martes, abril 22, 2008

Poeta venezolano inspiró teatro de Vargas Llosa

Con 72 años recién cumplidos, Mario Vargas Llosa está de nuevo en el centro de una polémica cultural sobre la identidad sexual en Lima. Desde el pasado 29 de marzo se presenta su melodrama Al pie del Támesis, dirigido por Luis Peirano, en el Teatro Británico. Ahí, ambientados en una suite del hotel Savoy de Londres, dos peruanos: “El chispas”, exitoso hombre de negocios encarnado por Alberto Isola, y una supuesta antigua amiga Raquel, asumida por Bertha Poncorvo, se reencuentran después de 35 años.
Para escribir Al pie del Támesis -hasta ahora tenía cinco obras estrenadas- Mario hizo el borrador en dos semanas y necesitó cinco años para culminarlo.“Nunca dejará de maravillarme la manera como nacen en mi cabeza las historias. Brotó de una conversación en Londres con Guillermo Cabrera Infante, hará unos seis años. Él me preguntó: ¿Te acuerdas del poeta venezolano Esdras Parra? Me acordaba bastante bien. Era un muchacho delgado, algo tímido, al que había conocido en los años sesenta, en Caracas, cuando él dirigía o codirigìa la revista literaria Imagen. Habíamos conversado algunas veces y, durante algún tiempo, tuvo la gentileza de enviarme a Londres la publicación que dirigía y con la cual colaboré algunas veces. ¿Por qué me preguntaba Cabrera Infante si me acordaba de aquel venezolano? Él lo había vuelto a ver pero ahora convertido en una señora. Se había hecho una operación: había cambiado de sexo, de voz, de atuendo. A mí me impresionó esa imagen y de ahí partí para mi obra”.
De esa anécdota, como lo reiteró ante los periodistas de los diarios Correo y La República en Lima, emergió Al pie del Támesis, la cual está vinculada con su novela Los cachorros, según los críticos, pues en ambas los protagonistas sufrieron de niños unas terribles experiencias sexuales que los marcarían para toda la vida. En una hay una castración real, mientras que en el teatro hay algo más simbólico, pues “El chispas”, de 13 años, reacciona violentamente cuando Pirulo Saavedra, su mejor amigo, vecino y compañero de estudio, intenta besarlo en los labios.
Ese episodio, contado 50 años después por “El Chispas” a Raquel, es clave en la trama, porque él no recuerda que Pirulo tuviese una hermana y finalmente deduce que ella sólo puede ser su otrora amigo, después de un radical cambio de sexo. La conversación de los dos personajes desemboca en las fantasías de las que pudieron ser sus vidas de haber tomado aquel incidente de otra manera. La obra culmina de forma inesperada: Raquel no existe, es una fantasía de “El Chispas”, quien sí mató a Pirulo décadas atrás, y ahora carga una culpa, entre otras cosas
INTOLERANCIA
Mario, que no usó otros detalles de la compleja historia de Esdras para su pieza, admite que la transexualidad es el tema de Al pie del Támesis al llevar al escenario un problema de identidad. ”Es la identidad sexual sí, pero digamos es la identidad. Creo que es un tema muy fascinante porque es un tema que tiene que ver con la libertad humana. Creo que la verdadera libertad humana significa para un individuo poder elegir totalmente su identidad. Es decir, en qué dioses cree o no cree, dentro de qué cultura va a vivir, qué lenguaje va a ser fundamentalmente el suyo, qué convicciones, qué principios, qué valores van a ser los que normen su vida y cuál va a ser su sexo. Eso en el pasado no se elegía, eso venía impuesto por tu pertenencia a una comunidad. No podías ser otra cosa. Pero a medida que avanza la civilización el individuo se va desprendiendo mucho de esa comunidad y va eligiendo de acuerdo con su vocación, de acuerdo a sus convicciones, de acuerdo a sus instintos, lo que realmente quiere ser. Ese es el tema, yo creo, profundo de mi obra”.
Además Mario ha dicho que “lo más humano que existe es el cambio, que hace que la vida sea una aventura; bueno, hay gentes que no cambian, es la vida de los animales, de las piedras. A mí la homosexualidad nunca me tentó, pero si me hubiera tentado la hubiera asumido con dignidad”.
Reconoce, y de ahí la polémica y el escándalo soterrado generado en la capital peruana que han servido para agotar la boletería, que su obra “va contra la intolerancia de nuestra sociedad, porque el Perú, aunque ha avanzado bastante, todavía es una sociedad muy machista y muy llena de prejuicios. Sobre Esdras Parra, me enteré después que regresó a Venezuela, siguió escribiendo, recibió apoyo de su familia. Se convirtió en una persona pública, digamos su caso lo utilizó para promover un poco la idea de la libertad sexual. Murió de 65 años. Yo me pregunto qué pasaría en el Perú con un caso así. Hasta qué punto encontraría comprensión y hasta qué punto se convertiría en un personaje más bien marginado”.
VOCACIÓN
Mario comenta que su primera vocación artística fue el teatro. “Si en Lima hubiera habido un movimiento teatral y la posibilidad de montar mis obras, yo habría sido más dramaturgo que novelista. Aunque nunca abandoné la afición por el teatro y, en los 70, volví otra vez a ese viejo amor. Creo que en el teatro cabe todo, el teatro es la vida. En realidad no depende de los temas sino de lo que hace el autor, en qué convierte esos temas sobre un escenario. El tema más rico, más importante puede ser banalizado terriblemente por un autor que no tiene talento y el tema más tonto de pronto convertirse en un tema fundamental sobre la condición humana si es que pasa por las manos de un gran creador, de un gran escritor.
Mario conoció al teatro en su infancia, cuando vio Muerte de un viajante, de Arthur Miller, montada por una compañía argentina que era dirigida por Francisco Petrone, en el Teatro Segura. “Y para mí ha sido una de las grandes experiencias como espectador de mi vida. A mí esa obra me revolucionó, y me impresionó sobre todo que en una obra de teatro ocurrieran las cosas con esa misma libertad que ocurrían en las novelas modernas: saltos en el tiempo o saltos en el espacio. Y creo que lo primero que escribí más o menos en serio fue una obrita de teatro entusiasmado por la experiencia de haber visto esa obra, y desde entonces el teatro ha sido un amor paralelo, a veces muy interrumpido por muchos años, pero siempre he tenido el teatro cerca”.
“El teatro es una de las formas de la ficción y lo que me gusta del teatro es que se viven historias, historias que son ficciones. Y de todos los géneros literarios el que simula mejor la vida es el teatro. En ningún otro género una historia se encarna en seres de carne y hueso. Ahí, en el escenario, una historia se vive como se vive en la vida. Es una vida simulada, pero simulada sólo hasta cierto punto porque quienes encarnan a los personajes son de carne y hueso. Además el teatro posee la característica esencial de la vida que es la fugacidad: aquello ocurre y deja de ocurrir y desaparece como en el mundo real. Entonces, yo siendo un novelista que ama profundamente la novela, en el teatro esa ilusión de vida me parece más intensa, es el género que llega realmente a tocar la vida: máxima ilusión de un escritor de ficciones”.

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