Aníbal Grunn.
Entre
las novelas La vorágine (1924) del colombiano José Eustaquio Rivera y Doña Bárbara (1929) de Rómulo Gallegos
elegimos la segunda y pudimos así graduarnos de bachilleres, tras hacer un mínimo
ensayo crítico. Así, inocentemente, comenzó mi relación con tan valioso venezolano,
precisamente aquel que durante un mal día o en una mala hora creyó en los malos
y perversos políticos y militares de su patria, y tuvo que exiliarse, después de haber sido elegido Presidente
de la República por el voto universal y secreto, y ejercer escasos nueve meses.
Yo llegué a Caracas al día siguiente de su fallecimiento, aquel 5 de abril de
1969, y desde entonces he podido, pues, conocer en palpitante carne y duros huesos
a todos sus personajes literarios y apasionarme como uno más por las luchas que
ellos libran o libramos contra la barbarie y nuestro apasionado desenfreno por
la civilización culta.
Subrayamos
este detalle tan personal porque hemos visto en la sala Rajatabla, el otrora
templo del gran teatro que creó el legendario argentino Carlos Giménez, una apasionada versión del
galleguiano cuento La mala hora, en discreta y becketiana versión, escrita y
dirigida por Cesar Rojas, con las plausibles caracterizaciones de Reinaldo
Rivas (Enriqueta) y Omar Churión (Amelia), las desopilantes hermanas empeñadas en traer hijos
al mundo para quedar bien con la pueblerina Caracas de los años 20 del siglo XX.Temible,rayando en lo inverosímil, es el relación de amor-odio entre
esas dos mujeres y la adoración, casi pagana, al hijo (Gustavo Adolfo) que las abandona,
sin saber que su “mamá” es su tía, etcétera.
Con esta pieza argumental, Gallegos se adelanta en la creación literaria a muchos
autores de su generación.
Y no podemos dejar por fuera al otro cuento galleguiano
hecho teatro en Guanare, por el argentino Aníbal Grunn y sus criollitos alumnos.
Nos referimos a Los inmigrantes,
delicioso texto que plasma a un judío libanés y un italiano sentados en la banca del parque de un pueblo
venezolano, mientras sus hijos se conocen, se aman y deciden procrear una nueva
raza. Este espectáculo es una producción de la Compañía Regional de Portuguesa
y se verá en Caracas durante el venidero Festival Internacional de Teatro. Razón
más que suficiente para citarlo en esta crónica sobre la sentida expresión
teatral donde participamos tantos sin detenernos en nuestros orígenes y hermanados
por el viejo arte de Tespis.
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