Una roca rojiza ha devorado hasta la cintura a Winnie, mujer de mediana edad, quien, en medio de una atmósfera cálida, despierta al ruido de un timbre para exclamar, muy alegre, “¡Otro dia celestial!”, e iniciar así, quizás su última jornada sobre el planeta, de unos 80 minutos destinados a recordar o inventar recuerdos sobre su vida, acompañada, de manera casi tangencial, por Willie. Al finalizar, ella es engullida por esa misteriosa piedra, mientras ha estado reiterando, cual inmisericorde letanía, la felicidad de todos sus días.
Así se resume la sinopsis del espectáculo Los días felices, de Samuel Beckett, que la Compañía Nacional de Teatro (CNT) presenta desde este viernes 12, a las siete de la noche, en la Sala Juana Sujo de la Casa del Artista, con la participación de los actores Diana Volpe, y Salomón Adames, como Winnie y Willie, bajo al dirección de Dairo Piñeres.
PARADIGMA
Samuel Becket (Dublín, 13 de abril de 1906/París, 22 de diciembre de 1989), en entrevista concedida a Lauwrence Shainberg (1981) sugiere, tal vez sin saberlo, el origen de su texto. “Es una paradoja pero con la vejez, que es cuando más disminuyen las posibilidades, tanto más aumentan los chances. Con la capacidad de concentración disminuida, la pérdida de la memoria y la inteligencia oscurecida, aumentan las posibilidades de decir algo más relacionado con lo que uno realmente es. Aunque todo parece inexpresable, la necesidad de expresar subsiste. Un niño necesita hacer un castillo de arena, aunque no tenga sentido, En la vejez con sólo unos granos de arena, uno tiene la posibilidad mayor”.
Los días felices, escrito en 1960 para la legendaria actriz Madeleine Renaud y estrenado en Nueva York durante la temporada de 1961, es considerado como el paradigma del teatro del absurdo y además es rotulado como “la tragedia de la orfandad”
DEBUTANTES
Para Piñeres (33 años) es la primera vez que aborda la dirección de un texto becketiano, aunque tiene en su “hoja de vida profesional” no menos de 60 montajes. Aceptó este reto que la ofreció el actual director de la CNT, Eduardo Gil, ya que el otro espectáculo posible, Homenaje a Brecht, un reconocimiento a la larga carrera profesional de Nicolás Curiel, había sido adjudicado al director Miguel Issa. “No pude escoger, sino que me dijeron ‘esto es lo que hay’ o ‘lo que tenemos para ti’. Y lo acepté porque es un reto, ya que es muy importante lo que Beckett expresa con esta pieza y toda su obra. Es un profeta sobre lo que nos espera a los seres humanos ante la perdida de la palabra y del movimiento, no sólo en lo filosófico sino en la realidad, precisamente cuando, cada vez más, la libertad va siendo constreñida por las sociedades y hasta por la misma ciencia. Un teatro sobre la marcha inexorable de la humanidad hacia la no existencia, hacia la muerte de las conciencias individuales”.
Tambien aceptó Los días felices porque es un reto para su “línea tradicional como puestista”, ya que es una obra donde “la actriz esta enterrada en esa especie de montaña del consumismo y va siendo devorada lentamente. El público podrá juzgar lo que hice, gracias a la gran cooperación de Diana y Salomón, además del equipo de la CNT que me ha acompañado”.
Diana Volpe dice que es el primer Beckett en su carrera actoral, la cual comenzó hace 25 años con el director Costa Palamides en el espectáculo La farsa salsa. Y comenta que su personaje Winnie “es una mujer sola, pero casada y en ese orden. No sabe dónde está, aunque eso no es lo importante, porque lo que Becktt hizo fue tomar una situación domestica y quitarle todos los adornos para que quedara el hueso y finalmente la entierra. Winnie es una mujer casada y tiene un marido, porque, como muchos seres casados, sus compañeros o compañeras no los escuchan, no participan en sus actividades. Es un matrimonio que ha durado demasiado y que, pesar de todo, ella reconoce que está bien y que es por lo tanto una mujer feliz”.
La Winnie venezolana comenta que la obra la atrapó desde la primera lectura, a pesar que se acercó con gran angustia, “pero después de la primera lectura, me di cuenta que era una obra del absurdo teatral. Ella salta de una situación a otra sin ninguna relación, pero cuando más le leo me doy cuenta que si hay una coherencia en todo lo que mi personaje dice y hace. En este montaje hay una dificultad que es memorizar el texto porque no hay una guía que la lleve a una, de una frase se salta a la otra y así hasta el final, aparentemente sin relación alguna. Para memorizarla tuve que empezar a buscarle que es lo que me lleva a decirla desde la a hasta la p y cuando empecé ese ejercicio me di cuenta de que si hay una coherencia con todo lo que ahí se dice”.
Salomón Adames, que debutó en el teatro con La misa del esclavo, de Luis Brito Garcia, dirigida por Nicolás Curiel, en 1979, dice que su Willie es un personaje de apoyo. Es parte de los utensilios que tiene Winnie. Es un recuerdo y no existe como tal. Es la misma indefinición en que ha sido creado. Es una especie de símbolo activo, que ella, Winnie, al final lo puede ver.
Comenta el Willie criollo que le gustan más otras piezas de Beckett, en lo literario, especialmente Esperando a Godot, la cual leyó en la Escuela de Artes de la UCV, en un taller con el profesor Ugo Ulive.”Los días felices es un teatro sobre la desolación o sobre la desesperanza. Ahí todo es simbólico. Pero me gusta que se haya montado porque en estos tiempos la mayoría del teatro se ha banalizado y esta obra invita a pensar, porque no se le pueda dar todo masticado al público”.
Así se resume la sinopsis del espectáculo Los días felices, de Samuel Beckett, que la Compañía Nacional de Teatro (CNT) presenta desde este viernes 12, a las siete de la noche, en la Sala Juana Sujo de la Casa del Artista, con la participación de los actores Diana Volpe, y Salomón Adames, como Winnie y Willie, bajo al dirección de Dairo Piñeres.
PARADIGMA
Samuel Becket (Dublín, 13 de abril de 1906/París, 22 de diciembre de 1989), en entrevista concedida a Lauwrence Shainberg (1981) sugiere, tal vez sin saberlo, el origen de su texto. “Es una paradoja pero con la vejez, que es cuando más disminuyen las posibilidades, tanto más aumentan los chances. Con la capacidad de concentración disminuida, la pérdida de la memoria y la inteligencia oscurecida, aumentan las posibilidades de decir algo más relacionado con lo que uno realmente es. Aunque todo parece inexpresable, la necesidad de expresar subsiste. Un niño necesita hacer un castillo de arena, aunque no tenga sentido, En la vejez con sólo unos granos de arena, uno tiene la posibilidad mayor”.
Los días felices, escrito en 1960 para la legendaria actriz Madeleine Renaud y estrenado en Nueva York durante la temporada de 1961, es considerado como el paradigma del teatro del absurdo y además es rotulado como “la tragedia de la orfandad”
DEBUTANTES
Para Piñeres (33 años) es la primera vez que aborda la dirección de un texto becketiano, aunque tiene en su “hoja de vida profesional” no menos de 60 montajes. Aceptó este reto que la ofreció el actual director de la CNT, Eduardo Gil, ya que el otro espectáculo posible, Homenaje a Brecht, un reconocimiento a la larga carrera profesional de Nicolás Curiel, había sido adjudicado al director Miguel Issa. “No pude escoger, sino que me dijeron ‘esto es lo que hay’ o ‘lo que tenemos para ti’. Y lo acepté porque es un reto, ya que es muy importante lo que Beckett expresa con esta pieza y toda su obra. Es un profeta sobre lo que nos espera a los seres humanos ante la perdida de la palabra y del movimiento, no sólo en lo filosófico sino en la realidad, precisamente cuando, cada vez más, la libertad va siendo constreñida por las sociedades y hasta por la misma ciencia. Un teatro sobre la marcha inexorable de la humanidad hacia la no existencia, hacia la muerte de las conciencias individuales”.
Tambien aceptó Los días felices porque es un reto para su “línea tradicional como puestista”, ya que es una obra donde “la actriz esta enterrada en esa especie de montaña del consumismo y va siendo devorada lentamente. El público podrá juzgar lo que hice, gracias a la gran cooperación de Diana y Salomón, además del equipo de la CNT que me ha acompañado”.
Diana Volpe dice que es el primer Beckett en su carrera actoral, la cual comenzó hace 25 años con el director Costa Palamides en el espectáculo La farsa salsa. Y comenta que su personaje Winnie “es una mujer sola, pero casada y en ese orden. No sabe dónde está, aunque eso no es lo importante, porque lo que Becktt hizo fue tomar una situación domestica y quitarle todos los adornos para que quedara el hueso y finalmente la entierra. Winnie es una mujer casada y tiene un marido, porque, como muchos seres casados, sus compañeros o compañeras no los escuchan, no participan en sus actividades. Es un matrimonio que ha durado demasiado y que, pesar de todo, ella reconoce que está bien y que es por lo tanto una mujer feliz”.
La Winnie venezolana comenta que la obra la atrapó desde la primera lectura, a pesar que se acercó con gran angustia, “pero después de la primera lectura, me di cuenta que era una obra del absurdo teatral. Ella salta de una situación a otra sin ninguna relación, pero cuando más le leo me doy cuenta que si hay una coherencia en todo lo que mi personaje dice y hace. En este montaje hay una dificultad que es memorizar el texto porque no hay una guía que la lleve a una, de una frase se salta a la otra y así hasta el final, aparentemente sin relación alguna. Para memorizarla tuve que empezar a buscarle que es lo que me lleva a decirla desde la a hasta la p y cuando empecé ese ejercicio me di cuenta de que si hay una coherencia con todo lo que ahí se dice”.
Salomón Adames, que debutó en el teatro con La misa del esclavo, de Luis Brito Garcia, dirigida por Nicolás Curiel, en 1979, dice que su Willie es un personaje de apoyo. Es parte de los utensilios que tiene Winnie. Es un recuerdo y no existe como tal. Es la misma indefinición en que ha sido creado. Es una especie de símbolo activo, que ella, Winnie, al final lo puede ver.
Comenta el Willie criollo que le gustan más otras piezas de Beckett, en lo literario, especialmente Esperando a Godot, la cual leyó en la Escuela de Artes de la UCV, en un taller con el profesor Ugo Ulive.”Los días felices es un teatro sobre la desolación o sobre la desesperanza. Ahí todo es simbólico. Pero me gusta que se haya montado porque en estos tiempos la mayoría del teatro se ha banalizado y esta obra invita a pensar, porque no se le pueda dar todo masticado al público”.
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