiempos de Herman Lejter, hacia 1975.
PROFETA
¿Sería chavista César Rengifo si hubiese sobrevivido a sus dolencias físicas, que no eran pocas? No sabemos, porque eso que él denunció en sus obras, no era de su exclusividad, sino que ya el resto la inteligencia venezolana, especialmente la de izquierda. Luchaba para detener el proceso desgastador que durante un gran parte del siglo XX significó la explotación de los hidrocarburos.
No hay que ser chavista para execrar los abusos cometidos, no sólo por las empresas sino por los gobiernos títeres. Lo único cierto es que todo lo que él advirtió se cumplió y que al final el petróleo terminó por ser controlado por el Estado venezolano al desencadenarse una serie de cambios en la conducción política del país, pero las secuelas de los malos años no ha podido curarse todavía, ni los muertos inocentes resucitarán jamás.
Él hizo lo suyo al escribir su teatro, pero muy pocos con poder político le hicieron caso y las consecuencias están a la vista, porque ya no somos un país independiente económicamente. Junto con el alud del capital extranjero, explotador, nos llegó también una pseudo civilización estandarizada. Y junto a los ranchos, habitados por gente depauperada y sin ninguna cultura, apareció la pseudocultura del petróleo”.



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