El próximo 19 de abril cumple 82 años. Y admite que no se arrepiente de nada de lo hecho. Y para cuando le llegue la hora del mutis definitivo quiere tener las botas puestas, como lo hicieron varios de los personajes que ha encarnado desde la década de los 40, aunque aclara que no hay final ni principio, sino que todo se transforma tal como la aprendió con sus hermanos rosacruces.
Así lo piensa y lo cuenta el primer actor del teatro, el cine y la televisión Carlos Márquez Capecchi, quien regresa a la pantalla de RCTV Internacional gracias al unitario La pensión Amalia, basado en la telenovela original de Salvador Garmendia. Ahí encarna al personaje Elbano, recio millonario y hombre de mundo. “No es una figura muy relevante, no es un protagonista, sino un segundón; pero yo lo hago como si fuese el más importante, porque es lo que he aprendido a lo largo de mi carrera”.
La memoria le permite hilvanar su saga actoral, la cual arranca a los 17 años, cuando conoció los secretos del teatro en el viejo Ateneo de Caracas, en la otrora casa de Andrés Bello, en la esquina Las Mercedes. Manuel Rivas Lázaro lo inició y continuó su aprendizaje en el Centro Venezolano Soviético, donde estaba César Henríquez, y después en el Taller Libre de Arte con Elías Marcheli, durante el montaje de El paquebote de Charles Vitrac. Pero su deambular se detuvo al vincularse a la escuela de Juana Sujo, en los años 50. Ahí conoció a la legendaria actriz argentina, después se desposaron y vivieron felices hasta que ella “se fue de gira”, el 11 de julio de 1962, a los 44 años.
“La conocí porque un amigo, Elisaúl Peraza, me encontró en la plaza de San Jacinto y me dijo que fuese a los estudios de Bolívar Films, donde para ese entonces funcionaba la escuela de Juana, porque la italiana Mara Poeta ensayaba la pieza Detective history. Y así ocurrió y ahí encontré a Fernando Gómez, Paul Antillano, Esteban Herrera y Alberto Castillo Arráez, quienes también participaban, pero nunca se estrenó ese espectáculo; me quedé ahí y dos años más tarde debuté, como profesional, en el Teatro Municipal con Los muertos sin sepultura de Jean Paul Sartre. Lo he dicho siempre y lo repito ahora, que Juana me formó en lo humano, en lo intelectual y en lo artístico”. Reconoce que no lo aprovechó todo por su inmadurez, pero sería años más tarde, cuando se vinculó al rosacrucismo, que pudo comprenderlo todo y aprehender otros estadios del conocimiento.
Como su memoria lo puede traicionar y para que la historia de su marcha artística no se pierda y se cuenten cosas que él no hizo, tiene lista la publicación de su autobiografía, donde está toda la información sobre su dilatada carrera profesional, desde 1952 hasta 2008, inclusive. Ahí figuran las fichas técnicas de la pieza de Sartre hasta el monólogo de José Antonio Rial, Un hombre de otros tiempos; no menos 40 espectáculos teatrales; también lo caracterizado en televisión y cine, decenas y decenas de trabajos. Ese libro tiene unas 220 páginas y en la portada hay una fotografía suya, tomada en el Teatro Los Cedros, durante el montaje de la pieza Ha llegado el inspector de John B. Priestley. Una autobiografía, con abundantes gráficas, sobre una vida artística de lujo, además con datos fieles, no tan conocidos, como sus dos primeros matrimonios (Juana Sujo y Adilia Castillo) y el tercero con la cantante Dolores Beltrán. De esas tres bodas no tiene descendencia, aunque procreó una hija que ya lo hizo abuelo en tres oportunidades."Mi nieto mayor tiene varios años en París”.
Lamenta que ahora no pueda estar al mismo tiempo en un escenario teatral y en un set de televisión, como antes, y además acudir a la universidad, como lo hizo a los 60 años para estudiar en la UCV y obtener una licenciatura en artes escénicas. Se cansa, como es natural, pero lo que nunca olvida es acudir a una edificación en la parroquia Candelaria, donde están sus hermanos rosacruces, a quienes conoció, hace más o menos unos 40 años, gracias al cantante Rafa Galindo. “Estoy feliz de todo lo hecho y de lo que todavía puedo hacer”.
Filosofía de vida
Así lo piensa y lo cuenta el primer actor del teatro, el cine y la televisión Carlos Márquez Capecchi, quien regresa a la pantalla de RCTV Internacional gracias al unitario La pensión Amalia, basado en la telenovela original de Salvador Garmendia. Ahí encarna al personaje Elbano, recio millonario y hombre de mundo. “No es una figura muy relevante, no es un protagonista, sino un segundón; pero yo lo hago como si fuese el más importante, porque es lo que he aprendido a lo largo de mi carrera”.
La memoria le permite hilvanar su saga actoral, la cual arranca a los 17 años, cuando conoció los secretos del teatro en el viejo Ateneo de Caracas, en la otrora casa de Andrés Bello, en la esquina Las Mercedes. Manuel Rivas Lázaro lo inició y continuó su aprendizaje en el Centro Venezolano Soviético, donde estaba César Henríquez, y después en el Taller Libre de Arte con Elías Marcheli, durante el montaje de El paquebote de Charles Vitrac. Pero su deambular se detuvo al vincularse a la escuela de Juana Sujo, en los años 50. Ahí conoció a la legendaria actriz argentina, después se desposaron y vivieron felices hasta que ella “se fue de gira”, el 11 de julio de 1962, a los 44 años.
“La conocí porque un amigo, Elisaúl Peraza, me encontró en la plaza de San Jacinto y me dijo que fuese a los estudios de Bolívar Films, donde para ese entonces funcionaba la escuela de Juana, porque la italiana Mara Poeta ensayaba la pieza Detective history. Y así ocurrió y ahí encontré a Fernando Gómez, Paul Antillano, Esteban Herrera y Alberto Castillo Arráez, quienes también participaban, pero nunca se estrenó ese espectáculo; me quedé ahí y dos años más tarde debuté, como profesional, en el Teatro Municipal con Los muertos sin sepultura de Jean Paul Sartre. Lo he dicho siempre y lo repito ahora, que Juana me formó en lo humano, en lo intelectual y en lo artístico”. Reconoce que no lo aprovechó todo por su inmadurez, pero sería años más tarde, cuando se vinculó al rosacrucismo, que pudo comprenderlo todo y aprehender otros estadios del conocimiento.
Como su memoria lo puede traicionar y para que la historia de su marcha artística no se pierda y se cuenten cosas que él no hizo, tiene lista la publicación de su autobiografía, donde está toda la información sobre su dilatada carrera profesional, desde 1952 hasta 2008, inclusive. Ahí figuran las fichas técnicas de la pieza de Sartre hasta el monólogo de José Antonio Rial, Un hombre de otros tiempos; no menos 40 espectáculos teatrales; también lo caracterizado en televisión y cine, decenas y decenas de trabajos. Ese libro tiene unas 220 páginas y en la portada hay una fotografía suya, tomada en el Teatro Los Cedros, durante el montaje de la pieza Ha llegado el inspector de John B. Priestley. Una autobiografía, con abundantes gráficas, sobre una vida artística de lujo, además con datos fieles, no tan conocidos, como sus dos primeros matrimonios (Juana Sujo y Adilia Castillo) y el tercero con la cantante Dolores Beltrán. De esas tres bodas no tiene descendencia, aunque procreó una hija que ya lo hizo abuelo en tres oportunidades."Mi nieto mayor tiene varios años en París”.
Lamenta que ahora no pueda estar al mismo tiempo en un escenario teatral y en un set de televisión, como antes, y además acudir a la universidad, como lo hizo a los 60 años para estudiar en la UCV y obtener una licenciatura en artes escénicas. Se cansa, como es natural, pero lo que nunca olvida es acudir a una edificación en la parroquia Candelaria, donde están sus hermanos rosacruces, a quienes conoció, hace más o menos unos 40 años, gracias al cantante Rafa Galindo. “Estoy feliz de todo lo hecho y de lo que todavía puedo hacer”.
Filosofía de vida
Carlos Márquez Capecchi, nacido en Guanoco, estado Sucre, y caraqueño desde los nueve años, no reveló las claves de las enseñanzas rosacruces, porque no es su vocero autorizado, aunque recordó que se trata de una filosofía de vida, la cual permite el desarrollo interior del hombre y al mismo tiempo enseña al desprendimiento de lo material. No propone temas meramente especulativos que no tengan una aplicación práctica para el mejoramiento de la vida de sus practicantes y también para ayudar a otros como vivir mejor. Revela cómo los seres humanos tienen un caudal inmenso de energía y de potencialidades que habitualmente desconocen. Y recomienda aprovechar el inmenso potencial de la mente para librarse de las tensiones, conceptos erróneos y enfermedades mentales. La orden Rosacruz fue fundada, hacia el siglo XV, por Christian Rosenkreuz. Para algunos estudiosos el rosacrucismo suele denominársele como cristianismo esotérico.
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