Desde que se reinstaló en Caracas-después de una intensa pasantía en la vieja Numancia -Vladimir Vera (1978) lucha para recuperar el tiempo no vivido en su Venezuela y por eso está mostrando en la escena todo lo aprehendido y entre los espectáculos que trajo metamorfoseados con sus valijas tiene Crónicas Palahniuk, el cual exhibe nuevamente esta noche en la sala Rajatabla, dentro de la programación del Festival Nacional de Teatro Caracas 2011.
Son cinco monólogos, muy bien actuados por Jesús Sosa, Nadeschda Makagonow, Fedora Freites, Larissa Costas y Elvis Chaveinte, los cuales Vera pergeñó a partir de la novela Fantasmas del escritor Chuck Palahniuk (Pasco, Estados Unidos, 1962), que gracias a sus interpretes se transforman en conmovedora lección sobre las pulsiones sexuales.
Sentados en circulo, el publico es testigo de cómo cinco personajes, marginados por la sociedad dan rienda suelta a su agresividad autodestructiva, la cual termina por ser humorísticamente cruel, ante la supuesta anormalidad de sus situaciones, todas relacionadas con su sexualidad. Ahí se puede apreciar al alucinante Jesús en su exaltación a la masturbación; la desenfada Nadeschda con su cuento erótico de cómo abusó sexualmente de un niño anciano enfermo de progeria; o fantasear con Fedora en la saga de su modernizada hetaira practicante de la reflexología y aquel derroche histriónico cierra con la sorprendente performance de Elvis con su maniático de los cuchillos, un asesino en serie de los críticos de cocina. El quinto personaje, encarnado por Larissa Costas, hilvana las historias de los otros comediantes, ella tiene cierto encanto para crear expectativas ante lo que llega. En síntesis: todos justifican los 80 minutos que dura el espectáculo, el cual permite aplaudir las condiciones de Vera como puestista y director de actores.
Crónicas Palahniuk es un deleite escénico, aunque no se compartan ni aplaudan la crudezas de los contenidos de esos monólogos, que nos hicieron evocar aquel “teatro pánico” de las años 60 y 70, el cual asustó a nuestras madres, las abuelas de este crispado siglo XXI, donde sus hijos y nietos se debaten para sobrevivir en todos los renglones de la vida misma, un asunto nada fácil, pero que resulta placentero en ocasiones.
Vera defiende su discurso estético que utiliza la sexualidad explicita y la violencia latente, pero insiste en que su ritual teatral, donde usa una minúscula cámara de video proyección para apoyar a sus comediantes, tiene mucho de sexual, porque “somos amantes de esas dos pulsiones”.
Este espectáculo, que ojalá pueda tener una inmediata temporada, es un buen pretexto para reflexionar desenfadadamente sobre temas como el materialismo, la religión, la sexualidad, la familia, la identidad y, como es obvio, la privacidad.
Son cinco monólogos, muy bien actuados por Jesús Sosa, Nadeschda Makagonow, Fedora Freites, Larissa Costas y Elvis Chaveinte, los cuales Vera pergeñó a partir de la novela Fantasmas del escritor Chuck Palahniuk (Pasco, Estados Unidos, 1962), que gracias a sus interpretes se transforman en conmovedora lección sobre las pulsiones sexuales.
Sentados en circulo, el publico es testigo de cómo cinco personajes, marginados por la sociedad dan rienda suelta a su agresividad autodestructiva, la cual termina por ser humorísticamente cruel, ante la supuesta anormalidad de sus situaciones, todas relacionadas con su sexualidad. Ahí se puede apreciar al alucinante Jesús en su exaltación a la masturbación; la desenfada Nadeschda con su cuento erótico de cómo abusó sexualmente de un niño anciano enfermo de progeria; o fantasear con Fedora en la saga de su modernizada hetaira practicante de la reflexología y aquel derroche histriónico cierra con la sorprendente performance de Elvis con su maniático de los cuchillos, un asesino en serie de los críticos de cocina. El quinto personaje, encarnado por Larissa Costas, hilvana las historias de los otros comediantes, ella tiene cierto encanto para crear expectativas ante lo que llega. En síntesis: todos justifican los 80 minutos que dura el espectáculo, el cual permite aplaudir las condiciones de Vera como puestista y director de actores.
Crónicas Palahniuk es un deleite escénico, aunque no se compartan ni aplaudan la crudezas de los contenidos de esos monólogos, que nos hicieron evocar aquel “teatro pánico” de las años 60 y 70, el cual asustó a nuestras madres, las abuelas de este crispado siglo XXI, donde sus hijos y nietos se debaten para sobrevivir en todos los renglones de la vida misma, un asunto nada fácil, pero que resulta placentero en ocasiones.
Vera defiende su discurso estético que utiliza la sexualidad explicita y la violencia latente, pero insiste en que su ritual teatral, donde usa una minúscula cámara de video proyección para apoyar a sus comediantes, tiene mucho de sexual, porque “somos amantes de esas dos pulsiones”.
Este espectáculo, que ojalá pueda tener una inmediata temporada, es un buen pretexto para reflexionar desenfadadamente sobre temas como el materialismo, la religión, la sexualidad, la familia, la identidad y, como es obvio, la privacidad.
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