"Marburg" ahora en Unearte para mostrar el talento de un catalán y la calidad de los actores venezolanos dirigidos por Juan José Martín |
El catalán Guillem
Clua (1973) es el periodista y dramaturgo de quien más se habla en Caracas
durante los últimos meses de este crucial 2013, tras los montajes de sus obras La piel en llamas y Marburg, por los directores Vladimir Vera y Juan José
Martin, los cuales tienen ahora una segunda temporada en el teatro Principal y
en Unearte.
Vía Internet respondió así a nuestras
preguntas:
-¿Cómo está su vena creativa últimamente?
-He tenido un otoño muy movido. He
dirigido un nuevo espectáculo en el Teatre Lliure de Barcelona llamado La revolución no será tuiteada y he
colaborado con textos para un espectáculo de danza que se presentó en Madrid el
mes pasado y en una comedia sobre la televisión que aún está en cartel en
Barcelona. Además, cada semana escribo un capítulo para una telenovela
catalana. Aparte de eso, esta temporada trabajaré desde Madrid para estrenar la
versión en castellano de mi obra Smiley
y escribiré un musical.
-¿Los éxitos y los fracasos lo estimulan a escribir otros textos o
buscar nuevos temas y formulas escénicas?
-No. La motivación la encuentro en
otros lugares. Historias reales que me inspiran, personajes que piden que
cuentes sus peripecias, incluso una única frase puede desencadenar un torrente
de motivación. Nunca sé cuándo ni dónde aparecerá. Mi padre siempre me dice que
la inspiración es esencial, pero que cuando llega te tiene que pillar
trabajando, y es cierto. El éxito de una obra no genera más ganas de escribir,
al menos en mi caso. Es cierto que me siento más valorado en el caso de
estrenar una obra que gusta, y eso puede proporcionar más confianza en mí
mismo, pero a la vez también puede generar inseguridad, ya que el público
siempre pide un éxito similar al anterior. ¡Y ningún dramaturgo escribe siempre
obras geniales! Por otro lado, los fracasos me obligan a replantearme cosas,
sí, tics en los que he caído, decisiones equivocadas, y eso siempre es
saludable.
-¿Por qué hay tantos textos, no solo
los suyos, sobre la homosexualidad y otras conductas sexuales posibles, temas
que eran casi vedados para los autores que buscaban la representación de sus
textos?
-En mi país, la homosexualidad ha sido
un tema tabú hasta tiempos muy recientes. Recordemos que durante la dictadura
de Franco podías ir a la cárcel por el mero hecho de ser gay. Ahora mismo
vivimos una situación totalmente opuesta, afortunadamente. España fue uno de
los primeros países del mundo en aprobar el matrimonio igualitario, y la aceptación
social de gays y lesbianas es muy amplia. Pero no hemos llegado a esta
situación por arte de magia. Durante décadas, colectivos LGBT han luchado día a
día contra la discriminación. Y con ellos, muchos artistas, dramaturgos,
escritores, etcétera, también han puesto su granito de arena, dando visibilidad
a un conflicto a menudo ocultado. Las obras de teatro que abordan este tema a
menudo han sacado a la luz historias que el público mayoritario no podía ni
sospechar. Han sido obras de gran calado, escritas aquí o fuera, que tenían una
voluntad de denuncia, en un tiempo en el que eran muy necesarias. Hoy en día,
afortunadamente ya no hace falta denunciar tanto, y las obras de temática gay
en España suelen tratar el tema con mucha más normalidad, como es el caso de mi
comedia Smiley, una historia de amor
de dos chicos que ha tenido un gran éxito en el teatro comercial de Barcelona
la última temporada.
-¿Qué opiniones, a favor o en contra, ha recibido sobre sus obras donde
toca la conducta gay?
-Nunca he tenido una sola mala crítica
por el hecho de incluir temas gays en mis obras. Jamás. Más bien todo lo
contrario. Smiley, por ejemplo, ha
recibido excelentes críticas de manera unánime, y un apoyo del público que ha
mantenido la obra en cartel durante un año entero, contando la gira por el
país.
-¿Marburg es la obra más completa de su repertorio, donde hasta se mete
con la Iglesia Católica Apostólica y Romana?
-No creo que sea la más completa, pero
sí la más ambiciosa. Es cierto que trato muchísimos temas en esa obra, a través
de cuatro universos distintos, pero eso no la hace más completa que La piel en
llamas o cualquier otra. De hecho, al ampliar tanto el espectro de la
reflexión, en tantos frentes, se corre en riesgo de no tratar un tema con la
profundidad que merecería si, por ejemplo, en lugar de escribir una obra,
hubiera escrito cuatro con todo el material que he metido en Marburg. Alguna crítica he recibido en
este sentido. Aun así, creo que fue un acierto apostar por una obra tan
poliédrica y que en el fondo trata un único tema: el miedo a desaparecer. Al
abordarlo vi claramente que tenía que hablar de la religión (un tema
recurrente, por otro lado, en muchas de mis obras, como El sabor de las cenizas o La
tierra prometida), ya que la iglesia es la única que promete la cura
definitiva a todos los males: la vida eterna. En Marburg no critico tanto la iglesia como el uso que la iglesia
puede hacer de la fe, así como la manipulación de la necesidad de creer que
tiene el ser humano.
-¿Qué dicen los conservadores españoles de ese texto?
-Cuando se representó la obra en el
Teatro Nacional, había gente que abandonaba el teatro a media función. Se
sentían ofendidos por el contenido de la obra, al hablar de sexo explícito o al
comparar a Dios con Kylie Minogue, por ejemplo. Solía ser gente mayor que no
esperaba ver una obra así en un teatro público de tanto prestigio como el TNC.
No me molestaba que se fueran. De hecho, me alegraba ver que la obra les
perturbaba tanto. Espero que de eso sacaran alguna reflexión o que
reflexionaran un poco sobre por qué se sentían tan ofendidos. Ese es el poder
del teatro.
-¿Qué aconseja a los nuevos y los veteranos autores teatrales para que
intenten saborear el éxito de las carteleras?
-No sé si soy nadie para dar
consejos... Les diría lo mismo que me repito a mí mismo cada día: que escriban,
que no tengan miedo y, sobre todo, que sean honestos con ellos mismos: que no
escriban la obra que el mercado espera de ellos, que escriban lo que sienten,
lo que realmente piensan, que encuentren su verdadera voz y no una voz más como
tantas otras. Que intenten ser únicos.
-¿Lo han traducido al inglés para representarlo?
Sí. Todas mis obras están traducidas al
inglés. Marburg y La piel en llamas
cuentan además con versiones en otros idiomas europeos. Son mis dos textos más
internacionales.
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