¿Si el caraqueño José Ignacio Cabrujas Lofiego estuviese vivo y próximo a cumplir sus primeros 70 años, se habría definido entre ser chavista o escuálido, o vivir exiliado como escritor en Miami o en Ciudad de México, o ser simplemente un flamante y severo crítico de la Quinta República?
Estamos seguros que no hubiese sido indiferente ante lo que ha ocurrido desde 1999. Pero él, que vivió sólo 58 años y unos meses, dejó una vasta obra intelectual, los inolvidables afectos que dio y recibió, además de Diego Cabrujas Palacios, la simiente que le sobrevive.
A quienes les interese auscultar su credo político y deducir de ahí cual sería su comportamiento ciudadano, les recomendamos revisar sus 15 textos teatrales y detenerse precisamente en el melodrama El día que me quieras (1978), leerlo detenidamente y deducir qué proponía al pueblo venezolano dispuesto a luchar por un proceso revolucionario. Y si la lectura resulta aburrida, como suele ocurrir con la literatura dramática, no queda sino presenciar el espectáculo, del cual hasta el pasado domingo se habían realizado 90 funciones, según la puesta en escena que le hizo para la temporada del 2005, el maestro Juan Carlos Gené, donde actúan María Cristina Lozada, Eulalia Siso, Martha Estrada, Marisa Román Héctor Manrique, Basilio Álvarez, Juan Carlos Ogando e Iván Tamayo.
El día que me quieras puede “leerse” como un melodrama de mujeres angustiadas en una Caracas sometida a un poder tiránico -transcurre en 1935 y desde Maracay manda el Benemérito- y cuyas vidas son alteradas para siempre porque las visita de improviso el legendario Carlos Gardel en su casa de La Pastora. Y ellas además descubren que el comunista Pío Miranda no lo es a conciencia, pero si es un chulo, quien sin piedad ha engañado, durante diez años a su enamorada María Luisa Ancizar, y además nunca la tocado más allá de lo permitido, porque la biología no le funciona sino en esa histórica Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
¿Qué quiso predicar Cabrujas? Que un verdadero revolucionario no es mentiroso jamás y lucha siempre por su ideología porque está plenamente convencido de ella y no porque quiere medrar, y además no abusa de la buena fe de quienes lo aman o creen en él. En síntesis: es el deber ser de un revolucionario venezolano, no sólo en el año 1935 sino para siempre.
Hay, por supuesto, otras “lecturas” posibles, pero todas tienen un denominador común: la honestidad de un revolucionario nunca puede ser puesta en tela de juicio. En síntesis: Cabrujas si creía en un proceso de necesarios y profundos cambios sociales, pero los mismos tenían que contar con hombres y mujeres convencidos y no por simple moda.
¿Y por qué Cabrujas metió a Gardel en esa diatriba contra los supuestos revolucionarios? Algunos afirman que lo hizo para respetar el origen del cuento familiar que lo impulso a pergeñar su sainete o su melodrama, otros apuntan que es para derrumbar esos mitos de la farándula que sirven para adormecer a las multitudes y hacerlas soñar en otros mundos supuestamente mejores. Sea lo que sea, la presencia de esa gran estrella latinoamericana es un viento fresco que anima a los personajes encerrados de esa casona de La Pastora, un teatro que prosigue convocando multitudes en esta Tierra de Gracia y donde se le exhiba.
Por supuesto que también es posible una lectura plana, esa que ayuda a la digestión y que no exige mayores complicaciones, pero estamos seguros que ese tipo de espectadores ya no existe en este país, después de largos 400 años de sufrida y constante vida teatral.
A quienes les interese auscultar su credo político y deducir de ahí cual sería su comportamiento ciudadano, les recomendamos revisar sus 15 textos teatrales y detenerse precisamente en el melodrama El día que me quieras (1978), leerlo detenidamente y deducir qué proponía al pueblo venezolano dispuesto a luchar por un proceso revolucionario. Y si la lectura resulta aburrida, como suele ocurrir con la literatura dramática, no queda sino presenciar el espectáculo, del cual hasta el pasado domingo se habían realizado 90 funciones, según la puesta en escena que le hizo para la temporada del 2005, el maestro Juan Carlos Gené, donde actúan María Cristina Lozada, Eulalia Siso, Martha Estrada, Marisa Román Héctor Manrique, Basilio Álvarez, Juan Carlos Ogando e Iván Tamayo.
El día que me quieras puede “leerse” como un melodrama de mujeres angustiadas en una Caracas sometida a un poder tiránico -transcurre en 1935 y desde Maracay manda el Benemérito- y cuyas vidas son alteradas para siempre porque las visita de improviso el legendario Carlos Gardel en su casa de La Pastora. Y ellas además descubren que el comunista Pío Miranda no lo es a conciencia, pero si es un chulo, quien sin piedad ha engañado, durante diez años a su enamorada María Luisa Ancizar, y además nunca la tocado más allá de lo permitido, porque la biología no le funciona sino en esa histórica Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
¿Qué quiso predicar Cabrujas? Que un verdadero revolucionario no es mentiroso jamás y lucha siempre por su ideología porque está plenamente convencido de ella y no porque quiere medrar, y además no abusa de la buena fe de quienes lo aman o creen en él. En síntesis: es el deber ser de un revolucionario venezolano, no sólo en el año 1935 sino para siempre.
Hay, por supuesto, otras “lecturas” posibles, pero todas tienen un denominador común: la honestidad de un revolucionario nunca puede ser puesta en tela de juicio. En síntesis: Cabrujas si creía en un proceso de necesarios y profundos cambios sociales, pero los mismos tenían que contar con hombres y mujeres convencidos y no por simple moda.
¿Y por qué Cabrujas metió a Gardel en esa diatriba contra los supuestos revolucionarios? Algunos afirman que lo hizo para respetar el origen del cuento familiar que lo impulso a pergeñar su sainete o su melodrama, otros apuntan que es para derrumbar esos mitos de la farándula que sirven para adormecer a las multitudes y hacerlas soñar en otros mundos supuestamente mejores. Sea lo que sea, la presencia de esa gran estrella latinoamericana es un viento fresco que anima a los personajes encerrados de esa casona de La Pastora, un teatro que prosigue convocando multitudes en esta Tierra de Gracia y donde se le exhiba.
Por supuesto que también es posible una lectura plana, esa que ayuda a la digestión y que no exige mayores complicaciones, pero estamos seguros que ese tipo de espectadores ya no existe en este país, después de largos 400 años de sufrida y constante vida teatral.
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