Un teatro danza con el sello de la creadora Angélica Escalona. |
Angélica Escalona es bailarina,
actriz, coreógrafa y maestra de danza. Nació en Ciudad Bolívar y muy joven se fue a estudiar en la Universidad de Londres y en la London School Contemporary Dance. Han pasado largos 30 años y aún no se rinde. Ahora
reaparece con su exótico montaje de teatro danza, La Furia, texto colectivo con supervisión y asesoría de Yovanny
Duran y Dairo Piñeres, que presentan en el Celarg.
Es ahora y no antes, porque desde que el Theja salió del
teatro Alberto de Paz y Mateos (mediados del año 2006), no tenía espacio ni
tiempo para ensayar y mostrar su trabajo. Ahora con La furia reinicia labores
Eso lo hizo y lo dijo para explicar que por el maltrato, el hambre y el silencio que les imponen algunas sociedades,
hombres y mujeres se vuelven furia y clamor antes de atravesar las puertas del
olvido. “Ahí, una sociedad con
resentimientos, intenta romper cadenas de la opresión, mientras las calles se
llenan de olor a sangre, a muerte y hastío. Todos reclaman el dolor, la
pérdida del ser querido y la libertad. El amor se hace más fuerte o se debilita
sin esperanza mientras se cierran puertas y se maldice. Las furias se
desatan en mi puesta en escena donde el cuerpo habla y recita nuestra poesía a
través de la danza, guiado por las apasionadas notas de un piano que dibuja en
sus partituras cada cuadro”.
El espectáculo, bien resuelto físicamente,
por Carlos Dimas, Jobana Cáram, Luis Vegas, Tifanny Bández, Gerardo Sorondo,
Laura Bández, Oscar Hernández, Lauren Pérez y Michael Ortíz, es una frenética
danza, de 40 minutos, sobre un piso de tierra y arenilla para hacer más densa
la atmosfera y agredir incluso al espectador y sumergirlo en el drama de esos
seres que bailan para testimoniar su desgracia y culminan con una ducha de
purificación.
Hay, por supuesto, complejas segundas lecturas de lo que signfica La Furia para el contexto actual, pero eso se lo dejamos a la sensibilidad y a la cultura de los espectadores, quienes por lo general van más allá de lo que sospechan incluso los mismos artistas.
Los aplausos son modesta recompensa para esos nueve artistas que
materializan su furia ante la existencia que les ha correspondido representar.
Creemos que Angélica Escalona y su gente deben ensayar más y proseguir esa
furia desde la escena por la catarsis que provocan en la audiencia
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