Daniel Rodríguez y Sócrates Serrano,grandes protagonistas de "Terror" |
“El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la
edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso. Un
teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al
vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro
destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y
adormecer a una nación entera”.
Así lo pensó y así lo dijo Federico García Lorca, hacia 1934, después
del estreno de su Yerma en España. Y lo recordamos para introducir el resumen de
nuestro balance de la actividad teatral en Caracas durante este 2016, donde
destacamos 19 montajes, y celebrar así al que consideramos el mejor
espectáculo, el diamante de la temporada que ha culminado: Terror.
INTRODUCCION
Pero antes debemos recordar que entre los 19 espectaculos seleccionados,
Yo, Federico de Jan Thomas Mora Rujano, Los amantes
inconstantes de Fernando Azpúrua, Donde
caerme viva, de Elio Palencia, Proyecto
Laramie de Moisés Kaufman y El
próximo otoño de Geoffrey
Nauffts, denunciaron como las discriminaciones hacia algunas conductas sexuales
de hombres y mujeres están muy presentes en la sociedad venezolana y le desgracian
la vida a muchos y muchas, además del
sufrimiento de sus familiares; mientras se
espera que el TSJ, tras aceptar las adopciones parentales (gays), apruebe el
matrimonio o uniones civiles, entre otras cosas para la comunidad LGTB. La
homofobia está viva y campante, porque es un agudo problema cultural con no
menos de 500 años de oscuridad, y por eso el buen teatro es un idóneo campo de
batalla.
Llamamos la atención sobre el buen teatro relacionado
con los problemas cotidianos de seres de otras latitudes, como lo materializaron
El loco y la camisa, bien puesto por Diana Volpe; La escala
humana, dirigido por Pedro Borgo; Rojo, comandado por Daniel Dannery. Mientras que variopintos personajes venezolanos desafiando a sus
complejos destinos fueron aplaudidos en Peludas en el cielo de Gustavo Ott, con dirección de
Carlos Arroyo; Triangulo de Cabrujas-Chocrón-Chalbaud,
resuelto por Federico Pacanins, y Alias el Papi de Luis Vicente
González.
Carlos Arroyo y su valiosa agrupación
de Guanare escenificaron Robinson en la casa de Asterión, del dramaturgo
Tomás Jurado Zavala, memorable texto sobre nuestro héroe civil Simón Rodriguez
y lo llevaron con orgullo a Colombia, donde fueron aplaudidos.
Javier Vidal logró mostrar Escrito y sellado, donde desnudó
a Isaac Chocrón y el hizo lo mismo con su Tal
para Cual, estrujante espectáculo que ficciona su vida matrimonial y
artística de más de 30 años con la excelente actriz Julie Restifo. Ejemplares son
su sinceridad y su desenfado escénico.
Franz y Albert, gracias a la magia del dramaturgo argentino
Mario Diament, plasmó un encuentro de ficción entre Albert Einstein y Franz
Kafka, en la Praga de 1911. Memorable trabajo actoral de Antonio Delli y Luigi
Sciamanna. Es el lanzamiento como productor del publicista Douglas Palumbo.
La crema y nata, escrita y dirigida por Elvis
Chaveinte, demostró que la realidad de las cárceles venezolanas puede servir
para un aleccionador y divertido show teatral. La granada, del argentino
Rodolfo Walsh, versionada y traída al actual contexto criollo por Carlos Armas,
lanzó a la nueva directora Angélica Arteaga.
SINIESTRO PERSONAJE
Edmundo Chirinos estuvo en
escena por el unipersonal Sangre en el
diván: el extraordinario caso del Dr. Chirinos, basado en el libro
de Ibéyise Pacheco, dirigido y actuado magistralmente por Héctor Manrique.
Ahí, el ex rector de la UCV, miembro de la Asamblea Constituyente, psiquiatra
de tres expresidentes y hasta candidato presidencial del PCV, esta semidesnudo
y reposando en un diván blanco en medio de un alba habitación que puede ser
celda o consultorio. Se viste parsimoniosamente para revelar, muy
convincentemente, lo que fue su vida profesional e íntima, haciendo
énfasis en sus relaciones amatorias, causando hilaridad por el cinismo de sus
cuentos o por la ingenuidad de sus juicios de valor sobre sus coterráneos. Llega
a producir conmiseración porque estaba enloqueciendo y no se sabía ni tampoco
la sociedad se enteró hasta que mató a una paciente. Una pieza que abofetea a
las autoridades que nunca supieron lo que él verdaderamente hacía. Paz a sus
restos, pero el teatro lo enseña como era o fue.
METAFORA
¿Cómo exponer sobre
las tablas la sangrante y continua herida del terrorismo? El teatro ha sido
espejo y caja de resonancia del sentimiento común y compartido por gran parte
de la sociedad mundial: el temor, las dudas, la perplejidad, la inseguridad. El diamante de la temporada fue, pues, Terror,
aleccionadora obra del escritor y abogado penalista
alemán Ferdinand von Schirach. Es posible que regrese para el 2017.
Este
espectáculo creó serios interrogantes entre los teatromaníacos recién se
anunció que sería presentado en el Trasnocho Cultural. Nunca antes en la
historia del teatro criollo se mostró un montaje con esas características,
además de la temática y su precisa argumentación, exigía como colofón la
puntual participación del público, al finalizar el único acto, de 100 minutos.
Terror es, pues, un juicio a un
militar, quien decide derribar un avión civil con 164 pasajeros, que vuela
entre Berlín y Múnich. Este dilema ético de condenar o absolver al mayor Lars
Koch es el planteamiento de Terror. Es
un montaje que a partir de la difícil decisión de salvar unas vidas a
costa de otras explora los rincones oscuros de la conflictiva personalidad
humana. La aeronave es secuestrada por un terrorista y amenaza lanzarla contra
el estadio de fútbol, donde esa noche juegan las selecciones nacionales de
Alemania y el Reino Unido. Las autoridades germanas mandan a contactar
visualmente la aeronave con uno de sus aviones cazas, tratando así
de ganar tiempo para una negociación, pero el piloto militar opta por
destruir la aeronave civil, porque de lo contrario perecerían, por lo menos, 70
mil personas que presencian el encuentro futbolístico. ¿El mayor Lars Koch,
piloto del avión caza está en la necesidad de responder? ¿Cuáles son sus
órdenes? ¿En caso de qué, él debe derribar el avión de pasajeros cuando los
terroristas no cedan? El reloj no se detiene, y Lars Koch toma una decisión.
Unas semanas más tarde se debe justificar ante un tribunal del jurado.
Es una pieza que ha tenido notable éxito de crítica y de público en
Europa y la cual se muestra en Venezuela gracias al Instituto Goethe, porque
plantea, entre otras cosas, una serie de interrogantes sobre los roles del
Estado y la sociedad civil. ¿Qué ocurre cuando un avión es secuestrado por
terroristas y amenazan lanzarlo sobre un estadio de fútbol? ¿Qué sucede si el
terror domina nuestra vida cotidiana? ¿Qué significados tienen lo legal, lo
moral y lo filosófico en nuestra sociedad al ocurrir una situación tan
excepcional? ¿Se puede violar la dignidad
humana si supuestamente hay más personas que se pueden salvar? ¿Está preparada
Venezuela para una situación real como la propuesta en Terror?
El director
Héctor Manrique y la productora Carolina Rincón sabían a lo que se exponían
pero no titubearon y por eso con los interpretes María Cristina Lozada
(sustituida en ocasiones por Julie
Restifo), Sócrates Serrano, Martha Estrada, Daniel Rodríguez, Juan Vicente
Pérez, María José Castro y Eduardo Pinto, además del mismo Manrique, estrenaron
Terror, el 8 de julio y realizaron
hasta el 11 de diciembre un total de 68 funciones en Caracas, Valencia y
Barquisimeto, para contabilizar así 19.195 espectadores. Récord envidiable.
Lo interesante de este montaje, además de su complejo tema, es que el
público, en funciones de jurado, participa en el juicio que se le hace al
protagonista, votando y decidiendo sobre su futuro. Las autoridades alemanas le
abren un juicio al piloto, para que sea sentenciado: inocente o culpable,
por un jurado popular. A partir de ese suceso de ficción se desarrolla un
proceso el cual culmina con un veredicto por parte del público que recibe
sendas tarjetas para votar: Inocente o Culpable, para liberar al piloto
acusado o mandarlo a la cárcel. Se transforma así al “crítico de las mil
cabezas” en un colectivo que perdona o condena a los personajes teatrales. Aquí
en Caracas, más Valencia y Barquisimeto, las votaciones fueron: 8.017 Culpables
y 11.178 Inocentes, tras un total de 68 funciones. ¿Por qué perdonaron al
piloto? ¿Por qué querían condenarlo?
El
público caraqueño descubrió lo que ocurría con este espectáculo y llegaba a la
taquilla preguntando por la obra “donde podemos votar” y tras hacer sus cálculos
aceptó someterse a tan singular ceremonia teatral. ¿Cómo votar? ¿Qué pensó después
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