No es el momento para evaluar el largo viaje, cual versión criolla de Peer Gynt, que ha emprendido Gustavo Ott (Caracas, 1965) con su dramaturguia y su gerencia cultural, pero quien pretenda conocerla y ponderarla puede haberlo hecho o estar entregado a ello, sin mucho esfuerzo, a lo largo de los cuatro primeros meses de este 2008, gracias a que él mismo la ha producido o dirigido desde el escenario del Teatro San Martín, espacio abierto para la comunidad del suroeste desde hace 15 años. Ahí se mostraron: Comegato, 120 vidas x por minuto y ahora hace temporada con 80 dientes, 4 metros y 200 kilos. Todas centradas en lo mismo: poetizar la vida de los venezolanos, mostrarlos de carne y hueso, aunque en ese acto haya desgarramientos y muchos dolores. Materializarlos en la escena e invitar al público para que se vean, se contemplen y tomen decisiones. Ese es el principio. y el fin.
En el caso de 80 dientes, 4 metros y 200 kilos, titulo kilométrico que se queda corto para lo que el dramaturgo propone, es la historia de cuatro venezolanos, tres varones y una hembra, que va desde los años 70 hasta finales del siglo XX, en medio de una sociedad competitiva y deshumanizada, donde lo importante es el fin y no los medios. Es una pieza simple pero de una complejidad temática que asusta, porque más allá del mensaje de una sana moral no religiosa, Ott le está diciendo al país que tiene que parar o cambiar, porque de lo contrario va directo al abismo o al infierno para algunos.
Es la historia de un crimen y de las consecuencias del mismo. Es el premio y el castigo de tres criollos que crecieron con un horizonte: ser famosos y tener plata, dólares en este caso. El trío participa o acepta la muerte de la hermana de uno de ellos, después del uso de un droga peligrosa y una violación, y de ahí en adelante se van huyéndole al terruño, pero con el indescriptible monstruo de la culpa pegado a sus espaldas, un animal, por así llamarlo de 80 dientes, 4 metros y 200 kilos, el cual terminara por devorarlos más tarde, dejándolos como muestra de lo que no se debe hacer jamás
Hay en esta pieza una reflexión sobre como el juego del béisbol puede ser dañino o nocivo para una sociedad, sino se le toma como lo que es: un juego, pero que ahora es una disciplina lúdica que se transforma en una maquina de moler gente y de lo que solo se publicitan los éxitos y no los fracasos humanos.
En 80 dientes, 4 metros y 200 dientes, como analiza el hispano Santiago Martín Bermúdez, Ott desarrolla temas y argumentos con los que ha sido recurrente, eso no es malo, sino que indica una pasión. Por eso ahí hay un crimen no admitido, un homicidio fortuito, una situación irreal en la que tres muchachos no parecen dispuestos a asumir su responsabilidad. A falta de ella, aparece el monstruo, ese fantástico ser que es la culpa, una presencia a modo de personaje ausente, que a su vez es una carga para toda la vida.
Para Ott, en medio de los rezagos de ideología cristiana que aún le quedan, las ilusiones se perdieron por una culpa o porque una generación escribe su destino no como sabría, sino como puede. Están Ángel, Cachito, y Cándido, y ausente, pero presente, la hermana de Ángel, Mari Carmen, el cadáver que en otras familias está en el anuario, y que en esta generación esta a la intemperie, o en un saco. Es evidente que los cuatro, incluida la muerta, proporcionan una especial dimensión de su tiempo y de su pueblo, son una especie de metáfora de lo malogrado. Todo eso a lo largo de tres décadas de vidas personales y de desarrollo o atraso social de una comunidad.
Hay muchos elementos del imaginario iberoamericano, ese que integra o compone el emigrante-aventurero-buscavidas, y donde está el béisbol como trampolín a la gloria o a la desdicha, dentro del imaginario venezolano.
Y cómo de toda buena de teatro brotan o manan interrogantes, el público se interrogará sobre asuntos cómo: ¿Es la violencia algo que se puede cometer y acometer con la irresponsabilidad, el olvido, el guiño, la distracción con que se da muerte a Mari Carmen, y por ello viene todo lo demás? ¿Y el béisbol, metáfora o verdadera ilusión, sería una de las maneras que adopta la alienación y la adhesión al imaginario de nuestro tiempo? ¿El capitalismo o el socialismo son las salidas?
Por supuesto que todo es posible de ver en la escena por el justo montaje expresionista de Luis Domingo González y las buenas actuaciones de José Gregorio Martínez, David Villegas, Leonardo Gibbs, Carolina Torres y Rubén León. Un buen conjunto de jóvenes comediantes que se la juegan el todo por el todo con tal de mostrar y convencer con su estrujante drama venezolano, porque eso es esta pieza.
En el caso de 80 dientes, 4 metros y 200 kilos, titulo kilométrico que se queda corto para lo que el dramaturgo propone, es la historia de cuatro venezolanos, tres varones y una hembra, que va desde los años 70 hasta finales del siglo XX, en medio de una sociedad competitiva y deshumanizada, donde lo importante es el fin y no los medios. Es una pieza simple pero de una complejidad temática que asusta, porque más allá del mensaje de una sana moral no religiosa, Ott le está diciendo al país que tiene que parar o cambiar, porque de lo contrario va directo al abismo o al infierno para algunos.
Es la historia de un crimen y de las consecuencias del mismo. Es el premio y el castigo de tres criollos que crecieron con un horizonte: ser famosos y tener plata, dólares en este caso. El trío participa o acepta la muerte de la hermana de uno de ellos, después del uso de un droga peligrosa y una violación, y de ahí en adelante se van huyéndole al terruño, pero con el indescriptible monstruo de la culpa pegado a sus espaldas, un animal, por así llamarlo de 80 dientes, 4 metros y 200 kilos, el cual terminara por devorarlos más tarde, dejándolos como muestra de lo que no se debe hacer jamás
Hay en esta pieza una reflexión sobre como el juego del béisbol puede ser dañino o nocivo para una sociedad, sino se le toma como lo que es: un juego, pero que ahora es una disciplina lúdica que se transforma en una maquina de moler gente y de lo que solo se publicitan los éxitos y no los fracasos humanos.
En 80 dientes, 4 metros y 200 dientes, como analiza el hispano Santiago Martín Bermúdez, Ott desarrolla temas y argumentos con los que ha sido recurrente, eso no es malo, sino que indica una pasión. Por eso ahí hay un crimen no admitido, un homicidio fortuito, una situación irreal en la que tres muchachos no parecen dispuestos a asumir su responsabilidad. A falta de ella, aparece el monstruo, ese fantástico ser que es la culpa, una presencia a modo de personaje ausente, que a su vez es una carga para toda la vida.
Para Ott, en medio de los rezagos de ideología cristiana que aún le quedan, las ilusiones se perdieron por una culpa o porque una generación escribe su destino no como sabría, sino como puede. Están Ángel, Cachito, y Cándido, y ausente, pero presente, la hermana de Ángel, Mari Carmen, el cadáver que en otras familias está en el anuario, y que en esta generación esta a la intemperie, o en un saco. Es evidente que los cuatro, incluida la muerta, proporcionan una especial dimensión de su tiempo y de su pueblo, son una especie de metáfora de lo malogrado. Todo eso a lo largo de tres décadas de vidas personales y de desarrollo o atraso social de una comunidad.
Hay muchos elementos del imaginario iberoamericano, ese que integra o compone el emigrante-aventurero-buscavidas, y donde está el béisbol como trampolín a la gloria o a la desdicha, dentro del imaginario venezolano.
Y cómo de toda buena de teatro brotan o manan interrogantes, el público se interrogará sobre asuntos cómo: ¿Es la violencia algo que se puede cometer y acometer con la irresponsabilidad, el olvido, el guiño, la distracción con que se da muerte a Mari Carmen, y por ello viene todo lo demás? ¿Y el béisbol, metáfora o verdadera ilusión, sería una de las maneras que adopta la alienación y la adhesión al imaginario de nuestro tiempo? ¿El capitalismo o el socialismo son las salidas?
Por supuesto que todo es posible de ver en la escena por el justo montaje expresionista de Luis Domingo González y las buenas actuaciones de José Gregorio Martínez, David Villegas, Leonardo Gibbs, Carolina Torres y Rubén León. Un buen conjunto de jóvenes comediantes que se la juegan el todo por el todo con tal de mostrar y convencer con su estrujante drama venezolano, porque eso es esta pieza.
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