Otra vez cabalga en su rocinante para combatir a los oligarcas. Pero ahora no será desde la pantalla de cine, porque aún el cineasta Román Chalbaud no culmina el rodaje de un millonario filme sobre sus hazañas. Luchará desde el Teatro Arlequín de Valencia, a partir del próximo mes de julio, cuando el autor y director Miguel Torrence estrene una creación escénica sobre el Abel criollo, el primer caudillo social del siglo XIX, “el general del pueblo soberano” Ezequiel Zamora.
El Zamora que Torrence ensaya, con 20 actores, se desarrolla en un solo acto, dividido en 13 unidades. Ahí muestra a un grupo de estudiantes universitarios muy contrariados por lo que una profesora expone sobre el líder popular, la increpan y le piden permiso para hacer una exposición que ellos han preparado sobre los orígenes y las batallas que se dieron durante la guerra federal o la guerra de los cinco años, haciendo hincapié en la importancia de aquel pulpero de Villa de Cura, quien que se alza el 7 de septiembre de septiembre de 1846 y lanza sus consignas: “Tierra y hombres libres”, “Respeto al campesino” y “Desaparición de los godos”. Si ellos no logran convencerla, están dispuestos a abandonar la universidad. “El epílogo y el colofón no se cuentan”, puntualiza Torrence, quien ya sueña con una gira nacional de su Zamora.
Así de simple, pero cargado de sólidos conceptos políticos, es el teatro zamorano que el quinto hijo de Aracelys Estrada de Torrence y Miguel Ángel Torrence, promete sobre ese “gran estratega militar, malogrado por la traición de algunos de sus seguidores, mientras sitiaba a la población de San Carlos, aquel 10 de enero de 1860.Una conjura que hundió a la más profunda rebelión popular y cuyas consecuencias las estamos pagando todavía, porque son muy graves los daños causados a las luchas reivindicativas”.
Estudió teatro en la Escuela Ramón Zapata con el maestro Eduardo Moreno y debutó como actor hacia el 11 de octubre de 1960, en un doble espectáculo con los textos Petición de mano y El aniversario de Anton Chejov. Se dedicó de lleno a la dramaturgia y la dirección de espectáculos y es por eso que, hasta ahora, tiene más de 300 montajes y unas 60 obras escritas.
Como puestista debutó en 1961 y admite que “la fecha se me ha borrado, pero no puedo olvidar que fue en un espacio abierto en Naguanagua, donde hasta el ejército tuvo que intervenir para controlar al público alborotado o entusiasmado por lo que les estaba mostrando: una versión libre de la popular fábula La bella durmiente del bosque encantado”.
Reconoce que una de sus grandes pasiones ha sido la historia y por su amor hacia el país ha utilizado el teatro para hacer diversas versiones historiográficas como Apogeo y caída del 18 Benemérito, donde que alude al general Páez, “el más grande los traidores que ha tenido la república sobre Páez, el felón más grande que ha tenido la república”. Tiene un tríptico sobre las heroínas Joaquina Sánchez, Josefa Herrera y Manuela Sáenz. Además cuenta con Bolívar y Manuela, amor amor, Épica y muerte de Sucre, Las mocedades de Bolívar, Bolívar joven, y ahora monta Zamora.
Torrence ha sido clave para el desarrollo del teatro de varias regiones, ya que formó notables generaciones de comediantes, como Aroldo Betancourt, Kiddio España y Grecia Colmenares, entre otros, y logró apuntalar el Departamento de Artes Escénicas de la Universidad de Carabobo con la creación del TU, agrupación que incluso obtuvo premios internacionales. También ha estado al frente del Compañía Regional de Teatro de Carabobo y, por si fuera poco, es el líder del Teatro Arlequín, con casi 48 años de labores, consecuente institución que desde 1993 dispone de un espacio teatral propio para 300 personas, un verdadero centro polivalente para las artes escénicas.
Este artista, que ha enfrentado infortunios de toda índole, “porque los enemigos no duermen”, asegura que desde 1960 no ha dejado de teatralizar la cotidianidad y ahora solo espera editar su libro donde compilará todas sus creencias estéticas, para iniciar después así una severa revisión de todas sus piezas teatrales, antes de proceder a editarlas. “No he querido editar y después corregir. Reviso y después imprimo”.
Mascota
El Zamora que Torrence ensaya, con 20 actores, se desarrolla en un solo acto, dividido en 13 unidades. Ahí muestra a un grupo de estudiantes universitarios muy contrariados por lo que una profesora expone sobre el líder popular, la increpan y le piden permiso para hacer una exposición que ellos han preparado sobre los orígenes y las batallas que se dieron durante la guerra federal o la guerra de los cinco años, haciendo hincapié en la importancia de aquel pulpero de Villa de Cura, quien que se alza el 7 de septiembre de septiembre de 1846 y lanza sus consignas: “Tierra y hombres libres”, “Respeto al campesino” y “Desaparición de los godos”. Si ellos no logran convencerla, están dispuestos a abandonar la universidad. “El epílogo y el colofón no se cuentan”, puntualiza Torrence, quien ya sueña con una gira nacional de su Zamora.
Así de simple, pero cargado de sólidos conceptos políticos, es el teatro zamorano que el quinto hijo de Aracelys Estrada de Torrence y Miguel Ángel Torrence, promete sobre ese “gran estratega militar, malogrado por la traición de algunos de sus seguidores, mientras sitiaba a la población de San Carlos, aquel 10 de enero de 1860.Una conjura que hundió a la más profunda rebelión popular y cuyas consecuencias las estamos pagando todavía, porque son muy graves los daños causados a las luchas reivindicativas”.
Estudió teatro en la Escuela Ramón Zapata con el maestro Eduardo Moreno y debutó como actor hacia el 11 de octubre de 1960, en un doble espectáculo con los textos Petición de mano y El aniversario de Anton Chejov. Se dedicó de lleno a la dramaturgia y la dirección de espectáculos y es por eso que, hasta ahora, tiene más de 300 montajes y unas 60 obras escritas.
Como puestista debutó en 1961 y admite que “la fecha se me ha borrado, pero no puedo olvidar que fue en un espacio abierto en Naguanagua, donde hasta el ejército tuvo que intervenir para controlar al público alborotado o entusiasmado por lo que les estaba mostrando: una versión libre de la popular fábula La bella durmiente del bosque encantado”.
Reconoce que una de sus grandes pasiones ha sido la historia y por su amor hacia el país ha utilizado el teatro para hacer diversas versiones historiográficas como Apogeo y caída del 18 Benemérito, donde que alude al general Páez, “el más grande los traidores que ha tenido la república sobre Páez, el felón más grande que ha tenido la república”. Tiene un tríptico sobre las heroínas Joaquina Sánchez, Josefa Herrera y Manuela Sáenz. Además cuenta con Bolívar y Manuela, amor amor, Épica y muerte de Sucre, Las mocedades de Bolívar, Bolívar joven, y ahora monta Zamora.
Torrence ha sido clave para el desarrollo del teatro de varias regiones, ya que formó notables generaciones de comediantes, como Aroldo Betancourt, Kiddio España y Grecia Colmenares, entre otros, y logró apuntalar el Departamento de Artes Escénicas de la Universidad de Carabobo con la creación del TU, agrupación que incluso obtuvo premios internacionales. También ha estado al frente del Compañía Regional de Teatro de Carabobo y, por si fuera poco, es el líder del Teatro Arlequín, con casi 48 años de labores, consecuente institución que desde 1993 dispone de un espacio teatral propio para 300 personas, un verdadero centro polivalente para las artes escénicas.
Este artista, que ha enfrentado infortunios de toda índole, “porque los enemigos no duermen”, asegura que desde 1960 no ha dejado de teatralizar la cotidianidad y ahora solo espera editar su libro donde compilará todas sus creencias estéticas, para iniciar después así una severa revisión de todas sus piezas teatrales, antes de proceder a editarlas. “No he querido editar y después corregir. Reviso y después imprimo”.
Mascota
Miguel Torrence (Valencia, 22 de marzo de 1940) comenzó a trabajar a los 11 años porque tenia que ayudar a mantener su familia, pero sin descuidar su formación política y cultural, para lo cual tenia como padrinos a los intelectuales y políticos Evaristo y Cayetano Ramírez. “A los siete años yo era la mascota del comité carabobeño del Partido Comunista de Venezuela. Cuando crecí participé en las actividades partidistas y hasta fui guerrillero. Después me distancié por el dogmatismo de su dirigencia, pero soy un izquierdista irreductible, marxista humanista. Mi formación fue, fundamentalmente autodidacta, y comenzó muy temprano, aunque mis padres me quemaron una biblioteca porque me estaba enfermando de tanto leer. Han pasado los años y además dejo como legado mis dos nietos y mis cuatro hijos. Los Torrence continúan”.
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