Novia en rojo
Monólogo sobre el transexual
venezolano Esdras Parra
(E.A. Moreno-Uribe)
REGISTRO DE OBRA ESCENICA SAPI
14039
SINOPSIS
Nace varón en Santa Cruz de Mora (1 de
enero de 1930) y vive en Caracas hasta el 18 de noviembre de 2004, con
intervalos en Londres. Así puede simplificarse la vida del venezolano Esdras Parra,
escritor, poeta y promotor cultural, quien tras “un cambio de sexo” se le
altera su periplo. Se reinstala en la capital y no lo dejan ser plenamente
feliz.
Su transexualidad y su lesbianismo le
generan todo tipo de problemas e incluso su capacidad de creación para la
narrativa merma notablemente y hacen chistes eróticos con eso.
Aquí se fisionan los últimos cuatro
años de su vida, salpicada de amores que van y amores que vienen con pesada
brevedad, hasta que una muchacha lo precipita en un abismo de paranoias.
Aunque siempre la realidad es superior
a la recreación artística, ésta es una metáfora más sobre la vejez que,
acompañada de desamor, soledad y pobreza, asecha a la mayoría de los seres
humanos, sin importar su conducta sexual o su género.
PROPUESTAS PARA EL ESPECTÁCULO
PROTAGONISTA
Un actor o una actriz, por encima de
los 50 años, de contextura delgada y mediana de estatura.
ESPACIO
ESCÉNICO
Habitación y piso oscuro. La iluminación queda
a criterio del director en función del espacio y los recursos técnicos. La idea
es que sea lo más minimalista posible, teniendo en cuenta que si se lleva a
espacios no convencionales debe utilizar lo que se consiga.
ESCENOGRAFÍA
Y UTILERÍA
Una mesa que servirá como escritorio o para
unos cuantos actos lascivos con una muñeca gigante o de tamaño humano. Una
silla y una máquina de escribir; un gran florero con muchas flores o con
nardos, posiblemente sobre la mesa-escritorio o una mesita pequeña; un perchero
para los vestidos que usará a lo largo de la representación, especialmente un
sobrio vestido de novia en seda roja. Un soporte para la peluca platinada,
cortada al estilo príncipe valiente, que el actor usará mientras este
encarnando al personaje. Una gran muñeca negra de trapo, que será su compañera
en el chinchorro, donde debe permanecer o será movida a la silla; También esa
muñeca puede ser un actor o una actriz silente, a quien se le puede asignar
unas cuantas tareas escénicas Eso depende de las tareas del actor. Y un baúl
donde hay unos trapos que eran de su madre.
VESTUARIO
Esto se debe resolver entre el actor y
el director, pero es necesario tener un sencillo vestido de novia de color
rojo, porque es una exigencia de la mujer-novia del personaje, la que precipita
el conflicto final del personaje, y además es el soporte del título del
espectáculo.
MÚSICA
El director decide este aspecto, aunque
recomendamos uno o varios tangos instrumentales.
ACTO ÚNICO
La luz abre sobre el personaje Esdras
Parra, en el centro del escenario.
IMPORTANTE
Su tono de voz debe ser fuerte muy viril
porque lo que dice es conceptual. Más adelante puede jugar con tonos
feminoides, en función de lo que diga o haga, utilizando, como es obvio, la
caracterización en masculino o en femenino, de sus respectivas situaciones. El
actor, con su peluca blanca y vestido rojo de novia (a la usanza oriental), va
hacia el proscenio.
Y dice:
-Por callarme es que
un cáncer en la lengua me mata, a las dos de la tarde del 18 de noviembre de
2004, aunque otros dicen que es consecuencia de un aneurisma gástrico. No voy a sacarlos de la duda, eso no importa. Estoy
ante ustedes para contarles una parte de lo que me ocurrió. Sea lo que sea,
debí haber hablado, haber defendido con mis escritos por lo menos mi decisión
existencial. No fui feliz plenamente, aunque luché para serlo, pero todo me
salió mal.
(Pausa)
-Ya estoy
muerta... pero viva como personaje teatral, eso es lo importante, para ser símbolo
de esta época en que los seres humanos tienen que sacrificarse para que se
respeten nuestras diferencias o para sobrevivir como fue mí caso. En estos
pocos años de la centuria veintiuna que me tocó vivir, la homosexualidad, el
lesbianismo, la transexualidad, la bisexualidad y todas aquellas “anómalas” conductas sociales o “enfermedades mentales” de origen
genético, como lo aseveran algunos científicos, ya no preocupan tanto a los
otros, a los que no son o se consideran normales... que si los hay por
supuesto.
(Pausa)
-Las nuevas
generaciones saben que hay que luchar por lo que se quiere ser y que la
experiencia es lo único que nos queda cuando hemos fracasado. No hay nada más
bello en la vida que no sea la vida misma, vivida como una quiere, sin
cortapisas y que incluso haya que desafiar a la naturaleza para obligarla a que
nos deje ser felices. No podemos ser como los pasajeros del último vagón de un
tren, tenemos que ver el paisaje de primeros y disfrutarlo. No podemos vivir
después de pedir permiso.
(Pausa)
-Agradezco a
homosexuales y lesbianas que no se callaron,
escribieron y hablaron para defender sus peculiares situaciones. Dejaron
huella, se hicieron respetar y la sociedad los aceptó. Yo me quedé callada,
enmudecí para el colectivo, aunque para amigos o conocidos hablaba parcamente
de lo mío. Era como una ovejita maquillada... pero seguía siendo ovejita en
medio de tantos lobos y lobas. O mejor dicho, era la tonta de la familia que
escondían en el último cuarto de la casa para que no la viera nadie, salvo los
más íntimos.
(Pausa. Ahora, tras esta presentación, comienza su
performance, donde puede jugar con su vestido de novia mientras cuenta sus
peripecias. (Su voz debe ser suave, evocativa, femenina, es supuestamente
feliz)
-Amo aún a una mujer que ya no está
conmigo. Todo comenzó en el 2001. Cumplo 71 años y quiero celebrarlo solita. Es
Año Nuevo, el primer lunes del siglo XXI, qué cosa tan extraña, ¿verdad?, o sea
que comienza otra centuria...que para mí es la última, por supuesto. Pero como
todos los negocios de mi zona en Los Palos Grandes están cerrados no salgo de
mi apartamento y me acuesto tarde, mientras espero una llamada que nunca llega
y releo unos textos de Carlos Castañeda sobre los pases mágicos. Al final me
quedo dormida.
(Pausa)
-Salgo al otro día. Es martes por la
noche y la ciudad sigue semi desierta y adormilada. En el Café Arábiga pido una
torta negra y una copa de vino para celebrar. De repente, mientras espero el
servicio, veo como una muchacha blanca, de mí mismo tamaño, casi color leche,
delgada y bonita, con ojos negros achinados, de unos 18 años más o menos, y
usando una especie de kimono gris, ¡qué extraño!, digo, me pasa una tarjeta de
un nuevo local de peluquería, en uno de los pisos del Centro Plaza.
(Pausa)
-Dos días después voy a ese sitio para
conocerlo... y... ¡oh!... grata sorpresa. La misma niñita está en la puerta,
con jeans azules y una blusa blanca que no deja nada para la imaginación,
mientras sus pies pequeños lucen provocativos sobre unas sandalias rojas.
Galatea dice que se llama y es peruana de padres taiwaneses de segunda
generación... rápidamente me toma de la mano y me lleva a una silla adecuada
para lavarme el pelo... sin dejar de sonreírme y perforarme con esos ojitos...
mientras por dentro de mí algo se revuelve como si tuviese 50 años menos y
estoy a punto de coronar la conquista de la mujer de mis sueños. Amor a primera
vista, me digo, pero recuerdo que el amor es como el tango: se necesitan dos y
algo más, como la música, por ejemplo.
(Pausa, trata de bailar un tango con la muñeca que hasta ese
momento ha estado o en silla o el chinchorro. Su tono sigue feminoide)
-Aquello es exquisito. Un delicioso
ritual de limpieza deja transparente mis ralos cabellos blancos, me siento
extraña... después los seca y les echa un aceite con un aroma que me recuerdan
a los nardos... me hace unos cortes sencillos mientras cuenta cositas de El
Callao donde aún viven sus padres y dos hermanos. Pago no sé cuánto, le doy una
propina generosa y al salir le paso mi tarjeta de presentación y como he
cambiado de número telefónico escribo el nuevo.
(Pausa. Ahora su tono puede ser más viril)
-
No me he presentado: soy
Esdras Parra, nací varón en Santa Cruz
de Mora, estado Mérida, el primer día de enero de 1930. Marcho al Reino Unido,
en 1978, para un irreversible cambio o reasignación de sexo. Cuatro años después
opto por reinstalarme en Caracas y no cuento nada de lo
ocurrido con mi cuerpo y mi vida si no a un reducido grupo de amigos; primero
son cinco y después pasan de mil porque nadie puede callarse una cosa así. Para
el gran público “regresó una escritora” (debe hacer un juego extraño con la voz), más nada, con muchos
planes. Creí que pasaría desapercibida,
pero no ocurre así. Hasta en las peluquerías se comenta mi caso, pero muy pocas
personas me conocen en persona y pocos han visto mis fotografías. Algunos de
los que saben la verdad de lo ocurrido en Londres lo recuentan, con sorna, y
hasta me crean apodos como El castrati que no canta o el Farinelli
sin voz.
(Pausa)
-Así vivo durante veintidós años, amarga etapa o más bien difícil (Pausa) segundo round en lo
social y en lo íntimo. Unos me defenestran y otros me silencian. Muchos se
acercan para recibir los beneficios de mi poder, porque desde que llego alcanzo
poder, no económico por supuesto, sino porque unos buenos amigos, adecos en su
mayoría, me apoyan y me colocan en cuanta trinchera cultural oficial pueden.
Dirijo revistas, trabajo en suplementos culturales y hasta alcanzo influencias
en editoriales del Estado. Me hago crítica y como es lógico gano unos cuantos
enemigos. Ayudo a unos cuantos escritores y a otros los hago cambiar
definitivamente de profesión. No hay concurso donde no esté presente como
miembro del jurado. Al menos con todo ese poder periodístico consigo un respiro
y hasta cosecho cierto respeto por el miedo de los demás. Así es que sumo más
Judas que Jesús de Nazaret y unas cuantas Magdalenas, porque las mujeres son mi
salvación (riéndose)
y también mi perdición...
(Pausa)
-Gracias a mi amigo Napoleón logro un reposo
en Valencia, un intermedio más nada, porque pueblo chiquito es siempre infierno
grande, y Caracas, con todos los inconvenientes me permite, a veces, pasar
desapercibida o cuando encuentro sitios donde nunca antes he ido. Me gustan las
ciudades grandes, porque a una persona solitaria las urbes populosas le
proporcionan eso que siempre busca: el anonimato. Y eso me lo enseña David
Suárez, gran amigo y confidente.
(Pausa)
-Trabajo entre el sector público y el
privado, hasta que el Conac me jubila. Es el año 2002, lo recuerdo bien. Vivo pues mi sartreana Puerta cerrada en versión caraqueña.
Pero mi capacidad de creación para la narrativa merma notablemente y hacen
chistes eróticos con eso. Reconozco que no tengo tiempo sino para experimentar
con las palabras y poetizarlas, pero aun así entrego dos desgarradores
poemarios y dejo inéditos otros volúmenes poéticos. Nueve meses antes de mi
mutis, publican mis últimos versos, para anexarlos a mi bibliografía, donde ya
tengo un libro de cuentos, premonitorios y autobiográficos. También dejo
inconclusa una novela y nadie sabe donde reposa ese manuscrito.
(Pausa. Tono feminoide)
-Disculpen...
es que a veces me veo como si yo fuese otra persona hablando de mí. Pero mis facetas íntimas, como
el transexual que era o como miembro de una minoría en medio de una sociedad
que legalmente aún no nos acepta, son complejas y misteriosas. Y eso es lo que
voy a mostrarles.
(Pausa
larga)
(Suena
el teléfono y Esdras Parra responde con cierta expectativa. El amor toca a la
puerta y su voz debe delatarlo todo)
-Hola... si soy yo. Eres tú...
Galatea... ¡Qué maravilla niña! Si...
vente, ahí tienes la dirección: edificio La Oriental apartamento 7.j. Vente...nos
tomaremos un café amiguita.
(Pausa. Esdras Parra ubicado en
el chinchorro comienza a soltar su pasión, por su Galatea y para ello juega
libremente con la muñeca)
-Nos amamos sin complicaciones. Uso mi
veteranía, mis aprendizajes... y ella delira una vez y otra vez... así estamos
hasta la madrugada. Tomo vino blanco y ella vino tinto. Nada de café... es un
pretexto. Al medio día sale para su trabajo y regresa en la noche. Son tres
días de amor insaciable. Yo soy una reina vampiro que se repone con la sangre
fresca de su peruanita. Soy la Princesa Sangrienta y
ella una de mis súbditas. No hace falta Darvulia en este encuentro. En
esos días trajo sus ropitas, pero le voy comprando más y más cosas: pantaletas,
sostenes franelitas, en fin esas cosas que nos gustan a las mujeres.
(Pausa)
-Se quiere mudar a mi apartamento...
pero convenimos que se queda solamente de sábado a lunes, porque voy a Valencia
hasta el miércoles y en los otros dos días quiero estar sola para escribir.
Pero a veces olvidamos esas reglas y las semanas son para nosotras... sin más
nadie. ¡Sí, el amor ha entrado en mi... adorna mi casa!
(Pausa
larga)
(Esdras Parra, femeninamente elegante, en el centro del escenario,
viene hacia el público y se acerca al proscenio para agarrar a un personaje
imaginario, que en este caso es Manuel, por los brazos, mientras le va
diciendo, al principio suave y al final casi gritando. Su tono debe ser fuerte
y viril.)
-¡Manuel! ¿Qué hago? (Con
resignación) No me respetan. Me asechan. Se burlan de mí. No he querido
volver a ver esa gente. (Mira hacia el público y trata de identificar
a alguien) No le pido a nadie que
me comprenda, pero tampoco le permito a nadie
que me irrespete. Me ven como un gran estigma
para los machos o como una cosa salida del
infierno. Hasta las mismas mujeres me observan como bicha rara y me quieren hacer creer que soy invisible. (Resignado)
Si ellas supieran que las amo, son bellas, frágiles, tan necesitadas de amor
verdadero, de afecto sin dobleces, ni dominaciones, de ese amor que solamente nosotras podemos
dar, de ese amor que conocimos de nuestras madres, el más sublime y el más
puro, al cual siempre estaremos buscando o dando (pausa) si es posible, si se dejan.
(Pausa y suelta a Manuel, ahora un poco relajada)
-Yo
sufro en carne propia una versión tropical de Peyton Place, vivo en una apestosa caraqueña caldera del diablo
que no me merezco. ¿Tengo que esconderme? ¿Tengo qué
salir de noche y casi de incógnito como si fuese la Greta Garbo tropical pero
sin los millones de la sueca, y con una vejez
que no puedo mostrar porque sería darle más comida a esos tiburones de salón?
(Pausa, se ríe de sus palabras)
-Hacen de mi vida una sopa de chismes
literarios. Supuestos amigos, un Judas revivido en un hombre y su mujer,
escriben una novela donde soy Bela, un personaje inverosímil, para demostrar,
dolorosamente, que los peores enemigos son precisamente esos que ayer te
abrazaban o besaban o te pedían pruebas de amor, de lealtad o hasta te
proponían pactos de sangre. Estos amigos quieren
hacerse millonarios con las ventas de la novela, mi
novela, mi historia, pero en este país muy pocos leen, sin embargo no salen tan mal parados ya que hasta se
ganan un premio. Pobrecitos.
(Pausa)
-Aún hay personas que
cuando voy a un restaurante o una cafetería me vigilan. Cuando acudo a un cine tiene que ser la Cinemateca de la GAN o al
Ateneo, para
que no me vean y no me devoren criminalmente. ¿Qué hago? ¿Soy acaso?, dímelo tú, sin titubear,
¿un monstruo? ¿Creen acaso que con decirme señora o escribirlo en
las notas de prensa o en las solapas de los libros me hacen un favor? No, nada
de eso, maquillan sin rubor alguno su misoginia, su transfobia, su homofobia o cualquier fobia que se les ocurra.
Pretenden acaso silenciar sus malas
conciencias, las cuales desde los closets de sus residencias les advierten lo
que podrá ocurrir con sus hijos o hijas o sus descendientes, porque ellos
crecerán más libres y tendrán más posibilidades para elegir y definir su
identidad. Entonces aparentan lo que no son.
Tratan de poner distancia, de no ser señalados como anticuados, mientras que en
sus mundillos interiores envidian a las
que sí tenemos la locura de asumir lo que somos, lo
que sentimos y luchamos por confirmarlo,
aun violentando hasta esta naturaleza en
contra como la que llevo desde que nací, aun
jugándonos la vida o la posterior tranquilidad. A esa gente yo las llamo
avestruces, porque ocultan la cabeza en el piso y levantan el culo… algunos tú
sabes para que lo hacen... Jajaja.
(Pausa)
-Tenía que haberte hecho caso, amigo mío, y es
por eso que necesito que me ayudes, porque si pudiera irme lo haría, regresaría
a Londres... sí, aunque fuese para morirme de tristeza y de frío, pero es
imposible desandar el camino. Ahora comprendo porque la vida sí cobra sentido,
cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada. Tenía que haber
batallado con mis armas. Me equivoqué de estrategia... y ya no puedo cambiar...
sólo me queda la muerte o el amor creciente de mi Galatea.
(Pausa)
(Vuelve a jugar con su
muñeca y retorna a su tono feminoide)
-Galatea se preocupa mucho más de mis
cosas, de mis libros y hasta pide que le cuente más detalles de mi vida, de mis
dos etapas. Le explico que no escogemos nuestro sexo, ni nuestro cuerpo, ni
tampoco a nuestros padres, quienes deciden casi todo lo que nos acompañará
físicamente, así como también les ocurrió a ellos... y así ha sido desde
tiempos inmemoriales. Tampoco seleccionamos el lugar donde nacemos, ni donde
nos educarán, ni quienes serán nuestras amistades, ni nuestros amores. Todo ese
se va dando, a veces
mágica o misteriosamente, o de forma abrupta o terriblemente espantosa.
(Pausa y hay una
prolongada exclamación de tristeza)
- Casi todo nos lo tienen listo cuando
venimos a este valle de lágrimas y de pocas sonrisas. Es una especie de “cajita
feliz” que hay que agarrar sin poder chistar, ni reclamar y la mayoría de las veces ni es
cajita, ni es feliz. Cuando podemos hacer unos cambios... ya es tarde. Hemos crecido y si
pretendemos alterar eso, arde Troya, y sé en carne propia lo que eso cuesta y lo que duele
también. El nombre es una de esas cosas que no se puede tocar, salvo casos muy
especiales, como sucedió con esa muchacha maracucha que creció llamándose
Clítoris, hasta que la Corte Suprema de Justicia autoriza cambiárselo y renombrarla
con otra cosa menos erótica. ¡Clítoris... tenían que ser maracuchos…!
-Cuando nací me llamaron Esdras y no
dije nada en contra, no podía. Pero al crecer y como no me conformo con tan
exótico nombre hago mis investigaciones y hasta mis conclusiones. Es un
nominativo para varones hebreos, que no advierte en las cédulas de identidad
venezolanas si es macho o hembra su portador, y ese detalle me favorece
bastante. No cambio documentos, los sigo usando cuando cambio de sexo, tampoco necesito alterar el pasaporte. Tengo, pues, esa ventaja... que no
tiene precio. ¡Cambiarse el nombre es casi una Misión Imposible!
(Ahora
Esdras Parra juega con un ramo de nardos que ha tomado del florero cercano)
- Aprendo a escribir el nombre que me
asignaron, pero nadie puede explicar lo que significa ni de donde procede. Una
amiga de mi madre me muestra una Biblia
Católica y abre sus páginas
en el Libro de Esdras. Mi tocayo, cuyo nombre significa “El señor es
ayuda”, es un escriba muy importante, especie de periodista especial para los
antiguos hebreos, un registrador, un sacerdote conocedor de la Ley de Jehová.
El emperador Artajerjes le pide hacer un censo de los judíos, huéspedes
obligados de Babilonia, y llevarlos de nuevo a Jerusalén. Eso me gusta y desde
entonces todo lo relacionado con el pueblo de Dios me atrajo, pero me
advierten, con cierta sorna, que no meta muy hondo, porque a esa comunidad
elegida, la misma que después crucifica a Jesús de Nazaret, Jehová su dios le
exige la circuncisión de todos los varones como prueba de obediencia y de
amistad.
(Pausa...
una honda exclamación de sorpresa)
-Eso me aterra, yo
soy un niño todavía, pero pienso que algún día puedo hacer algo parecido... Son
cosas de niño en crecimiento, mi querida Galatea.
(Pausa)
(Otra vez en sus juegos amorosos con su muñeca)
-Mi noviecita insiste en conocer mi biografía,
todo lo que hice o lo que soy, precisamente después de esas largas horas de
intimidad. Un sábado, muy temprano, me despierto, porque está curioseando entre
un álbum con viejas fotografías de mi familia. Y le cuento todo sobre mi
conducta sexual, antes y después, en mi primero y segundo rounds, además unos
cuantos chismes y no sé cuántas leyendas negras.
(Pausa)
(Esdras Parra sigue jugando con su gran muñeca negra, de trapo, a la
cual viste y desviste, mientras cuenta)
- A la gente caribeña le gusta dar rienda
suelta a la imaginación, que en lo erótico es tan grande y tan fuerte como un
Tsunami. No tengo diario ni minuta sobre
lo que hago o dejo de hacer, salvo lo que está medio oculto en mis escritos...
sí allí hay unas
cosillas que se deslizaron y que están agazapadas y esperan que ustedes, los espectadores, las descubran
para que me conozcan muchos más y se den cuenta que soy de carne y hueso.
-El sexo y el amor son dos de los tres
motores de mi vida. Las relaciones sociales son muy complicadas por lo sexual
que está siempre presente en todos los seres humanos y es por ello que la
temática de la sexualidad es verdaderamente inagotable, aunque las religiones
hacen lo suyo para dominarla, castrarla, arruinarla y quitarle el gran placer
que tiene o provoca. Si aceptamos la tradición bíblica ahí está la explicación
de todo eso: el pecado original es sexo, no sólo porque es sexo, sino porque es de origen sexual y
porque todo hombre
lleva una mujer por dentro, que siempre quiere salir, con o sin ayuda divina o porque ese hombre desea con toda su alma que esa
mujer salga... y lo busque hasta lograrlo, como hice yo.
(Pausa. Pensativo)
-Persigo la verdad original y
me distancio mucho de las tradiciones religiosas, aunque me paseo por la Cábala
judía y palpo incluso al mundo mágico del peruano Carlos Castañeda, hasta que
termino agnóstica.
(Pausa)
-Descubro el sexo, sin saberlo, a los cuatro o
cinco años, mientras juego con unas prendas íntimas de mi madre, trapos que
nunca usa con frecuencia porque son regalos de bodas, cosas inservibles a
veces, y porque engordó horriblemente. Son medios fondos, fondos de raso negro
y unas blusas de encajes, además de unos sostenes muy pequeños.
(Pausa)
-Yo uso todo eso para organizar mi
permanente carnaval privado... y poso ante el espejo de su cómoda. Aprovecho
que me dejan solo en
esa casona donde ella y yo hemos quedado abandonados. Estos rasos y los encajes
están aún entre mis cosas, guardados en un pequeño baúl, y se van conmigo a
Mérida, cuando tengo 10 años. De San José de Mora nos sacan porque la casona está
hipotecada y debemos casi todo. Ha muerto mi padre en un viaje planeado con
demasiada prisa y con la misma rapidez de su desaparición me encuentro solo con
mi madre. Ella se
casa con otro señor, pero tampoco es feliz. Las
madres nunca deben casarse con otro hombre. La veo taciturna, lejana,
hundida en una asediante melancolía.
(Pausa)
-Y a los 15 años y unos meses, cuando
la radio comenta detalles de la victoria de los gringos y los rusos en Europa
contra los nazis, me asalta nuestra Luana, la cachifa colombiana, que me
encuentra probándome un medio fondo nuevo de mi mamá... se burla de mí... y
después hace conmigo lo que
le da la gana... y la penetro por detrás y por delante. Aquello es muy
sabroso y también doloroso, sangro mucho... pero sigo haciéndolo cada vez que
estamos solos. Me cuida y cuando podemos... ella misma me pone sus vestidos
para que le haga el amor.”Ven aquí mi pimpollo, mi niño... cómete a tu
colombiana”, es el introito de nuestro ritual sexual.
(Pausa, deja de jugar con la muñeca)
-A los 17 me instalo en Caracas para
vivir en una selecta pensión, de Canónigos a Santa Bárbara, en el penthouse del
edificio Issa, y estudiar en la Universidad Central, donde aprendo muchas cosas
de literatura y filosofía, que me sirven muchísimo más adelante. Con mis compañeros poco socializo, porque me invitan a beber
cerveza y visitar burdeles en El Nuevo Circo o acudir a los apartamentos de
unos señores muy finos y muy complacientes que hablan de literatura... debo decir que también
hacen otras cosas. Pero yo
no hago nada... aquello me da asco, no quiero ser un cliente más de los amos de
las Sodomas y Gomorras caraqueñas, como lo
hubiese escrito mi adorado bogotano José María Vargas Vila. Hasta que un día me
enamora una mulata que vive cerca de la pensión. Ella estudia derecho o
ciencias políticas y me lo da todo... y durante todo el tiempo que estoy
con ella y con otras mujeres más, la paso muy bien, entre pantaletas y
fondos de unas cuantas. Algunas son inteligentes y fanáticas por la poesía. Me
entero que hacen falta machos diestros y bien dotados y además sensibles... Y yo sirvo para todo eso,
pero por dentro me pasan otras cosas. Esos son años de revoluciones y de
regímenes militares y no puedo contárselo a nadie. ¡Esdras quiere cambios
mayores!
(Pausa)
-Algunas de mis
mujeres no saben que la poesía es como un meteoro, inalcanzable, una arte
difícil que esas locas osadas utilizan como pretexto para salir en las páginas
sociales de los periódicos y hasta ganar premios y ponerse condecoraciones en
medio de una interminable fiesta de versos sin música apropiada. Usan la poesía
para no aburrirse o para violar a muchachas o muchachos empeñados en poetizar
la cotidianidad sin saber que la poesía es un medio de redención. ¡Qué
paradoja!
(Pausa)
-Así, todo más o menos está bien para
mí, entre las sábanas y fondos de mis damas... hasta que al día siguiente de la
muerte de mi madre, decido abandonar a Daniela, la mulata francesa que es mi pareja oficial y
marcho a Londres para que definitivamente me hagan mujer de quirófano. Se los dije, eran tiempos de
cambio para Esdras Parra. Dejo atrás todo: trabajos literarios,
amistades y salgo en pos de un destino desconocido.
(Pausa)
-Sí, así de repente materializo lo que
siempre he querido. Fui astuto para que me convirtieran en mujer. Años después
comprendo mi exceso y que lo había hecho tarde para mi organismo, pero no puedo
desandar lo andado, es como desligar la imaginación de la realidad. El Támesis
se lleva los recuerdos de lo nacido en San José de Mora.
(Pausa)
-Sí, opto por inmolarme, me olvido de
mi cuerpo de varón, de esa imagen de niño feliz en un harén de féminas
insaciables, me olvido de aquello que endurece su cáscara y que cada tanto
tiempo cambia de dureza y me entrega a sus excesos con suficiente furor. Es una
ofrenda a mi libertad, un costo para la identidad que anhelo. Con una falsa
vagina, cuando supero los dolores por las dilataciones clínicas, sigo
acostándome con otras damitas, y soy una más, en esa lúdica kermés de las
adoradoras de la poetisa Safo de Lesbos... Incluso ya anciana sigo atendiendo a
unos amorosos seres que me veneran... o que dicen que me aman... pero ya eso es
otra cosa. La vejez casi siempre es solitaria y mucho más si nuestras sombras
son la pobreza y el ángel de las enfermedades. Ahí es cuando se producen versos
tristes que revelan la soledad de quienes nos atrevemos a vivir y hacer poesía
para dizque no aburrirnos.
(Pausa. Esdras Parra demuestra
preocupación, avizora que se le acaba el romance, pero insiste)
-Mis amores con Galatea
no crecen. El hastío ya es algo más una sombra o una sospecha... Nos saciamos
ambas. Ya son más las horas de charla que de pasión. Sí... soy insaciable...
quiero disfrutarla... hacerla sentir más... pero ella me tiene como Schehrazada
para contarle cuentos, los de mi vida, para cansarme, hacerme dormir y ella
continuar aquí. Ganando tiempo a su favor. Insiste en que le cuente la verdad
de mis amores, porque pasados los 70 tengo ya una muy larga historia. Yo, como
vieja, le revelo lo que me conviene, aunque la verdad es que no puedo mentir,
no hay razón. ¡Juega conmigo, pero me acompaña y eso no tiene precio!
(Pausa. Aquí sería recomendable el tono viril. La ira
comienza de nuevo)
-Tal vez esperé muchos años para
decirlo: mi primero y único amor es el de mi madre. Todo me lo dio y no le di bastante. Cuando
muere me quedo solo y así sigo hasta el final. Ella me mantenía centrada en lo
mío: en la literatura. Ese amor tiene sus cuatro letras en mayúsculas y nunca
he encontrado otro igual. Y lo digo porque sí tuve muchas relaciones amorosas y
en su mayoría usaban como colchón los intereses materiales. Existen otros
amores, como el de conveniencia, el amor para exorcizar la soledad, y así el
amor se convierte en una aspirina que se usa para todo. Hay variaciones, como
el amor del café con leche o el amor del resuelve sabatino. Pero el sentimiento
auténtico no admite adjetivos porque es un sustantivo que lo tiene todo y lo
entrega todo. Sin amor no hay vida inteligente ni placentera. Lo sabemos bien y
por eso hasta en ocasiones oscuras intentamos comprarlo... pero también se
acaba... no hay suficiente oro para atraparlo ni jaula para retenerlo. Al menos
así me pasa a mí.
(Pausa. Nuevamente tono feminoide)
-El amor es mi Dios y mi norte. Y él
está en lo que hago como escritora y como ser humano, porque amo suficiente. Y
después del amor, muy juntito, casi fundido al amor, está la amistad. Y me remito a mis
experiencias, a la gente que me respeta y que incluso dice que me ama. Toda esa
gente demuestra que yo no soy una transeúnte con vida subterránea, gente a la
que me entrego y se me entregaron sin moneda sexual de por medio, porque el amor no es patrimonio único de homosexuales ni de
heterosexuales y por supuesto los transexuales también lo conocemos y lo
exaltamos. Ya el gran Walt Whitman enseña que todo aquel que camina una
sola legua sin amor, camina amortajado hacia su propio funeral. El mío llegó y
el de ustedes también los está esperando.
(Pausa)
- Me acostumbro a la soledad, al
camino despojado de fiestas, a la comedia sin adornos, donde la desnudez es un
secreto de la tierra contado en baja voz, apenas un balbuceo o su espejismo. ¡A
quien preguntar por mis amores... a esos que a la medianoche se arrastran por
la tierra, devueltos por fin a su inexistencia, errados sobre las grietas que
rodean sus pisadas en el esplendor su desnudez!
(Pausa)
-Y al hablar de lo que ha sido el amor
sexual debo reiterar, o por si acaso nadie lo sabe o lo ignora o pretende
desconocerlo: siempre he sido prisionera dentro de mi cuerpo masculino y por
eso luché hasta mi metamorfosis, luchando contra todo, incluso desoyendo los
consejos de gente amiga, que me advierten de mi edad, un tanto avanzada para
las consecuencias es
cierto. Con 48, quizás era muy mayor para operarme, pero ¿cuándo envejecen los
deseos o las necesidades? Yo no creo que envejezcan. Me lo jugué todo en
esa operación y algo más donde yo era quien perdía o triunfaba. Mis mujeres,
las que de verdad me amaron, fueron mis maestras, las que me enseñaron,
algunas, sin saberlo a ser como ellas.
(Pausa)
-Nadie me propuso trueques o
condiciones. Esa fue una tonta leyenda urbana que inventan para explicar lo que
decidí. Es mentira que hice una ofrenda por un amor que hasta ese momento no me
era imposible. Es un chisme de mentes perversas, que no pueden descansar
todavía por su maldad. Que los psiquiatras y psicólogos digan lo suyo, que
expliquen o pretendan revelar lo que es la transexualidad, yo lo sé todo y lo
he vivido. Y por eso lo hice, y es mi verdad, porque mi madre ya había muerto y
quería evitar explicaciones que no entendería y para que no enloqueciera por
preguntas sin respuestas. Fue mi decisión y tuve la suerte de materializarla,
hasta que sobre un lecho duro, áspero, mi cuerpo se va transformando en materia
reseca, rugosa y maloliente, hasta que la muerte me recibe, porque creo que esa parte no se las
he reiterado… estoy muerta, fallecida, deshecha. ¡Pero vivo en el teatro!
(Pausa)
¿Perdí o gané? Que importa: viví lo que había
soñado con mis mujeres y que por ser varón no podía realizarlo o poetizarlo,
(Esdras Parra resignado a su rol de contar cuentos. La muñeca está
ahora sola en el chinchorro).
-A Galatea le molesta
que le preste más atención a mis libros y a mis escrituras que a ella. Llega,
pasa lo normal, se acuesta, porque viene cansada de la peluquería donde la
explotan y me deja tranquila... sabe que en la madrugada yo la beso, le hago
unos masajes y nos dedicamos a galopar en pos de las estrellas... hasta que el
sol nos muestre nuestras desnudeces, nuestras cicatrices y las huellas de la
vida vivida.
(Pausa)
-No sé si lo hago bien. Si me muevo a
confesarlo ahora es por mi tranquilidad, y conste que mi tranquilidad me
importa poco. En general, me es igual estar aquí o en otro lugar; cualquier
cosa me da lo mismo. Pero es cierto que tomo en consideración el efecto que mis
palabras tendrán en el desarrollo de mi conducta. He dicho que nada me importa.
Esta afirmación es falsa, aunque ahora no me interesa demostrarla. Sin duda,
mis palabras influirán en la manera en como enfrentaré a los días posteriores,
pero esto sólo concierne a mi futuro.
(Pausa. Esdras Parra está nerviosa por lo que tiene que contar)
-Hoy mi mayor fantasma me ha visitado. Sí, él
estuvo aquí fumando y bebiendo café en la sala, y hablando de lo bien que se
sentía. Se quitó los zapatos y los colocó en el balcón. “Para airearse”, dijo,
con una expresión de malicia en su cara. Yo sabía que no se marcharía en toda
la tarde. Insisto ahora en confesar su intromisión en mis asuntos porque
necesito mis acciones. Mucho después, cuando hubo agotado el café y terminó los
cigarrillos, traje sus zapatos y lo obligué a ponérselos, y, firmemente, evitando
ejercer ningún gesto de violencia, lo acompañé hasta la puerta.
(Pausa)
-Al cruzar el umbral, se volvió y me
lanzó una mirada tan triste que dudé y estuve a punto de decirle que revocaba
mi decisión y que si quería podía dormir esa noche en el diván. Pero mi
voluntad me dominó; borré de mi mente todo pensamiento, tragué saliva y lo miré
sin inmutarme… Puse la mano sobre su espalda y lo empujé, con suavidad pero sin
vacilación, en dirección al ascensor. Me había liberado para siempre de un
fantasma. Ya no era mi padre ni nadie que pudiera recordarme a esa persona a
quien apenas conocí porque él murió cuando yo tenía nueve años.
(Pausa)
-Eso que han oído me sucede cuando
regreso de uno de mis viajes a Londres y lo escribo porque la literatura es la
mejor parte de la vida, siempre y cuando la vida sea la mejor parte de nuestra
literatura. Les digo esto porque hubo una época en que la prensa cultural lo
acosaba a una cuando se ganaba un premio o había una sana polémica y se
necesitan opiniones para darles alternativas a los lectores. Y es por ello que
Petruska me pregunta por qué escribo y aunque no soy la persona más indicada,
puesto que no me considero una escritora, intento responderle. Es como
interrogarme a mí misma sobre la causa o la razón por la cual he escrito las
pocas cosas que he publicado.
(Pausa, deja de ser protocolar, trata de decirlo desde
adentro, como consecuencia de su experiencia)
-El deseo, el ansia de querer decir
algo sobre alguna cosa, que quizá no se ha dicho hasta ese momento, o si se
dijo se quiere utilizar de otra forma, es lo que pone en movimiento los mecanismos
del arte, y nadie sabe lo que subyace en el fondo de ese deseo. La escritura de
libros, novelas y poemas es para mí un misterio. Una no sabe qué la mueve a
escribir, por qué lo hace, y cuando cree saberlo se equivoca. Sencillamente,
siento la necesidad, el impulso de hacerlo y lo hago. En mí, en una medida muy
pequeña, por supuesto, hay también ese impulso misterioso, silencioso que desde
el fondo de mi conciencia me arrastra, me incita, me obliga a realizar ese
deseo.
(Pausa)
- La literatura, como el arte, es un
acto de magia. Puede decirse, que la
literatura, y dentro de ella la poesía es un bien que nos otorga el espíritu,
un bien supremo, liberador, que de alguna forma nos redime de los espejismos
del mundo cotidiano, aunque tenga su raíz allí, porque es sólo el espíritu
quien lo propicia y le infunde realidad. Y aquí recuerdo que a otro periodista,
José, le digo en ocasión de mi segundo poemario que no me propongo contar
historias, sino un trabajo dentro del lenguaje, un trabajo de transformación y
búsqueda de una sintaxis que exprese lo que intento
hacer con mi poesía. Creo que es una poesía
subversiva, en donde
disloco el
orden común del lenguaje, (Pausa) por eso hablo de una poesía
subversiva, que va a contra corriente de cualquier otra búsqueda.
(Pausa y mostrando desesperación)
-Al final de mi existencia comprendo
aquello de que la vida es un reflejo de la literatura, pero que esta necesita
otras cosas para que la vida sea completa, redonda como una naranja valenciana,
redonda como es el amor sin adjetivos.
(Pausa
mientras Esdras Parra se pone nuevamente
el vestido rojo y lo mismo hace con la muñeca. Viene el desenlace de su amor
con Galatea. Vuelve a su tono femenino)
-Todo nos dura unos 18 meses más o
menos... porque un sábado en la noche, cuando la espero para cenar, Galatea llama
desde el Café Arábiga para presentarme a su novio... sí, un novio, o mejor
dicho: una muchachota grandota, que dice llamarse Valeria, y viene del Táchira
o de Mérida, no sé y tampoco importa ahora.
(Pausa)
-Galatea se quiere casar con esa
chica, con Valeria, que es por supuesto un tal Alfredo, bello transexual de 25
años, según la cédula que muestra. Conversamos y sé que tienen pasajes y visas
para irse durante la tarde siguiente hacia Australia, saliendo desde Santiago
de Chile, y por eso cargan dos maletas grandes. Se quieren desde hace un año y
se marchan porque las contrataron para trabajar en una peluquería de Sydney. No
pregunto más para no llorar en público y porque eso tiene música con olor a
fatalidad. Ese largo día me enseña que la princesa
sangrienta también puede sufrir mientras se consume.
(Pausa)
-Y yo no sabía nada... y hasta sus
planes para viajar los han organizado con mis pocos recursos económicos. Quiero
llorar y otra vez dentro de mí siento que algo raro me pasa, que una copa se
parte y me hiere toda por dentro y un líquido amargo sube hasta mi garganta
para secarme mi lengua. Creo que sueño pero no es así. Es cierto y yo, cual
Pigmalión del siglo XXI, veo que mi muñequita se va y no puedo detenerla.
Encontró su primer gran amor y quieren vivirlo y disfrutarlo a más de 15 mil
kilómetros de Caracas. De nuevo la soledad regresa definitivamente a mi lecho.
(Pausa)
-Esa noche duermen en
el diván de mi apartamento, pero antes Galatea me pide como regalo de bodas,
porque se casan muy pronto, un traje de novia, una talla s, de seda roja, a la
usanza de sus ancestros y me entrega el modelo en un juego de cuatro bocetos a
full color que le ha regala Clarita, una modista portuguesa amiga. Después me llamará
por teléfono para darme la dirección. Los acompaño... y los abrazo en el
aeropuerto. Alfredo se ve muy bello con su ropa de varón. Es una bonita pareja
tradicional para quien los vea. Trato de convencerlos con unas cuñas para las
campañas antisida de Conchita, porque unos amigos me solicitan modelos bellos,
pero no…ya no están aquí... Que ellos resuelvan sus vidas. ¡Qué tonta se vuelve
una cuando el amor se apodera de todos nuestros sentidos!
(Pausa)
-Desde entonces llevo casi un año que no
sé ni de ella ni de Valeria. No conozco a nadie que me dé razón de su paradero.
No están seguramente entre los canguros ni surfeando. Están trabajando porque
para eso se las llevaron, más nada. No sé si Alfredo habrá resuelto definitivamente
operarse para ser definitivamente Valeria... pero antes creo intenta preñar a
mi Galatea... para sembrar la semillita y ser eternos como los dioses. ¡Los
envidio, coño!
(Pausa)
-Espero una llamada telefónica o un
email, porque ella meses antes me obligó, sin aclarar el por qué lo hacía, a
que abriera una cuenta de
correo electrónico, para decirme dónde están
y cuál es su dirección en esa
inmensidad continental. Ella y ella viven la aventura que yo no hice porque
estaba en otro momento y
porque tampoco encontré esa media naranja necesaria para un amor así. Lo
mío fue diferente, eran otros tiempos y otras gentes. Quizás no me di
cuenta que me había llegado ese momento en que el sexo ya no es una urgencia. A veces es triste cuando el sexo
no es una urgencia, pero si ambos llegan juntos a ese momento, entonces es una
armonía que transcurre calmada hasta la muerte. Me habría ahorrado
muchas angustias, que no tendría que esforzarme por atraer a un cuerpo con el
cual no tendría en común más allá de las ganas.
(Pausa)
-Así que cuando
quiero recordarla me pongo estas sedas y soy como un gusanito... porque las
poetisas también fabricamos vestidos de seda para adornar nuestras almas o
nuestras pasiones. Hoy la nostalgia me envuelve y comprendo que la experiencia
es lo único que nos queda después que no conseguimos lo que queremos o cuando
perdemos lo que hemos trabajado o amado.
(Pausa)
-Qué extraño, ahora que todo pasó veo
ese incidente como algo que no me ocurrió en modo alguno, que le sucedió a otra
persona en una época lejana y ahora que me entero de todos esos detalles
comprendo lo imprevisible de la realidad y que el acontecimiento no tenía
ninguna relación conmigo, que todo fue un sueño, una grata pesadilla de amor,
que me dejó un rojo vestido de novia
para cubrir a mi negra muñecota... o para que me lo pusiera yo y me sintiera
una china o una más de esas miles de
transexuales de la India, las hijras.
(Pausa.
Luce nervioso. Quiere contar algo. Y al
final lo decide. Otra vez su tono viril)
-Reconozco que Galatea es la segunda mujer que
me abandona o que me deja solo ante mi suerte. Primero lo hace Daniela, mi
última pareja antes de operarme (Pausa larga). La verdad es que nuestra
relación está muerta. Dos veces muerta. No hay forma de darle vida. Ni ella ni
yo podemos engendrar un hijo. No hay nada que hacer…y nos distanciamos hasta
que ella descubre mi baúl con mis trapos íntimos… si ese que tengo desde niño y
que nunca abandoné. Lo abre y ante tantas pantaletas, sostenes, batas y demás trapos,
no se le ocurre otra cosa que armar un escándalo porque cree que soy un
travestí más. Me monta un show feo…riega todos mis trapitos por el apartamento
que compartimos y escenifica un berrinche de película, ayudada por unos cuantos
rones que bebió en seco. Yo la quiero, hemos sido felices, pero su idea de
tener un hijo daña todo. Es seguro que ese problema es mío, pero no hay visita
al médico ni exámenes ni nada parecido... (Pausa) Sí, ya no tengo nada
que hacer. Separarnos para siempre, mientras yo me entrego a los médicos en
Londres para finiquitar la decisión que he tomado: una definitiva reasignación.
(Gritos y llanto a todo pulmón)
(El actor ha terminado de quitarse el vestido
rojo, pero conserva la peluca y sigue con su personaje. Las luces se atenúan,
toma silla y la coloca casi en proscenio.)
- Un momento. Siento frío en los
huesos, la lluvia ha mojado todo y la bruma desdibuja y hace fantasmal el
paisaje. Estoy en mi pueblo natal. Y aquella olvidada tormenta renace, se
arrastra a lo largo de la memoria, y soy el niño que forma fila con sus
compañeros de escuela y estoy de pie en mitad de la calle donde hay perros
ambulantes y gallinas, y espero, esperan todos los temblorosos alumnos de
segundo grado que van a escoltar a Rufo hasta su última morada en un colectivo,
fervoroso acto de piedad. Y alzo la cara, el sol hiere mis ojos. Con esfuerzo
miro tristemente hacia la casa y veo, a través de la puerta, el brillo de los
cirios y el blanco e inerte cuerpecito de Rufo acostado, como dormido sobre la
mesa, entre sábanas limpias y ajadas azucenas de papel. No lo han vestido aún,
y he aquí la sacudida, esa sustancia que mana en silencio y lo oprime, pues una
mirada me deja ver que la hermana de Rufo, o la madre, quién sabe, atraviesa la
calle llevando, cuidadosamente, entre sus brazos extendidos, como para ofrecer
un presente, un hermoso traje de niña rematado de encajes y cintas, y comprendo
el último privilegio de mi amigo, es Rufo y no yo quien partirá hacia el
cementerio vestido, ataviado como una muchachita. Le es imposible escapar y
está solo. Estoy solo frente a las maquinaciones incesantes del azar. Está
solo.
(Pausa)
-Así vislumbro en 1967 lo que puede
ser mi funeral años más tarde. Sin sospecharlo quisiera o quizás desde el
inconsciente, redacté algo que publiqué e incluso fue premiado y aplaudido por
Enrique Izaguirre. Ahora he querido que degusten ese mundo mágico de la
literatura cuando se anticipa a la realidad. Ese cruce de la fantasía con el
mundo complejo donde nos movemos. Algo fantástico que Carlos Castañeda advirtió
sobre su posibilidad. Me falta vida para conocerlo más. Y los muertos no leen.
(Pausa)
-Todo cambia: lo que antes era
posmoderno ahora es modernidad. En todo ese barullo del sexo se pasó de la
ignorancia y el terror a la familiaridad y el desdén, no porque el conocimiento
trajese comprensión, sino porque los otros no detestan todas esas conductas en sí
mismas, sino tener que pensar en ellas. Y esperan, como esperamos nosotros, que
venga un decreto que con sus mágicas palabras legalice todo, aquí y en Londres
o en otras urbes donde la amenaza exista.
(Pausa)
- La juventud vive lo que quiere o lo
que le gusta y sus familias lo aceptan o se ganan un conflicto, pero al final
gana la juventud. La lucha por la identidad comenzó hace siglos y avanza
notablemente. Para el epílogo de mis días puedo vivir y disfrutar de esa
juventud que ahora tiene que descubrir o superar más cosas, pero que no
claudica en sus ambiciones y pasiones. Ahora les queda a ustedes revisar
las tantas cosas que
me pasaron,
recoger tantas lágrimas y sangre que se derramaron e historiarlas para que los
cambios o las novedades sean más apreciados y defenderlos incluso por si
alguien quiere negarlos.
Apagón
final.
Caracas, 14 de octubre de 2008
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BREVE
HISTORIA
Novia en rojo fue estrenada durante los
días 11 y 12 de septiembre de 2009, en la sala Diagonal Pueyrredón 3348 de Mar
del Plata, Argentina. Dirigida por Mónica Marchina y protagonizada por el actor
Mario González.
y Merey
Shulze. Producida por el grupo Teatro del Secadero.
En Caracas
la estrenó José Gregorio Cabello, para el Festival de Teatro de Caracas 2011,
con José Gregorio Becerra en la sala Doris Wells de la Casa del Artista,
el 03 de diciembre de 2011.
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