María de Lourdes Marcano está definitivamente tranquila en el seno de Abraham. Fue de tal proporción el berrinche que armó para reclamar porque su amado hijo había quedado desempleado al acudir presto a Río Casanay para su funeral, que hasta los poderes divinos estaban dispuestos a intervenir. Ya Hernán Marcano volvió al elenco y continúa en la programación del Teatro Trasnocho con la comedia Esperando al italiano de Mariela Romero, puesta en escena por Tullio Cavali, quien también funge de productor al lado de Rolando Padilla, donde además participan las comediantas Caridad Canelón, Carolina Perpetuo, Dora Mazzone y Marisol Matheus. Ocurrió un milagro humano, más no divino, aunque los dioses son invención de la cultura del hombre.
Las tres partes o personas involucradas en ese conflicto lograron un acuerdo que satisfizo plenamente, pues, no hubo, hasta ahora, las temidas demandas judiciales por violación de los derechos humanos, además del sagrado derecho –u obligación bíblica- del trabajo y se volteó la página. Se impuso la sindéresis y se dañó “el espectáculo circense” porque había algunos que esperaban sangre proveniente de las cabezas de los involucrados y hasta el cierre del espacio que anima la vida nocturna caraqueña desde los últimos nueve años.
Se ha disipado, por ahora, una negra nube de tormenta suscitada por “las verdes envidias” de los que no hacen nada o por los que se siente desplazados ante el trabajo de los demás. Se impuso la sindéresis porque había que salvar al teatro y todo lo que eso significa, precisamente porque sus enemigos se desgarraban las camisas o las blusas en nombre de entelequias que ni ellos o ellas creen. En el teatro, como en la política, existen rémoras parlanchinas e insensatas que todo lo saben y todo lo resuelven sin que nadie las consulte. Ahí quedaron definidas o identificadas.
Negocio es negocio
Hay que recordar que el Teatro Trasnocho es un espacio de exhibición y encuentro para agrupaciones y creadores de las artes escénicas que, como es lógico, cumplan unos requisitos de calidad, ya que es un espacio privado donde, además, se apuesta por la creatividad y autogestión del hecho teatral, lo cual constituye el motor fundamental de la creación y la investigación de esa sociedad civil que no percibe auxilios oficiales de ningún tipo, por lo que cobran entrada para los espectáculos, o sea que no es gratuito.
Sus directivos –designados por una fundación, creada expresamente por las dueñas- apoyan el respeto por la libertad creativa, tanto en los procesos como en los resultados, en la creación formal como en el cuestionamiento de lo convencional y en la búsqueda de nuevos lenguajes interpretativos.
Desde su aparición en el panorama artístico, a finales del año 2001, el Teatro Trasnocho se ha consolidado como el más importante espacio privado de exhibición artística, y ha desarrollado y desarrolla otras actividades relacionadas con la formación, la acción social, el mejoramiento profesional y adaptación a las cambiantes realidades sociales y económicas que las acercan al concepto de servicio al público. Todo no es negocio como tal.
El Teatro Trasnocho, que desde el 2001 hemos apodado “El Ateneo de la Caracas del siglo XXI”, ha evitado su adscripción a una estética determinada y optado siempre por la pluralidad y mantiene abierta las puertas a todos aquellos fenómenos teatrales profesionales que buscan un lugar donde poder manifestarse de manera que el público pueda tener amplio acceso al abanico de tendencias escénicas.
Se combina esta variedad conceptual con una peculiar adaptabilidad espacial soportada en un sistema de gradas y escenario móviles, que se acoplan a todo tipo de espectáculos y eventos, convirtiendo al Teatro Trasnocho en un espacio polivalente, capaz de albergar 310 personas para montaje a la italiana, 312 en arena, 500 para espacio vacío, 210 en café concierto o 254 en pasarela.
Lo que viene
Subrayamos que la solución al conflicto con Hernán Marcano no cierra la posibilidad de otros similares o peores, porque ahí se trabaja con un material muy delicado y sensible como son los artistas. Y la única solución para evitar que se repitan situaciones como la superada es la puesta en práctica de una especie de código de trabajo entre la gerencia del Teatro Trasnocho y las agrupaciones que ahí se exhiban, una serie de normas ceñidas a las pautas legales. Tienen que ser formuladas y analizadas exhaustivamente las reglas o normas de conducta que deben regir las relaciones entre la institución y los artistas. Ambos sectores tienen que ser más severos y atenerse a la letra escrita de los contratos, nada de acuerdos verbales.
El teatro comercial, que es todo aquel que cobra taquilla por lo que presenta, exige un rigor con los horarios y con la calidad de las producciones, ya que los espectadores pagan por ver tal o cual evento y no tienen porque sufrir o ser afectados por los dramas personales o las deficiencias profesionales de los involucrados en los espectáculos. En producciones especiales, o delicadas, incluso hay que plantear la necesidad de contar con actores o actrices suplentes o estar en capacidad de sustituir a un actante en pocos días. El negocio no puede parar, el espectáculo debe continuar. Esa es la norma internacional.
En síntesis lo sucedido con el actor Héctor Marcano es una advertencia de como el negocio del teatro, ese que puede producir cerca o más de 300 mil bolívares, en taquilla bruta, por mes, hay que manejarlo con pinzas, con sumo cuidado para no dañarlo, cumpliendo todos los requisitos legales y los privados, especialmente las exigencias legales del Seniat (ojo con las facturas y su respectivo RIF para los pagos), con los seguros contra accidentes, en fin nadie puede olvidarse de que hay seres humanos en la sala y en el escenario.
Las tres partes o personas involucradas en ese conflicto lograron un acuerdo que satisfizo plenamente, pues, no hubo, hasta ahora, las temidas demandas judiciales por violación de los derechos humanos, además del sagrado derecho –u obligación bíblica- del trabajo y se volteó la página. Se impuso la sindéresis y se dañó “el espectáculo circense” porque había algunos que esperaban sangre proveniente de las cabezas de los involucrados y hasta el cierre del espacio que anima la vida nocturna caraqueña desde los últimos nueve años.
Se ha disipado, por ahora, una negra nube de tormenta suscitada por “las verdes envidias” de los que no hacen nada o por los que se siente desplazados ante el trabajo de los demás. Se impuso la sindéresis porque había que salvar al teatro y todo lo que eso significa, precisamente porque sus enemigos se desgarraban las camisas o las blusas en nombre de entelequias que ni ellos o ellas creen. En el teatro, como en la política, existen rémoras parlanchinas e insensatas que todo lo saben y todo lo resuelven sin que nadie las consulte. Ahí quedaron definidas o identificadas.
Negocio es negocio
Hay que recordar que el Teatro Trasnocho es un espacio de exhibición y encuentro para agrupaciones y creadores de las artes escénicas que, como es lógico, cumplan unos requisitos de calidad, ya que es un espacio privado donde, además, se apuesta por la creatividad y autogestión del hecho teatral, lo cual constituye el motor fundamental de la creación y la investigación de esa sociedad civil que no percibe auxilios oficiales de ningún tipo, por lo que cobran entrada para los espectáculos, o sea que no es gratuito.
Sus directivos –designados por una fundación, creada expresamente por las dueñas- apoyan el respeto por la libertad creativa, tanto en los procesos como en los resultados, en la creación formal como en el cuestionamiento de lo convencional y en la búsqueda de nuevos lenguajes interpretativos.
Desde su aparición en el panorama artístico, a finales del año 2001, el Teatro Trasnocho se ha consolidado como el más importante espacio privado de exhibición artística, y ha desarrollado y desarrolla otras actividades relacionadas con la formación, la acción social, el mejoramiento profesional y adaptación a las cambiantes realidades sociales y económicas que las acercan al concepto de servicio al público. Todo no es negocio como tal.
El Teatro Trasnocho, que desde el 2001 hemos apodado “El Ateneo de la Caracas del siglo XXI”, ha evitado su adscripción a una estética determinada y optado siempre por la pluralidad y mantiene abierta las puertas a todos aquellos fenómenos teatrales profesionales que buscan un lugar donde poder manifestarse de manera que el público pueda tener amplio acceso al abanico de tendencias escénicas.
Se combina esta variedad conceptual con una peculiar adaptabilidad espacial soportada en un sistema de gradas y escenario móviles, que se acoplan a todo tipo de espectáculos y eventos, convirtiendo al Teatro Trasnocho en un espacio polivalente, capaz de albergar 310 personas para montaje a la italiana, 312 en arena, 500 para espacio vacío, 210 en café concierto o 254 en pasarela.
Lo que viene
Subrayamos que la solución al conflicto con Hernán Marcano no cierra la posibilidad de otros similares o peores, porque ahí se trabaja con un material muy delicado y sensible como son los artistas. Y la única solución para evitar que se repitan situaciones como la superada es la puesta en práctica de una especie de código de trabajo entre la gerencia del Teatro Trasnocho y las agrupaciones que ahí se exhiban, una serie de normas ceñidas a las pautas legales. Tienen que ser formuladas y analizadas exhaustivamente las reglas o normas de conducta que deben regir las relaciones entre la institución y los artistas. Ambos sectores tienen que ser más severos y atenerse a la letra escrita de los contratos, nada de acuerdos verbales.
El teatro comercial, que es todo aquel que cobra taquilla por lo que presenta, exige un rigor con los horarios y con la calidad de las producciones, ya que los espectadores pagan por ver tal o cual evento y no tienen porque sufrir o ser afectados por los dramas personales o las deficiencias profesionales de los involucrados en los espectáculos. En producciones especiales, o delicadas, incluso hay que plantear la necesidad de contar con actores o actrices suplentes o estar en capacidad de sustituir a un actante en pocos días. El negocio no puede parar, el espectáculo debe continuar. Esa es la norma internacional.
En síntesis lo sucedido con el actor Héctor Marcano es una advertencia de como el negocio del teatro, ese que puede producir cerca o más de 300 mil bolívares, en taquilla bruta, por mes, hay que manejarlo con pinzas, con sumo cuidado para no dañarlo, cumpliendo todos los requisitos legales y los privados, especialmente las exigencias legales del Seniat (ojo con las facturas y su respectivo RIF para los pagos), con los seguros contra accidentes, en fin nadie puede olvidarse de que hay seres humanos en la sala y en el escenario.
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