Un moviniento social y cultural importante para desarrollar al teatro venezolano. |
Cuando se escriba la
historia del teatro venezolano de los últimos 200 años tendrán los
investigadores que conocer cómo fueron los esfuerzos y los sacrificios de los
teatreros por organizar y regularizar las temporadas de espectáculos, especialmente
adecuados para los infantes y los jóvenes, del mal llamado “teatro infantil”.
Tendrán que zambullirse en los últimos 50 años del siglo XX y rescatar la saga de
los chilenos Gabriel Martínez y Lily Álvarez Sierra, así como conocer de las angustias
y los éxitos de Armando Carias (en la UCV) y Rafael Rodriguez Rars (Ateneo de
Caracas y Rajatabla), para citar a cuatro importantes autores de numerosos
montajes en el siglo pasado, quienes además capacitaron espectadores y formaron
varias generación de artistas que llegaron a la centuria XXI para proseguir con
ese apostolado, porque eso es el teatro venezolano en general. Nosotros pudimos
conocerlos y verlos en sus mejores momentos.
OTRA HISTORIA
El siglo XXI ha sido
más próspero o más organizado para el “teatro infantil y juveníl”,
especialmente desde el 15 de septiembre de 2013, cuando, contando con el apoyo
total de la Presidencia de la República Bolivariana, se puso en marcha el Movimiento
Nacional de Teatro para Niños, Niñas y Jóvenes César Rengifo, coordinado por
Pedro Lander y Carolina Cestari, con el montaje de Como un cachito de Luna, versión
de La luna del Jabillo, de Jaime Barres, donde el
mágico personaje de Amanda, acompañada de un gurrufío, un
espejo y un trozo de madera, conquista la aventura de sus sueños, asida de
poderosos valores, como la hermandad, la valentía, la solidaridad y la
importancia del trabajo en equipo y con honestidad permanente en sus compañeros.
Un tema para formar personalidad entre sus jóvenes espectadores pero que a su
vez acentúa la de los mayores. Siempre, en vísperas de la muerte, se está
aprendiendo y hasta disfrutando de la vida, aún en los momentos más dramáticos.
La historia de los
últimos cuatro años de ese Movimiento social, cultural y artístico, que liderizan
Lander y Cestari, se puede
resumir (estadísticamente) en tres mil niños, niñas y jóvenes que por ahora integran
el Movimiento Nacional de Teatro César Rengifo,
institución que cuenta con 24 núcleos operativos en los estados Aragua,
Carabobo, Lara, Trujillo, Miranda, Nueva Esparta, Yaracuy, Vargas, Zulia y el
Distrito Capital donde ofrecen una formación que
fomenta valores de paz y solidaridad a los niños y jóvenes. Y el cual antes de culminar el año 2017, según sus
proyecciones, estará en 8.183 escuelas distritales y nacionales, cuando se
calcula que unos 300 mil niños, niñas y jóvenes habrán ingresado al Movimiento para recibir
así formación práctica y teórica en cuatro artes escénicas: danza, canto,
música y teatro.
Teatralmente
hablando el Movimiento ha presentado 14 espectaculos a lo largo de cuatro años,
siendo Un agricultor de otro mundo
el más reciente, que se mostró durante los días 26,27 y 29 de mayo en la sala Ríos
Reyna del Teatro Teresa Carreño, a casa llena, para decirlo sin mezquindades.
EXTRATERRESTRES
Si Un cachito de Luna inició la esperanzadora marcha del Movimiento, ahora llega Un agricultor de otro mundo, una fantástica historia escrita inicialmente por Freddy Ñáñez para teatro de muñecos, pero que Lander y su equipo
de productores de campo (con Rainer Suárez
y Thais Briceño a la cabeza) transformaron el ambicioso montaje musicoteatral en
una saga escénica repleta de magia que, además, propone una crítica
constructiva y hasta una reflexión de
como los seres humanos nos hemos hecho codependientes de la tecnología y hemos olvidado las legendarias tradiciones de la
agricultura; aquí en Venezuela “la cultura del petróleo” nos arruinó los campos
y ahora tenemos “agricultura de puertos”, otro tema no solo para el teatro. El
buen teatro infantil atrapa al adulto, sin descontar a los más jóvenes, lo aprendimos
y lo corroboramos hace muchos años y eso nos ocurrió ahora, de nuevo, porque la
magia teatral no conoce de falsas fronteras. Las deficiencias naturales de un
niño actor o de un cómico adolescente suman al trabajo colectivo y no les resta
fuerza, porque ellos se dan cuenta de lo que les está fallando y lo enmiendan
casi de inmediato, eso nos lo explicó convincentemente Lily Álvarez Sierra, años
ha.
Un agricultor de otro mundo plasma
una saga escrita por el actual presidente de la Fundación para la Cultura y las Artes
(Fundarte), Freddy Ñáñez, quien relata cómo “una comisión de extraterrestres
que, tras ser arropados por el progreso tecnológico en su mundo, vienen al
planeta Tierra para aprender el valor ancestral de sembrar la tierra.
Ñáñez debuta como
dramaturgo con esta pieza, inicialmente propuesta para el teatro de muñecos, donde
un total de 103 jóvenes actúan, bailan y cantan para narrar la historia de los jocosos
visitantes, quienes deciden buscar en la Tierra los conocimientos para volver a
la siembra.
Tanto el director Lander
y el autor Ñáñez trabajaron hasta lograr un texto y una simple y básica acción
escénica, que llega placenteramente hasta los 60 minutos, capaz de atrapar la
atención y la emoción del público infantil, juvenil y también convence al adulto
por la magia escénica que lograron mostrar, ayudados por juegos escenográficos,
luminotécnicos, el manejo habilidoso de la tramoya y la excelente magia del
“teatro negro” que vino de Praga.
Todo aquello permite disfrutar de un montaje
asombroso que acentúa el valor de la memoria ancestral, de los saberes antiguos,
especialmente por la prédica sobre las semillas de las plantas, la cual a su vez
es una metáfora sobre la esperanza cotidiana que nos mantiene vivos, aún en los
momentos más difíciles de nuestra cotidianidad. Además, el espectáculo tiene
una musicalización en vivo, gracias a una banda creada en el seno del
movimiento artístico, donde Uziel Acive y Acsa Dugarte llevan el control.
El montaje de esta pieza
comenzó en febrero, con la dirección de Lander, quien ha estado acompañado de
un equipo multidisciplinario para las coreografías, los coros, la actuación y
otros aspectos de la puesta en escena. “El trabajo colectivo es algo a lo que
apostamos”, ha dicho.
Un agricultor de otro mundo tendrá una temporada en el Teatro
Bolívar, de Caracas, y posteriormente lo llevarán a otras salas de los estados
Aragua, Anzoátegui, Yaracuy, Lara y Zulia. El Movimiento “por ser un programa
de formación gratuito, para el pueblo, no puede cobrar las funciones y puede acudir
todo el mundo a ver la obra. Es completamente gratis”, celebró el director.
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