Su paladar no olvidará nunca los sabores de las caraotas, las arepas y los plátanos que ha devorado en el hogar familiar durante décadas. Aunque esas viandas también las prepara en su casa, allá en la estadounidense Athens, Georgia, donde ha vivido los últimos 14 años con su esposo y sus hijos, ella viene periódicamente a Caracas-aquí nació hace 50 años-para recargar baterías y poner a prueba su memoria, además de los sentimientos. Pero lo que también la hace tener los ojos puestos sobre su urbe son las telenovelas o teleculebras, como las denominan, metafóricamente, los periodistas de farándula.
Sí, porque ella, Carolina Acosta-Alzuru, es una intelectual con obra propia, profesora universitaria, doctora en Comunicación Social, y además una especialista en evaluar aquello por lo cual el inolvidable José Ignacio Cabrujas (1937-1995) le dio dignidad a los melodramas románticos y seriados.
Carolina pateó de nuevo las calles caraqueñas porque vino a la presentación de su libro Venezuela es una telenovela, obra de obligatoria consulta para todos los que quieren saborear las verdades de ese fantástico medio de entretenimiento, donde ella, en 294 páginas, hizo un inusitado paralelo entre la reciente vida política criolla con la exitosa telenovela de Venevisión: Cosita rica, de Leonardo Padrón.
Su libro le exigió 15 meses de trabajo de campo, y dos años más para analizar todo el material colectado y la redacción final. En consecuencia, ya le han pedidos los derechos para traducir al inglés la publicación, pero mientras tanto escribe artículos especiales para varias publicaciones de Europa y Estados Unidos, además de dictar conferencias sobre la temática y los estilos de las telenovelas.
No pretende escribir telenovela alguna ni dar cátedra de cómo deben ser redactadas o escritas. Es una investigadora de la intersección entre medios, cultura y sociedad, y eso es que lo enseña en la escuela de periodismo y comunicación de masas de la Universidad de Georgia. Y su libro es un depurado trabajo académico, donde aplica modelos teóricos para que ordenar sus estudios e investigaciones en producción, representación, identidad, consumo y regulación de las teleculebras. No pretende demostrar nada, sino estudiar el fenómeno social o el impacto de cada telenovela, tal como hizo con Cosita rica.
Explica que las telenovelas hoy por hoy alcanzan éxito internacional o mundial, si se tiene en cuenta que se ven o consumen en más de 130 naciones. Y eso la llena de orgullo, porque ese genero tan vilipendiado, que es nativo del Tercer Mundo, tiene algo que atrapa a los pueblos, sin distingos de razas, creados y sexos, como es la universalidad del amor.
“Las telenovelas no sólo las disfrutan las mujeres de bajos estratos sociales, no, nada de eso, hay algo que atrapa o engaña a todo el mundo. Es el espectáculo del sentimiento y sentimientos tenemos todos. Y la gente se relaciona con la telenovela de una manera que no es totalmente racional, es afectiva y eso también influye en los conocimientos, en la cultura. A la gente le gusta la historia del ascenso social y en especial cuando se usa esa escalera del amor”.
Reconoce que la telenovela ha impactado en el mundo, como antes lo hicieron los melodramas literarios del siglo XIX, o folletines por entregas, porque cuentan siempre historias de amores con obstáculos o contrariados, siempre con caras de mujer, en esas sociedades de economías impredecibles. “Pero yo no estudio las telenovelas rosas o cenicientas, sino las otras, las de ruptura, donde hay conflictos y cambios sociales, captados de las realidades de cada país, donde hay además tragedias personales. Cosita rica es un fenómeno único, como producto y por sus consecuencias”.
El futuro es bueno para las telenovelas por el éxito con la audiencia, pero a Carolina le preocupa la “mexicanización”, porque eso le puede quitar creatividad que es lo que las ha universalizado. “Las mexicanas son truculentas y barrocas y no son originales, sino refritos de libretos exitosos. Y todo esto ocurre cuando la producción venezolana vive momentos difíciles”.
Cosita rica
Sí, porque ella, Carolina Acosta-Alzuru, es una intelectual con obra propia, profesora universitaria, doctora en Comunicación Social, y además una especialista en evaluar aquello por lo cual el inolvidable José Ignacio Cabrujas (1937-1995) le dio dignidad a los melodramas románticos y seriados.
Carolina pateó de nuevo las calles caraqueñas porque vino a la presentación de su libro Venezuela es una telenovela, obra de obligatoria consulta para todos los que quieren saborear las verdades de ese fantástico medio de entretenimiento, donde ella, en 294 páginas, hizo un inusitado paralelo entre la reciente vida política criolla con la exitosa telenovela de Venevisión: Cosita rica, de Leonardo Padrón.
Su libro le exigió 15 meses de trabajo de campo, y dos años más para analizar todo el material colectado y la redacción final. En consecuencia, ya le han pedidos los derechos para traducir al inglés la publicación, pero mientras tanto escribe artículos especiales para varias publicaciones de Europa y Estados Unidos, además de dictar conferencias sobre la temática y los estilos de las telenovelas.
No pretende escribir telenovela alguna ni dar cátedra de cómo deben ser redactadas o escritas. Es una investigadora de la intersección entre medios, cultura y sociedad, y eso es que lo enseña en la escuela de periodismo y comunicación de masas de la Universidad de Georgia. Y su libro es un depurado trabajo académico, donde aplica modelos teóricos para que ordenar sus estudios e investigaciones en producción, representación, identidad, consumo y regulación de las teleculebras. No pretende demostrar nada, sino estudiar el fenómeno social o el impacto de cada telenovela, tal como hizo con Cosita rica.
Explica que las telenovelas hoy por hoy alcanzan éxito internacional o mundial, si se tiene en cuenta que se ven o consumen en más de 130 naciones. Y eso la llena de orgullo, porque ese genero tan vilipendiado, que es nativo del Tercer Mundo, tiene algo que atrapa a los pueblos, sin distingos de razas, creados y sexos, como es la universalidad del amor.
“Las telenovelas no sólo las disfrutan las mujeres de bajos estratos sociales, no, nada de eso, hay algo que atrapa o engaña a todo el mundo. Es el espectáculo del sentimiento y sentimientos tenemos todos. Y la gente se relaciona con la telenovela de una manera que no es totalmente racional, es afectiva y eso también influye en los conocimientos, en la cultura. A la gente le gusta la historia del ascenso social y en especial cuando se usa esa escalera del amor”.
Reconoce que la telenovela ha impactado en el mundo, como antes lo hicieron los melodramas literarios del siglo XIX, o folletines por entregas, porque cuentan siempre historias de amores con obstáculos o contrariados, siempre con caras de mujer, en esas sociedades de economías impredecibles. “Pero yo no estudio las telenovelas rosas o cenicientas, sino las otras, las de ruptura, donde hay conflictos y cambios sociales, captados de las realidades de cada país, donde hay además tragedias personales. Cosita rica es un fenómeno único, como producto y por sus consecuencias”.
El futuro es bueno para las telenovelas por el éxito con la audiencia, pero a Carolina le preocupa la “mexicanización”, porque eso le puede quitar creatividad que es lo que las ha universalizado. “Las mexicanas son truculentas y barrocas y no son originales, sino refritos de libretos exitosos. Y todo esto ocurre cuando la producción venezolana vive momentos difíciles”.
Cosita rica
No niega que su nunca satisfecho amor por Venezuela la ha llevado a estudiar las telenovelas, pero en especial aquellas que abordan obvias situaciones sociales reales. En Cosita rica, el personaje principal es Olegario Pérez, todas sus vicisitudes en la empresa donde él es el presidente y hasta que se tiene que someter a un referéndum. Como la telenovela se transmitía entre septiembre del 2003 y agosto del 2004, se dieron asociaciones entre la trama audiovisual y la realidad política del país. Eso le dio una gran audiencia a Venevisión, pero además le creó problemas que fueron superados por jugadas políticas inteligentes. “Todo mundo sabe como comienzan y como terminan, pero lo que está por verse y degustar es lo que esta en el medio, eso es lo que atrapa a las teleaudiencias”.
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