Desde la temporada 2008 esta en los escenarios y ahora, después de su participación en el Festival Nacional de Teatro Caracas 2011, tendrán que darle un espacio donde sea, porque son miles los espectadores que deben verla y sacar sus conclusiones, porque otra vez más el teatro es escuela o es cátedra abierta para la comunidad y mucho más cuando lo hace a partir de hechos reales que estremecieron a la nación.
Nos referimos a la superpremiada pieza Penitentes, de Elio Palencia, la cual se centra en la saga, ficionada, del sacerdote católico Jorge Piñango quien apareció muerto en la habitación 89 del caraqueño hotel Bruno, el 24 de abril de 2006. Las investigaciones que esclarecieron dicho asesinato y además identificaron al criminal, inspiraron al autor para que pergeñara su oportuna, estrujante y valiente pieza, la cual ahora se presentó a sala llena en la Casa del Artista, gracias a la creativa y excelente dirección de Costa Palamides, además de las convincentes actuaciones de Ludwig Pineda, Delbis Cardona y José Gregorio Martínez.
Palamides insiste con Penitentes por su tema corrosivo y desgarrador, inspirado en la saga del asesinato del cura y las extrañas circunstancias como apareció su cuerpo. En su montaje cuidó que el público revisara la intolerancia que existe contra todo lo que manifieste diversidad sexual, alucinante suma de la ignorancia contra todo lo que sea divergencia, y plasmó en la escena el miserable e inhumano mundo en que se debaten los tres personajes del drama: el sacerdote, un chulo y un estudiante; la víctima, el asesino y otro que conocía íntimamente al religioso.
No hay por parte del dramaturgo un abuso de la temática ni un exceso en la argumentación. Todo se limita a mostrar las acciones físicas en sobrio juego coreográfico, pero suficientes para deducir las acciones de los personajes y sus respectivos dramas, al tiempo que se usa un lenguaje concreto. Todo destinado a mostrar como esos seres humanos están condenados de antemano por una sociedad que no permite salirse de la norma religiosa que apuntala a las leyes de un Estado, que no es laico, y que sí castiga con la muerte, a pesar de que está prohibida la pena capital, no sólo ese tipo de violaciones o excesos de las conductas sexuales contrarias a las normas religiosas. Caldo para la homofobia, esa lacra cultural que lastra a los pueblos.
Nos referimos a la superpremiada pieza Penitentes, de Elio Palencia, la cual se centra en la saga, ficionada, del sacerdote católico Jorge Piñango quien apareció muerto en la habitación 89 del caraqueño hotel Bruno, el 24 de abril de 2006. Las investigaciones que esclarecieron dicho asesinato y además identificaron al criminal, inspiraron al autor para que pergeñara su oportuna, estrujante y valiente pieza, la cual ahora se presentó a sala llena en la Casa del Artista, gracias a la creativa y excelente dirección de Costa Palamides, además de las convincentes actuaciones de Ludwig Pineda, Delbis Cardona y José Gregorio Martínez.
Palamides insiste con Penitentes por su tema corrosivo y desgarrador, inspirado en la saga del asesinato del cura y las extrañas circunstancias como apareció su cuerpo. En su montaje cuidó que el público revisara la intolerancia que existe contra todo lo que manifieste diversidad sexual, alucinante suma de la ignorancia contra todo lo que sea divergencia, y plasmó en la escena el miserable e inhumano mundo en que se debaten los tres personajes del drama: el sacerdote, un chulo y un estudiante; la víctima, el asesino y otro que conocía íntimamente al religioso.
No hay por parte del dramaturgo un abuso de la temática ni un exceso en la argumentación. Todo se limita a mostrar las acciones físicas en sobrio juego coreográfico, pero suficientes para deducir las acciones de los personajes y sus respectivos dramas, al tiempo que se usa un lenguaje concreto. Todo destinado a mostrar como esos seres humanos están condenados de antemano por una sociedad que no permite salirse de la norma religiosa que apuntala a las leyes de un Estado, que no es laico, y que sí castiga con la muerte, a pesar de que está prohibida la pena capital, no sólo ese tipo de violaciones o excesos de las conductas sexuales contrarias a las normas religiosas. Caldo para la homofobia, esa lacra cultural que lastra a los pueblos.
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