Aún no lo puede creer. Constató que su ópera prima tiene total vigencia, al verla dirigida por Marcos Meza Pineda y con la firme actuación del grupo Atea en el Teatro Bellas Artes de Maracaibo, el pasado 25 de junio. Ahora espera que una empresa productora de espectáculos la presente ante los caraqueños, 41 años después de su debut en el Ateneo. Su Vimazoluleka, viento de primavera que azotó a la sociedad de los años 60, retorna con sus viñetas sobre una época convulsa de Venezuela, donde la nada y el porqué de esa nada era la unidad. Pura antropología urbana y no una pieza cualquiera. Fue la primera respuesta criolla al cambio radical del teatro que se dio en el mundo durante las décadas de los 60 y los 70 del pasado siglo.
Levy Rossell Daal (Coro, 23 de abril de 1945) inventó el fonema "vimazoluleka", utilizando las dos primeras palabras de los nombres de sus íntimos compañeros de estudio del Liceo Aplicación. Quería exaltar esa amistad y bautizar su obra, compuesta de dos actos o 16 escenas, nueve canciones y tres situaciones de puesta en escena. Esos amigos desaparecieron cuando hizo 39 funciones en el Ateneo (1966), pasó al auditorio de Ingeniería y finalmente alcanzó seis semanas en la Aula Magna de la UCV. ¿Por qué? Nunca recibió respuesta. Viajó a Nueva York y allá también la escenificó durante cinco meses. En 1968 regresó para escribir y montar -lleva 16 piezas más, desde entonces- y además educar con las artes escénicas a miles de compatriotas, tarea que lo hace feliz, imbatible e indomable.
Durante los años 60 y 70 era algo más que la gran esperanza blanca del teatro. Pero desde entonces no le ha sido fácil la vida. No se dejó manipular ni comprar, rechazó roscas y cofradías y se blindó con sus ideas y su culto exacerbado de lo criollo. Tenía y mantiene conceptos personales que no negocia, algo raro en esta variopinta compraventa en que se ha transformado no sólo la cultura venezolana. No hay que olvidar que a pesar de muchos contratiempos pudo regentar una sala en el sótano 1 de Parque Central, construida bajo sus indicaciones por el Centro Simón Bolívar; pero durante el gobierno del presidente Jaime Lusinchi la entregó porque no pudo cancelar el condominio. ¡Regresaría de otra manera!
Se refugió en La Guaira para trabajar con las comunidades más pobres, pero el deslave de 1999 lo sacó y lo aventó hacia Caracas y otras poblaciones para ganarse al diario yantar. Siete años después, otra generación de actores y productores, en un acto paradójico que sólo se da en el mundo de las artes, lo homenajeó y colocó su nombre a ese mismo espacio donde trabajó intensamente en épocas pretéritas. Aceptó hacer un intenso taller de lectura dramatizada con sus 17 obras. Fue su segundo debut, porque todos, hasta sus eternos rivales, le volvieron a mirar y desde entonces es novedad hasta para los medios de comunicación. ¡La vida te da sorpresas!
A raíz de esa avasalladora experiencia en la ahora sala "Levy Rossell" de Parque Central, el joven Alfredo Corona asumió la tarea de editar las 17 obras leídas, ahora sí corregidas por su autor. Adicionalmente tendrán un compendio o ficha del trabajo del artista y además se les anexará la tesis La cultura es la madre, cosa en la cual él sigue creyendo que es la herramienta fundamental para cualquier transformación social, entendiendo como cultura todo lo productivo, lo positivo, lo que es bueno para el ser humano. ¿No hay otro como él?
Nunca se propuso ser un niño mimado de Caracas, como lo llamó Rubén Monasterios, ni tampoco un niño genio, ya que a los 21 años entró en guerra frontal contra esa gente que suponía que su ascenso era programado. Sí hubo un momento en que se puso a revisar para qué servia todo lo que había hecho en los años 60 y 70, porque en los 80 fue empleado público y lo hizo como para detener su carrera, que arrancó a los 13 años como alfabetizador. Jamás ha perseguido el éxito y su única cuenta o deuda es con Dios. ¡Alabado sea!
CAJA DE TRUCOS
Se considera un actor frustrado porque nunca consiguió quien lo dirigiera, aunque fue alumno de Nicolás Curiel, Alberto Castillo Arráez, César Rengifo, Eduardo Fernández Salomón y Joe Chaiquin, entre otros. Ahora, mientras espera, explica que su Vimazoluleka, híbrido de teatro y música, escrita cuando tenía 16 años, intenta ser una caja de trucos donde hay oculta una idea total y universalista. Llena de innumerables pequeños momentos que transcurren vertiginosamente y son los que le dan su propia personalidad. Debe ser entendida como marco de referencias que permite una rica interpretación. Los personajes líderes de la acción son máscaras grotescas que esconden el dolor de ser ellos en una existencia alienada y solitaria, tratando de interceptar a los otros en su incomunicación. Son uno y mil al mismo tiempo, sumergidos en un aburrimiento agobiante que los obliga a hacer contacto y divertirse, burlándose de quienes viven tal situación, con mentiras fabulosas para crear una gran caricatura que escapa de la realidad para evitar así la confrontación.
Levy Rossell Daal (Coro, 23 de abril de 1945) inventó el fonema "vimazoluleka", utilizando las dos primeras palabras de los nombres de sus íntimos compañeros de estudio del Liceo Aplicación. Quería exaltar esa amistad y bautizar su obra, compuesta de dos actos o 16 escenas, nueve canciones y tres situaciones de puesta en escena. Esos amigos desaparecieron cuando hizo 39 funciones en el Ateneo (1966), pasó al auditorio de Ingeniería y finalmente alcanzó seis semanas en la Aula Magna de la UCV. ¿Por qué? Nunca recibió respuesta. Viajó a Nueva York y allá también la escenificó durante cinco meses. En 1968 regresó para escribir y montar -lleva 16 piezas más, desde entonces- y además educar con las artes escénicas a miles de compatriotas, tarea que lo hace feliz, imbatible e indomable.
Durante los años 60 y 70 era algo más que la gran esperanza blanca del teatro. Pero desde entonces no le ha sido fácil la vida. No se dejó manipular ni comprar, rechazó roscas y cofradías y se blindó con sus ideas y su culto exacerbado de lo criollo. Tenía y mantiene conceptos personales que no negocia, algo raro en esta variopinta compraventa en que se ha transformado no sólo la cultura venezolana. No hay que olvidar que a pesar de muchos contratiempos pudo regentar una sala en el sótano 1 de Parque Central, construida bajo sus indicaciones por el Centro Simón Bolívar; pero durante el gobierno del presidente Jaime Lusinchi la entregó porque no pudo cancelar el condominio. ¡Regresaría de otra manera!
Se refugió en La Guaira para trabajar con las comunidades más pobres, pero el deslave de 1999 lo sacó y lo aventó hacia Caracas y otras poblaciones para ganarse al diario yantar. Siete años después, otra generación de actores y productores, en un acto paradójico que sólo se da en el mundo de las artes, lo homenajeó y colocó su nombre a ese mismo espacio donde trabajó intensamente en épocas pretéritas. Aceptó hacer un intenso taller de lectura dramatizada con sus 17 obras. Fue su segundo debut, porque todos, hasta sus eternos rivales, le volvieron a mirar y desde entonces es novedad hasta para los medios de comunicación. ¡La vida te da sorpresas!
A raíz de esa avasalladora experiencia en la ahora sala "Levy Rossell" de Parque Central, el joven Alfredo Corona asumió la tarea de editar las 17 obras leídas, ahora sí corregidas por su autor. Adicionalmente tendrán un compendio o ficha del trabajo del artista y además se les anexará la tesis La cultura es la madre, cosa en la cual él sigue creyendo que es la herramienta fundamental para cualquier transformación social, entendiendo como cultura todo lo productivo, lo positivo, lo que es bueno para el ser humano. ¿No hay otro como él?
Nunca se propuso ser un niño mimado de Caracas, como lo llamó Rubén Monasterios, ni tampoco un niño genio, ya que a los 21 años entró en guerra frontal contra esa gente que suponía que su ascenso era programado. Sí hubo un momento en que se puso a revisar para qué servia todo lo que había hecho en los años 60 y 70, porque en los 80 fue empleado público y lo hizo como para detener su carrera, que arrancó a los 13 años como alfabetizador. Jamás ha perseguido el éxito y su única cuenta o deuda es con Dios. ¡Alabado sea!
CAJA DE TRUCOS
Se considera un actor frustrado porque nunca consiguió quien lo dirigiera, aunque fue alumno de Nicolás Curiel, Alberto Castillo Arráez, César Rengifo, Eduardo Fernández Salomón y Joe Chaiquin, entre otros. Ahora, mientras espera, explica que su Vimazoluleka, híbrido de teatro y música, escrita cuando tenía 16 años, intenta ser una caja de trucos donde hay oculta una idea total y universalista. Llena de innumerables pequeños momentos que transcurren vertiginosamente y son los que le dan su propia personalidad. Debe ser entendida como marco de referencias que permite una rica interpretación. Los personajes líderes de la acción son máscaras grotescas que esconden el dolor de ser ellos en una existencia alienada y solitaria, tratando de interceptar a los otros en su incomunicación. Son uno y mil al mismo tiempo, sumergidos en un aburrimiento agobiante que los obliga a hacer contacto y divertirse, burlándose de quienes viven tal situación, con mentiras fabulosas para crear una gran caricatura que escapa de la realidad para evitar así la confrontación.
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