José Gregorio Magdaleno.
“Satisfecho creo que nunca lo estamos del todo. La insatisfacción puede
ser frustración pero también motivación entendiéndola resorte de búsqueda, de
aspiración a completar lo inacabado, aunque tampoco esto sea del todo posible.
Lo importante es que esa zozobra, que nos tensa en vilo, es un motor de
búsqueda incansable de repuestas, qué terminan siendo más bien preguntas. Así
que diría que estoy satisfecho de mi insatisfacción. Son 44 años desde que comencé
el intento de ser otro, no la ilusión o el disfraz de otra persona hecho
personaje, sino en el sentido de transformarme a mí mismo en otro ser, que
después descubres que en realidad el verdadero siempre ha estado allí oculto,
un tanto olvidado, escapado de sus dolencias circunstanciales y apariencias de
vida, pero enviando mensajes de aliento en pro de su búsqueda, de maneras
distintas, a veces insólitas”.
Así piensa y lo escribe Jose Gregorio, el hijo de Gregorio Magdaleno y Josefina Rodríguez, nacido
el 26 de julio de 1958, en Punto Fijo, Estado Falcón. Actualmente, en lo
académico, es Licenciado en Teatro, mención Gerencia y Producción Teatral (IUDET) y Doctorando
en Ciencias de la Educación en la ULAC. Títulos y tesis que no son frecuentes
en el mundo de las artes escénicas criollas.
Él afirma que el teatro no es para nada ficción; “es una realidad
mítica que la podemos comprobar cuando nuestro cuerpo lo colocamos en el riesgo
del conocimiento originado de la experiencia escénica vivencial, en tanto
emociones, energías y pensamientos en juego. La ficción en el teatro es un
modelo axiomático que construimos para dar vida a lo que apreciamos como
verdad, de allí su aparente artificialidad, pero es que desde ese punto de
vista el lenguaje todo también sería ficción entonces, pero, ¿no obra el
lenguaje como una realidad, no intenta expresarla adquiriendo sus explicación
esencial que no es otra que la formación de una realidad refleja, pero realidad
al fin? El que existan muchos lenguajes sobre una misma realidad no descalifica
a ninguno de ellos como verdad. Cada lenguaje muta hacia las formas que
mejor lo expresan vitalmente. Un buen ejemplo actual son las redes sociales,
artificio programado que se sustenta en la realidad virtual, definición de
origen”.
“Las redes, plataformas tecnológicas de conexión inter e impersonal en
nuestra época, se encuentran desarrollando su vida corpórea digital pero
también sus cuerpos morales. No se sanciona una cuenta por lo que muestra como
expresión de un ser humano detrás de ella, sino por el daño que pueda ocasionar
a la existencia de la propia plataforma. Cada vez más los logaritmos son
símiles pensantes en procura de la denominada IA. Por tanto, se preserva a sí
misma. Y todo esto sucede en la cotidianidad humana. Los niños, hoy en día,
expanden desde su organismo físico la memoria visual, todos los procesos
psíquicos holográficos, fundamentalmente la imaginación, a través de las
imágenes virtuales que accede por medio de dispositivos como Tablet, teléfonos
móviles y otros; para ellos, no hay diferencia cognitiva entre sus proyecciones
visuales y las imágenes desplegadas en las pantallas. En una ocasión un experto
investigador educativo explicaba como su nieto, un niño de seis años, al
responder a sus preguntas, lo hacía complementando con las imágenes encontradas
en la red. Lo que en el pasado un niño procesaba a través de dibujos, pinturas
en un libro físico, hoy lo hace con estas plataformas. Y sin dudas, es
una realidad absoluta para ellos más allá de consideraciones científicas. No
digo que sea bueno o malo, es una realidad que sucede. ¿Hasta dónde realmente
la capacidad de decidir, ese acto humano voluntario aunado a la conciencia, no
sucumbirá ante la tentación de jugar a ser Dios? Realmente no lo sé, inquieta
solo enunciarlo, y no de la manera grata. Así que en resumidas cuentas el
teatro es realidad sin dudas”.
“Por supuesto, cuando me inicie en el teatro tenía 17 años, lejos de
imaginar lo que el destino me depararía y de todas estas reflexiones; un joven
adolescente confundido, recién había fallecido mi padre, tratando de expresar y
encontrar su propio camino, pleno de hormonas festivas, afán de toda persona
que reconoce el caos interior en el cual vive. Estudié sociología en la UDO, en la ciudad de Cumaná en la
región oriental venezolana, un hermoso pueblo del cual guardo apreciados
recuerdos. Allí conocí a quien se convertiría en mi maestro fundamental, no
solo en el teatro, mucho más en la vida misma, hablo de Juan Carlos De Petre, y
el inicio de un largo camino artístico con el Teatro Altosf, una agrupación referente en el teatro
latinoamericano y en la producción de nuevas propuestas escénicas. Fue el
encuentro con una posibilidad: la de transitar un camino que resarciera los
fragmentos revueltos y alienados del ser propio a través del arte, del teatro
en lo particular. Para ello, se necesitaba concebir la búsqueda del
conocimiento, la mayor misión teatral. Esto es posible por la cualidad empática
que privilegia el hacer teatral.
El teatro venezolano, un vistazo
“La realidad actual del teatro venezolano lamentablemente no es la
mejor, ni la deseada, y no es por carencia de capacidades, al contrario, hay
muchísimos niños, jóvenes, adultos, hombres y mujeres capaces de abordar
el hecho creativo con todo el vigor que ello exige. Sin ánimo de querer dar
explicaciones sobre los procesos históricos del teatro a la ligera, ya que ello
demandaría estudios metódicos en el tiempo, existe hoy en día, más allá de las
actuales condiciones económicas del país, una precariedad arrastrada por
décadas en los modos laborales que repercute en todas las dimensiones del hecho
teatral, al punto que se ha desvanecido todo foro artístico trascendente. Esto
deviene por variadas causas, entre ellas, la serie de desatenciones hacia el
teatro en su faz de arte desde las distintas administraciones que han conducido
al país, salvo contadas excepciones generalmente gracias a iniciativas
personales de dirigentes culturales, y no precisamente debido a políticas
coherentes de una visión país cultural del Estado”.
“Basta dar un vistazo para ver la desaparición de colectivos artísticos
teatrales por un lado, y por otro, la disminución de una significativa cantidad
de esos grupos de teatro en todo el país, quedando unos pocos que han logrado
mantenerse a través del tiempo; solo sobrevive un puñado de ellos bajo
esfuerzos titánicos; los festivales regionales y locales, de origen no oficial,
están extintos en su mayoría o reducidos a su mínima expresión; las salas
alternativas y escuelas de teatro no oficiales luchando con las uñas para no
desaparecer, hasta quién sabe cuándo, y así seguiríamos. Creo que también es
nuestra propia responsabilidad, si queremos alejarnos de la quejumbre
especulativa y tratar de ser justos en la mirada. A través del tiempo se han
constituido agremiaciones teatrales que temporalmente lograron ciertos avances,
pero insuficientes de hecho; recordemos recientemente, AVEPROTE, UNETEATRO,
la Red Nacional de Teatro y Circo de Venezuela, o iniciativas
como la Asociación de Teatro Popular
ATP, la Asamblea de Teatros Independientes, el Colegio de Licenciados en Teatro,
el Círculo de Grupos de Teatro- CELCIT,
el proyecto IMPREC, entre otras,
pero ciertamente no logramos cohesionar un cuerpo teatral nacional, que aun con
sus contradicciones, pudiese mantener en el tiempo un sentido vigilante del
hacer teatral en toda su diversidad laboral, social, frente a la sociedad, al
Estado, y a todas las instancias e instituciones nacionales, incluyendo
el propio medio artístico en pro de su crecimiento. No pudimos, hasta ahora,
constituir un aparato gremial permanente adecuado a nuestra sociedad,
quizás entre otras razones, por las necesidades y aspiraciones personales, las
circunstancias y obstáculos de vida, la carencia de una cultura gremial sólida,
no fragmentada, la incomprensión de las circunstancias históricas, sin olvidar
que todos estos cuerpos gremiales se sostenían en sus miembros,
mayoritariamente de escasos recursos materiales; no eran entes
públicos, por tanto sus recursos siempre fueron muy limitados en contraste con
los aparatos de poder político y económico en Venezuela. En fin, lo importante
en todo caso, es reconocer la imposibilidad para poder vislumbrar la
posibilidad.”
“Por otro lado observo la consideración de un teatro oficial como la
política fundamental del Estado a través de instituciones y eventos adscritos
al aparato administrativo público de gobierno, dejando abandonadas las
manifestaciones independientes, alternativas, que suelen ser las que vigorizan
el tejido social, artístico, el pensamiento estético y la formación filosófica,
del medio teatral y de toda la sociedad en este sentido, por provenir de las
propias comunidades artísticas. Por supuesto, las instituciones y estructuras
oficiales culturales siempre han existido, existen y seguirán existiendo, dada
la potestad de los organismos culturales con autoridad para ello; el problema
no radica allí, sino en el abandono y desinterés hacia la generación de
políticas que estimulen la cultura teatral venezolana en todo su espectro
nacional, atendiendo con mayor sustancia al mandato constitucional. Ojala esto
cambie, son mis deseos, a pesar del dicho popular, “los deseos no
empreñan”.
La investigación en el teatro, la creación
“Es que la creación es una realidad que cada día aborda con mayor
contundencia la existencia humana. Acabó de cerrar un ciclo de una investigación
que concluyó provisionalmente tras más de tres años de trabajo en una tesis
doctoral sobre el proceso creador en el teatro. Y hay reflexiones que son
claras, por lo menos en lo que respecta al cuerpo informativo estudiado. El ser
humano nació, no solo para perpetuarse como especie, sino para crear. La
creación es una capacidad inherente a su especificación humana constituida para
formar vida, más allá de la naturaleza biológica. Una capacidad, un poder,
peligrosísimo si no atendemos a razones éticas en cuanto a la preservación del
planeta y de la propia humanidad. Esta capacidad puede crear vida pero también
puede destruirla. Después de la Segunda Guerra Mundial justamente tras la bomba
de Hiroshima, a la ciencia (igual que el arte requiere de la creatividad de sus
hacedores) le fue imposible mantener su impoluta posición neutral científica.
El compromiso de tal objetividad en las ciencias era imposible mantener.
Prestigiosos científicos en el mundo alzaron su voz para hablar de una nueva
ciencia, encabezados por el propio Einstein, delatando la necesidad de una
mayor trasparencia responsable en cuanto a propósitos políticos e
intereses económicos que lesionen la vida humana”.
“Igualmente pude configurar en el modelo propuesto en esta investigación
la existencia en nuestra psiquis de una conciencia creare, así
llamada en el estudio, capaz de abrazar el proceso creador y expresar su
realización, entendiendo la actividad cognitiva desplegada en la actividad
creativa. El proceso creador es absolutamente individual aunque requiera del
concurso de otros para su integración y expresión, tal como sucede en el
teatro, pero debe atenderse en su anterioridad procesal. Por ello, la preciada
libertad para el ser humano, atesorada por los actores, que constituye
procedimiento, y a su vez, logro manifiesto en la autónoma percepción decisoria
personal, cualificada “libertad interior”, por Carl Rogers en su obra”.
“Por cierto, existe una investigación de muchísima importancia llevada a
cabo por la Doctora Elisabeth Gutiérrez, en 1992, sobre el proceso creador en
los escritores, trabajando con José Balza, en narrativa, Luis Alberto Crespo,
en poesía, y José Ignacio Cabrujas, en dramaturgia. Ella no solo fue pionera en
Latinoamérica sobre estudios de procesos creadores en el arte sino también en
la implementación de los métodos cualitativos en investigación. Gutiérrez
encontró que subyace un patrón en el proceso de creación escrita, estableciendo
un modelo constituido por cuatro ámbitos de influencia. Es una lástima que
estos trabajos permanezcan prácticamente empolvados por la inacción de nuestra
institucionalidad educativa e investigativa. Este trabajo se constituyó en un
antecedente vital para el desarrollo de mi investigación, conjuntamente con las
teorías y principios filosóficos de Aristóteles, Freud, Jung, Piaget, Vygotsky,
Stanislavski, Grotowski, Barba, Brook, Gené, De Petre, entre otros tantos
investigadores sobre el aprendizaje, la psiquis y la creatividad, y
creadores dedicados al conocimiento teatral”.
La pandemia que nos azota
“Es imposible no mencionar la actual realidad mundial que vive la
humanidad, estamos completamente afectados por la pandemia del Covid-19,
declarada así por la OMS, desde
la globalidad planetaria hasta nuestros actos más íntimos en el seno de
nuestros espacios familiares e individuales. Aunque estamos aún en pleno shock,
tratamos de reaccionar cada quien cómo puede y desde sus responsabilidades.
Pero sin dudas todo ha cambiado, todo, hasta lo que no parece, y lo que sigue
pareciendo igual. Será entonces imposible ocultar los cuestionamientos que ya
comienzan a flotar ante esta dura realidad. La semántica misma se ve
comprometida en su acción real. Por ejemplo, cómo hablar entonces de una
“seguridad social” que no es segura ni social. Los sistemas de pensiones,
sanitarios, de salud, se verán seriamente afectados más allá de la crisis
actual. Un trabajador o profesional en edad productiva podría sentir ante los
sucesos actuales que los aportes económicos que hace, variados
porcentualmente según cada país, no le garantizarán para nada que en su vejez
ante hechos similares de la actualidad se encuentre a merced, literalmente, de
las decisiones de los dirigentes políticos de turno, como han asomado
algunos mandatarios europeos al pronunciarse sobre no atender a la población
mayor en los hospitales, considerándola prescindible en relación a un enfermo
más joven. Han denunciado hechos, ya las investigaciones, si las hacen, dirán
cuan ciertas son, sobre la decisión de quitarle un respirador a una persona
para dárselo a otro que consideren con mayores posibilidades de sobrevivencia,
denuncias hechas en algunos países de los denominados desarrollados. Una
especie de eutanasia no asumida o peor aún, una velada o inconsciente acción
que rememora la eugenesia y sus distorsiones aplicadas. Igual sucede con el
manejo de la información, ya sea por omisión de ella, por desarticulación.
China, pongamos por caso, está siendo acusada de mantener oculta información al
respecto, y los últimos reportes periodísticos parecieran confirmarlo. O los
procedimientos retardados llevados a cabo bajo decisiones escandalosas como en
Brasil o Estados Unidos, por ejemplo. Son muchas aristas, y lo cierto es que
comienzan a expresarse contradicciones entre nociones de Estado y
Ciudadanía, modelos económicos y políticos, el Poder en todas sus formas
y los individuos y sus necesidades. En el centro del huracán los seres humanos,
nosotros. La sospecha se fortalece. Ojala, siguiendo con los deseos, los más
sean solo bulos, rumores de redes, aunque la sola mención no deje de preocupar”.
“Hay dos textos que seguramente a muchos le han asaltado en estos días: El teatro y su doble, de Antonin
Artaud y La peste de Albert
Camus; el primero nos aborda a partir de la peste registrada en la ciudad de
Cagliari, Cerdeña, en 1720, la expresión de una enfermedad mortal desnudando
las laceraciones del alma, metáfora viva de las revelaciones que Artaud
encuentra entre el arte, el teatro, la peste y las pasiones humanas. “El
espíritu cree lo que ve, y hace lo que cree: Tal es el secreto de la
fascinación” nos dice Artaud. Fascinación de quien mira expectante las
revelaciones ante sí, no otra que la desnudez de la conciencia, manifiesta en
actos heroicos, estoicos, solidarios, pero también en acciones mezquinas,
arrogantes y criminales; caída de los velos morales, espejismos interesados.
Por ello, la sencilla repuesta, cura de la peste, que el personaje Rieux
recomienda a Rambert, en la novela de Camus, La peste: “… el único medio de luchar contra la peste es
la honestidad”. La verdadera enfermedad no es la peste; lo es el
asesinato de nuestra fe, la que ve el espíritu que encarnamos, la que crea
vida. Mas, cada quien sabrá mostrar sin ocultamientos la honestidad de sus
actos, tras buscar el lugar salvo de la peste que corroe toda intención
resarcida, trasformación que Artaud vislumbra en la enfermedad y
cauta esperanza que Camus delinea en la vida de su alegórica ciudad de Orán,
salvaguardada por el conocer”.
Esperanza y porvenir
“Por último, quiero cerrar con los proyectos en ciernes, los artistas
siempre los llevan consigo. Estamos atravesando momentos difíciles para la vida
humana, y todo está en riesgo; sin embargo, el arte desde sus primeros
vestigios en la prehistoria, las cuevas de Altamira y Laseff, ha sobrevivido
mientras se preserve la humanidad; pandemias, catástrofes, guerras, ya
han transitado por el mundo. El teatro lo seguirá haciendo, ahora es tiempo de
atender lo que acontece, la lucha contra este virus para detener su letal
acción, y la necesaria reflexión y cuidado de cada uno”.
Creo que si algo he aprendido del arte es su aliento permanente de lo
imposible posible, diría Aristóteles; que no es más que toda
esperanza es cierta. Así que espero poder concluir el montaje de la nueva
obra Esperando a Phil Collins,
producida por Igual a Uno Teatro, y además poder cumplir con el
compromiso de asistencia a una serie de eventos en México con la obra Tropical, tan pronto las
condiciones lo permitan. Ya llegará ese tiempo. Así mismo proseguir con los
propósitos personales, los afectos, y ahora sí, aspirar con “el deseo que no
desea”, palabras de bien que De Petre ofrece en sus obras, cuando se espera con
vehemencia serena que el porvenir será ajustado a lo sembrado en las almas. Así
espero que el corrosivo temor por tan pequeño y feroz virus se desvanezca
pronto, por el bien de los justos, ojala podamos serlos todos”.
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