Gilberto Agüero Gómez (Barquisimeto, 1940) logró escandalizar y entretener a los espectadores del Festival Nacional de Teatro Caracas 2011 con su pieza El diablo en misa, puesta en escena por Román Chalbaud y con el despliegue actoral de Hans Cristopher, Alexander Dolorzano, Norma Monasterios y el debutante César Augusto Roa.
En El diablo en misa se denuncian algunas de las tantas corruptelas económicas y morales de un sector de sacerdotes de la Iglesia Católica Romana, para lo cual, a partir de hechos acaecidos en la Venezuela de los últimos años, debidamente ficcionados, se demuestra como es que los clérigos intervienen descaradamente en la política y abusan del poder de sus investiduras para acosar y violar a miembros de la feligresía o del personal que trabaja con ellos en los rituales del culto.
Todo transcurre en la sacristía de una iglesia venezolana, en tiempos actuales, cuando el obispo Melchor arma un berrinche con el párroco Pablo por la poca asistencia del público a una misa celebrada para exaltar a su “sobrino”, el exiliado Dixion Rubio; pero la crisis se agudiza porque Fidel, el joven acólito, urde una trampa rocambolesca –les sirve café con burundanga- para descubrir la pedofilia y la homosexualidad de esos dos religiosos, contando con la complicidad de María, la ama de llaves, y bajo la mirada medio inocente de Vicario, un sacerdote menos corrupto y más con los tiempos de cambio que azotan al mundo.
La obra, que oscila entre el sainete y la comedia moderna, disfraza sucesos recientes y los usa como guarnición para ese “pabellón criollo” que es la descarada y reiterada violación de los niños acólitos por parte del párroco y hasta del mismo Melchor.
Por supuesto que el espectáculo atrapa a la audiencia con el histrionismo de los actores principales (Solórzano, Cristopher y Monasterios) y porque Chalbaud, curtido en las lides del teatro y el cine, como lo demostró con sus obras Sagrado y obsceno o La quema de Judas, le da el ritmo justo al montaje y obtiene las atmósferas necesarias para su verosimilitud, por el cual el público, que es muy creyente en la religión, pero también desconfiado con los curas en general, aplaude frenéticamente.
MAS DE 40 PIEZAS
El dramaturgo Gilberto Agüero Gómez ha vivido gran parte de sus 71 años en Barquisimeto, donde acompaña a su madre, Rosa Doralicia Gómez de Agüero. Visita Caracas siempre por motivos especiales, aunque aquí tiene amigos como Román Chalbaud, y además aquí aprendió los rudimentos del teatro y se hizo dramaturgo, cuando ya había vivido un cuarto de siglo.
Advierte que ha escrito más de 40 piezas, pero solamente tiene una docena de esas obras editadas. “Las otras las he distribuido en libretos y algunas me las han representado. Pero eso no es suficiente. Sigo siendo un dramaturgo excluido, quizás el campeón de todos los excluidos escritores del teatro venezolano”.
Cree que se escenifica poco teatro nacional porque se editan muy poco a nuestros autores. “El Estado, que es el único que lo puede hacer, no tiene todavía una política especial de incentivos, aunque hay que resaltar el caso de la editorial oficial El perro y la rana que me ha publicado mi libro La primera orquesta latina de mujeres, y también lo ha hecho con otros escritores. Ojalá que intensifiquen esa tarea de hacer conocer a los dramaturgos criollos, porque es muy larga la lista de inéditos o ignorados o excluidos. Ojalá que las autoridades de esa empresa estatal se entusiasmen con esa tarea que yo considero patriótica”,
Agrega que también se escenifica poco teatro de autor nacional por “razones muy personales, supuestamente culturales o intelectuales de los productores y directores, pero de eso prefiero no hablar, porque por ahí salta la liebre de la comercialización de la escena, que es otro problema complejo, el cual se caracteriza por la búsqueda de textos exitosos de afuera o de autores internacionales y la contratación de aquellos actores que tienen un buen rating por la televisión. En fin la situación es bien compleja, pero se puede ayudar a sofocar o disminuir esa exclusión con la publicación al menos de los textos, También gracias a la Internet hay posibilidad de difundir algunas piezas pero yo no estoy en nada de eso, ni computadora tengo”.
“Los tiempos han cambiado para mal, porque antes existía El Nuevo Grupo y ahí el autor nacional tenía prioridad, porque para eso lo crearon José Ignacio Cabrujas y Isaac Chocrón, ya fallecidos, y Román Chalbaud, entre otros. Esa institución cerró hace 23 años y nadie tomó el relevo, lamentablemente. Y eso también ha afectado el desarrollo de nuestro teatro en general”.
Agüero Gómez debutó como autor con Ciclón sobre los barcos de papel. “La escribí en Caracas y la envié a un concurso de Maracaibo, donde me gané el primer premio, unos dos mil bolívares de la época, era el año 1966. Esa pieza se montó en el Zulia y nunca más subió a escena, aunque aquí en Caracas estuvo en cinco proyectos. Es la historia de un muchacho que viaja a Londres para hacer unos talleres sobre traducción simultánea de conferencias y cuando regresa se le presentan varios problemas con su mamá porque ella quiere casarlo a juro. Después escribí Amelia de segunda mano y desde entonces no he parado. También he escrito teatro para niños, que es el que más se ha escenificado”.
También se ha ganado la vida dictando talleres de dramaturguia, la cual aprendió de manera autodidáctica, ya que se dedicó a leer a los autores del teatro universal y al mismo tiempo fue aplicando las pautas que dejó el crítico Enrique Izaguirre en su librito Técnicas literarias del drama. “Es un texto mínimo pero preciso y altamente didáctico. Ahí se explica, de manera muy clara, los rudimentos de una pieza teatral, como son la exposición, el nudo y el desenlace. También enseña que los temas tienen que ser, al principio, sobre cosas que el principiante conozca, y dejar para más adelante aquellas situaciones complejas, o sea que no se debe incursionar en terrenos desconocidos de primera entrada. "Hay que ir poco a poco, y aprendiendo a vivir para lo cual no hay libro que sirva, sino la propia experiencia".
En El diablo en misa se denuncian algunas de las tantas corruptelas económicas y morales de un sector de sacerdotes de la Iglesia Católica Romana, para lo cual, a partir de hechos acaecidos en la Venezuela de los últimos años, debidamente ficcionados, se demuestra como es que los clérigos intervienen descaradamente en la política y abusan del poder de sus investiduras para acosar y violar a miembros de la feligresía o del personal que trabaja con ellos en los rituales del culto.
Todo transcurre en la sacristía de una iglesia venezolana, en tiempos actuales, cuando el obispo Melchor arma un berrinche con el párroco Pablo por la poca asistencia del público a una misa celebrada para exaltar a su “sobrino”, el exiliado Dixion Rubio; pero la crisis se agudiza porque Fidel, el joven acólito, urde una trampa rocambolesca –les sirve café con burundanga- para descubrir la pedofilia y la homosexualidad de esos dos religiosos, contando con la complicidad de María, la ama de llaves, y bajo la mirada medio inocente de Vicario, un sacerdote menos corrupto y más con los tiempos de cambio que azotan al mundo.
La obra, que oscila entre el sainete y la comedia moderna, disfraza sucesos recientes y los usa como guarnición para ese “pabellón criollo” que es la descarada y reiterada violación de los niños acólitos por parte del párroco y hasta del mismo Melchor.
Por supuesto que el espectáculo atrapa a la audiencia con el histrionismo de los actores principales (Solórzano, Cristopher y Monasterios) y porque Chalbaud, curtido en las lides del teatro y el cine, como lo demostró con sus obras Sagrado y obsceno o La quema de Judas, le da el ritmo justo al montaje y obtiene las atmósferas necesarias para su verosimilitud, por el cual el público, que es muy creyente en la religión, pero también desconfiado con los curas en general, aplaude frenéticamente.
MAS DE 40 PIEZAS
El dramaturgo Gilberto Agüero Gómez ha vivido gran parte de sus 71 años en Barquisimeto, donde acompaña a su madre, Rosa Doralicia Gómez de Agüero. Visita Caracas siempre por motivos especiales, aunque aquí tiene amigos como Román Chalbaud, y además aquí aprendió los rudimentos del teatro y se hizo dramaturgo, cuando ya había vivido un cuarto de siglo.
Advierte que ha escrito más de 40 piezas, pero solamente tiene una docena de esas obras editadas. “Las otras las he distribuido en libretos y algunas me las han representado. Pero eso no es suficiente. Sigo siendo un dramaturgo excluido, quizás el campeón de todos los excluidos escritores del teatro venezolano”.
Cree que se escenifica poco teatro nacional porque se editan muy poco a nuestros autores. “El Estado, que es el único que lo puede hacer, no tiene todavía una política especial de incentivos, aunque hay que resaltar el caso de la editorial oficial El perro y la rana que me ha publicado mi libro La primera orquesta latina de mujeres, y también lo ha hecho con otros escritores. Ojalá que intensifiquen esa tarea de hacer conocer a los dramaturgos criollos, porque es muy larga la lista de inéditos o ignorados o excluidos. Ojalá que las autoridades de esa empresa estatal se entusiasmen con esa tarea que yo considero patriótica”,
Agrega que también se escenifica poco teatro de autor nacional por “razones muy personales, supuestamente culturales o intelectuales de los productores y directores, pero de eso prefiero no hablar, porque por ahí salta la liebre de la comercialización de la escena, que es otro problema complejo, el cual se caracteriza por la búsqueda de textos exitosos de afuera o de autores internacionales y la contratación de aquellos actores que tienen un buen rating por la televisión. En fin la situación es bien compleja, pero se puede ayudar a sofocar o disminuir esa exclusión con la publicación al menos de los textos, También gracias a la Internet hay posibilidad de difundir algunas piezas pero yo no estoy en nada de eso, ni computadora tengo”.
“Los tiempos han cambiado para mal, porque antes existía El Nuevo Grupo y ahí el autor nacional tenía prioridad, porque para eso lo crearon José Ignacio Cabrujas y Isaac Chocrón, ya fallecidos, y Román Chalbaud, entre otros. Esa institución cerró hace 23 años y nadie tomó el relevo, lamentablemente. Y eso también ha afectado el desarrollo de nuestro teatro en general”.
Agüero Gómez debutó como autor con Ciclón sobre los barcos de papel. “La escribí en Caracas y la envié a un concurso de Maracaibo, donde me gané el primer premio, unos dos mil bolívares de la época, era el año 1966. Esa pieza se montó en el Zulia y nunca más subió a escena, aunque aquí en Caracas estuvo en cinco proyectos. Es la historia de un muchacho que viaja a Londres para hacer unos talleres sobre traducción simultánea de conferencias y cuando regresa se le presentan varios problemas con su mamá porque ella quiere casarlo a juro. Después escribí Amelia de segunda mano y desde entonces no he parado. También he escrito teatro para niños, que es el que más se ha escenificado”.
También se ha ganado la vida dictando talleres de dramaturguia, la cual aprendió de manera autodidáctica, ya que se dedicó a leer a los autores del teatro universal y al mismo tiempo fue aplicando las pautas que dejó el crítico Enrique Izaguirre en su librito Técnicas literarias del drama. “Es un texto mínimo pero preciso y altamente didáctico. Ahí se explica, de manera muy clara, los rudimentos de una pieza teatral, como son la exposición, el nudo y el desenlace. También enseña que los temas tienen que ser, al principio, sobre cosas que el principiante conozca, y dejar para más adelante aquellas situaciones complejas, o sea que no se debe incursionar en terrenos desconocidos de primera entrada. "Hay que ir poco a poco, y aprendiendo a vivir para lo cual no hay libro que sirva, sino la propia experiencia".
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