Pablo García Gámez vive ,estudia y trabaja en Nueva York. |
La segunda temporada de la pieza Oscuro,
de noche, ahora en la sala Anna Julia Rojas de Unearte, del 14 al 31 de
marzo, permite que su autor responda a varias preguntas que ayudarán a los
espectadores a interpretar mejor dicho montaje, que ha dirigido Carlos Arroyo y
que es producido por la Compañía Nacional de Teatro.
¿Pensó en el éxito con este texto?
Desde que lo escribí, Oscuro, de noche se convirtió en un texto con el que me
identificaba: expresa visiones que siempre quise abordar. Se integra a un proceso en el que, a través
de la dramaturgia, me reencontraba con la Caracas de mi mente y a la que tenía
dos décadas sin ver. Los otros textos extremadamente
caraqueños son Noche tan linda, El Gos, Vendrán tiempos mejores y La
vieja herida. En ellos está la memoria
y también la necesidad de explicar cómo es el lugar de dónde soy, un espacio
que crítico y celebro. En el proceso, mi
escritura encuentra la alteración de tiempos -el tiempo de la memoria que llega
en fragmentos- con personajes que luchan por querer ser, como escribió sobre mi
dramaturgia, en Latin American Theatre
Review, Antonio César Morón,
catedrático de la Universidad de Granada.
“Todo este preámbulo porque no sabía si
alguna vez Oscuro, de noche podría
ser representado. De hecho, una vez leí
un fragmento en The New School y una asistente al evento comentó: “¡Eso es
inmontable!” Yo estaba seguro que era montable, pero no sabía si algún teatrero
o grupo estaría dispuesto a correr el riesgo.
Igual estaba satisfecho con lo que leía en el papel. Definiría Oscuro, de noche como crónica periodística hecha crónica teatral: una
crónica con un hecho que ha sido tan manipulado que se convierte en palimpsesto
de verdades, medias verdades y mentiras: no sabes qué hechos son realmente
ciertos -el caso de los testigos en la obra- algo que ocurre con la información
que actualmente nos hacen digerir, mucha de ella desvirtuada. Era una obra con la que tenía empatía, pero
de ahí a pensar que tendría dos temporadas, confieso que no, no lo pensé”.
¿Qué
lo llevó a participar en el Concurso de Dramaturgia Nacional Apacuana?
Cuando me enteré del Apacuana, no le
presté atención… o se le presté, pero sé de la calidad que hay en la
dramaturgia de Venezuela. A todas estas,
mi amigo Hernán Colmenares, me comenta sobre el concurso y me convence que
envíe una pieza. Desempolvo el texto y
lo mando. Recuerdo exactamente dónde estaba cuando me enteré que había ganado: estaba
en una cafetería y los clientes escucharon un “¡Coño! ¡Me gané el Apacuana!”
“Aprovecho la pregunta para afirmar que el
Apacuana debería ser de nuevo inclusivo a los autores venezolanos en el
extranjero. Creo que el diálogo teatral marcará
el futuro del país. A todo nivel. Hay autores que están fuera del país y lo
llevan encima con propuestas que aportan a ese diálogo. Cuando he tenido la
oportunidad de intercambiar con estudiantes en Caracas he notado la
preocupación por la vanguardia, por inscribirse en la vanguardia tomándola como
el grupo de manifestaciones más recientes que se dan en USA o Europa. A diferencia de este criterio, Richard
Schechner -el creador de la disciplina de estudios del performance- dice que la
vanguardia es policéntrica: cada espacio tiene su vanguardia. Creo que la inclusión de autores venezolanos
en el exterior abriría un debate que podría abordar aspectos como el que te
acabo de comentar. Además, las ausencias
no dialogan.
¿Satisfecho
de lo que logró Carlos Arroyo?
No estoy satisfecho con Carlos
Arroyo. Estoy extremadamente agradecido
con Carlos Arroyo por todo lo que ha logrado con el texto. Encontró inmediatamente su carácter
manipulable, sus elementos lúdicos. Vistió
al texto de circo, lo subió al cerro.
Hizo que cada actor, cada actriz, cada músico, cada técnico diera lo
mejor para crear este musical cerrícola, cerrícola con el orgullo y la humildad
de reafirmar de donde emerge la obra. La
práctica que emplea la CNT ofrece la posibilidad de múltiples lecturas al rotar
los personajes entre los actores. Cada
función tiene un sabor diferente a las demás, algo difícil, muy difícil de ver
en cualquier contexto.
¿Qué
le cambiaría a su texto ahora que lo ha visto representado?
Moreno Uribe: no le cambio nada. El texto sigue allí para ser jugado, para
invitar a diferentes lecturas, para jugar con la poesía, la dureza y el vacilón
que es la vida.
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