Por quinta vez, en 49 años, hará temporada el
espectáculo teatral El pez que
fuma, basado en la obra
original de Román Chalbaud. En esta ocasión, Alfredo Caldera la produce para la
Compañía Nacional de Teatro y la autoría escénica es de Ibrahim Guerra. En
términos gastronómicos, ya que el buen teatro es alimento para el alma del
espectador, podemos decir que ese pabellón criollo está en su punto, solo
faltan la mesa, el mantel y los cubiertos, porque los comensales únicamente
esperan la dirección del restaurante donde podrán consumir tan magnifico plato
venezolano y un dulce de lechosa como postre, además un jarra de papelón con
limón, todo eso después de las seis de la tarde.
¿Dónde se exhibirá el acabado montaje de El pez que fuma? Inicialmente
era para el teatro Nacional, pero la muerte y el duelo de Fidel Castro, además
del monumental evento Suena Caracas, alteraron dicho calendario y ahora se
muestra en el sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreñ,del 17 al 19 de
febrero.Va al Teatro de la Opera de Maracay y retorna al Teatro Nacional de
Caracas.
Mientras se hacen los ultimos ajustes para
este histórico estreno, conviene recordar que este montaje trascurre en un burdel venezolano, de
los años 60 del siglo XX, y ahí, como dice su autor, está los personajes que él
inventó, quienes le dictan lo que quieren ser y así los presenta. No intentó
jamás explicar sus obras teatrales, ni tampoco sus películas, dejó que el
público las digiera y saque sus propias conclusiones. Los prostíbulos son
sitios donde, especialmente los hombres, drenan pasiones y tratan de conseguir
por horas ese amor que se sale no solo por la boca. Hay muchos sueños o anhelos
que ahí se forjan o que naufragan. El poder y el amor son las dos grandes
pasiones de los seres humanos y eso ahí está muy bien marcado o definido. Son
el alfa y el omega del ser venezolano o quizás del ser básico de este irredento
continente que tiene prestado hasta su nombre.
“El teatro es un espectáculo y los
venezolanos son muy inteligentes y agarran todo lo que unos les dice y lo
reitero yo que tengo más de medio siglo en estos avatares del teatro y el cine,
además de la televisión”, ha dicho Chalbaud y lo recordamos aquí.
El pez que fuma es, pues, un bar de copas y prostíbulo,
o burdel o lupanar, administrado por La Garza, quien confía en su amante de
turno, Dimas, para que deposite las ganancias en el banco; pero este es un
dilapidador del dinero ajeno y además la engaña con otras meretrices. Desde la
cárcel, Tobías, ex amante de La Garza, conspira, y le manda a Juan quien se
encarga de emponzoñar todo y enamorar a la patrona del burdel. Dimas no se deja
cambiar tan fácilmente y mata, sin querer, a la codiciada dama; termina en la
cárcel y deberá resolver así su conflicto con Tobías. Una ópera tropical
con música popular latinoamericana.
MONTAJE 2017
El director Ibrahim Guerra advierte que la
obra ocurre en 1968 y no sabe si por estrategia o por picardía dramatúrgica,
específicamente, el 10 de octubre, día del nacimiento de Chalbaud, en Mérida de
1931. Esto demarca un contexto histórico, y, desde luego, social. Pero la obra
no habla ni se recrea en la historia patria. Se desarrolla dentro de su propia
circunstancia argumental. Esa época, siendo la obra estrictamente venezolana,
se desenvuelve dentro de un país resplandeciente por el brillo petrolero, que
vivía en la abundancia, en el derroche. Es significativo que a una de las
paredes del burdel le hayan crecido hongos. “Yo la tapo en el montaje con un
cuadro de un campo petrolero, que vende un vendedor de baratijas”, advierte
Guerra. Este y otros detalles hablan claramente de que se trata de una casa
gastada y marginal, en medio de ese mundo de oropel. Sus personajes no están
dentro de esa mecánica oficial, enriquecida, que caracteriza el medio social
que los circunscribe. Están marginados, por lo que no es difícil suponer que
posean sus propias formas de vida. Conforman una especie de estado paralelo,
que tiene leyes y normas, y en el que la economía se rige por las cifras
escritas en papelitos en los que se anotan los consumos de los clientes del
burdel. La Garza, la dueña, los contabiliza y administra. No es una economía
formal, es un parasistema administrativo propio, en el que está prohibido que
las putas firmen vales, pero, que, se hacen, para extraer a escondidas de la
dueña, dinero de la caja registradora, valga decir, de las arcas del burdel, dice
Guerra.
LO VISTO
Gracias al director Guerra hay muchísimos detalles en la pieza para
que pueda pensarse que se trata de una recreación firme de una situación país.
Puedo destacar el tráfico de influencias, el ejercicio del poder a través del
sexo, las turbias relaciones y los tratos sobre colchones desvencijados y
manchados de sangre seca. Todos podrían identificar a un pais que luce
corrompido, sin historia. En este sentido, si se puede decir que la obra marca
su momento histórico. ¿Superado? No lo sabemos, ni tampoco le corresponde a
obra, ni a mí ni al director, determinarlo. Ella marca ese momento, y hay que
asumirlo con propiedad vivencial, y calidad de testigo de excepción. Pero, tal
vez esa no sea esta la intención de la obra, sino, simplemente, contar “lo que
ocurre en un burdel, con putas de vaginas frágiles y corazones ardientes que lo
habitan”. Pienso, desde lo personal, que el país sigue funcionando con los
mismos mecanismos de la desvergüenza, porque, no creo que sea un asunto de
época, ni de política, buena o mala, sino de cultura, de forma de ser. Por
eso lo comparamos con un pabellón criollo no solo por sus significativos
placeres sino por la huella de una cultura barroca, de una
forma de hacer las cosas. A 50 años de haber sido escrita, parecer que acabara
de salir de la computadora o la cocina de Chalbaud.
El montaje de Guerra no es atemporal. Hay
especial hincapié en acentuar los elementos de época, tanto del texto, como en
algunos de caracterización. Se mantiene fiel a la época tratada, porque
cree que la Venezuela de hoy en día, para bien o para mal, es otra
completamente distinta a la del año 68. Venezuela cambió a raíz de Chávez. “Eso
es un hecho indiscutible, pero, tal vez, el deseo consumista siga siendo el
mismo, aunque no ejercido de la misma manera, y por la misma gente, o clase
social de antes. Ahí está la vigencia universal y eterna de la pieza. Muestra
un universo que está latente en todos los venezolanos y que muchos añoran, y
que, de hecho, es la que el mundo conoce cuando describe a Venezuela como el
país más rico del mundo, ahora empobrecido. Muchos de estos aspectos aún
persisten en nuestra esencia anímica, en nuestra mentalidad venezolana, y
seguirán existiendo mientras sigamos añorando la riqueza y el resplandor ardiente
de los fuegos infernales y efímeros que generan los pozos petroleros. Mientras
sigamos atados a ellos, tanto en lo financiero como en lo mental, seguiremos
prostituyendo nuestras ilusiones, porque nos alienta el dinero y no la
producción” lo dice Guerra y yo lo refrendo,
El espectáculo en sí, es monumental, gracias
además al trabajo del escenógrafo Armando Zullo y la dinámica de los personajes
y su composición. Sobre todo ese conglomerado habrá que escribir cuando se haga
el estreno oficial. Mientras tanto esperamos volver a ver y disfrutar de
aquellos maravillosos personajes y sus intérpretes: La Garza (Francis Rueda), Tobías (Ludwig
Pineda), La Argentina (Aura Rivas), El Profesor (Luis Domingo González), Dimas
(Jesús Hernández), Robín (Francisco Aguana), Juan (Larry Castellanos),
Marlene (Juliana Cuervos), Ganzúa (Citlalli Godoy), Batman (Keudy López),Bagre
(Andy Pérez), Jacinto (Jean Manuel Pérez), La colombiana (María Alejandra
Tellis),Selva María (Marcela Lunar) y Muñeco (Ángel Pelay).
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