La quinta pieza teatral de Martín Hahn es un trío de seres desesperados |
Por supuesto
que los dramaturgos criollos no pueden pagar la producción escénica de una sola
de sus obras. Pero Martín Hahn (Barinas, 14 de septiembre de 1964) es la excepción.
Ahorró, porque es un exitoso escritor de telenovelas, y ahora disfruta del estrujante
espectáculo Mátame que Javier Vidal hizo, con los diestros actores Gustavo Rodríguez, Julie
Restifo y Luis Gerónimo Abreu, al cual presentan en el penthouse del BOD/Centro
Cultural, con buen flujo de público.
Vimos y
ponderamos el debut de Martin Hahn, aquel 15 de febrero de 1992 en el
teatro Chacaíto, con su comedia policial Crimen
pasional. Al cabo de 21 años, completó
con Mátame,
su primer quinteto de textos escenificados: Tres reinas, Rey de Oros y Hombre
casado busca, donde hay personajes muy sexuales. Y tiene a la espera otras cinco
temáticas y argumentaciones variopintas: Ángeles del mismo infierno, Desnudo como un santo, Amarillo
número cinco, A rienda suelta y Locos de amor, el cual es nada menos que un musical escrito con las más
exitosas canciones de Yordano. Es posible que prosiga ahorrando hasta lograr
ver escenificada otra de sus piezas o consiga una empresario dispuesto a
invertir en una o varias producciones. Mientras tanto, come mucho dulce de
lechosa ante el placer de ver su Mátame en escena.
Mátame es un curioso melodrama de suspenso
–la música es original de Adolfo Herrera- donde se aborda, como tema
único, la relación entre un padre, su mujer y el hijo, para conducir al espectador por el angustioso sendero de
la duda hasta descubrir quién es el asesino. Ahí, el alcohólico desahuciado
Peter (Gustavo Rodríguez) ha urdido todo un siniestro plan para que su esposa
(Julie Restifo) o su vástago (Luis Gerónimo Abreu) lo asesinen. Él no se
puede suicidar porque sus herederos perderían un millón de dólares del seguro
de vida. El desenlace no es una novedad, sino lo que siempre ocurre en una
familia donde hay mucho dinero por repartir, por lo que los más vivos son
quienes siempre ganan.
Pero más allá del suspenso, que está bien hilvanado, la pieza tiene su
moraleja: la venganza es un crimen más y ningún cristiano debe tomar justicia por
su propia mano, aunque en la religión judía la Ley del Talión propone todo lo
contrario.
La obra subraya las consecuencias de un matrimonio fracasado y el
desesperado intento de Peter por obtener una compañía para su alcoholizada
vejez, para lo cual se casa de nuevo con una inmigrante colombiana, dama con
pasado nada transparente, creándole múltiples problemas al hijo de su primera boda,
quien a su vez quiere contratar a unos sicarios
que venguen la muerte de su hermana.
Más allá de la temática y la argumentación, el público podrá disfrutar
de la pulcra puesta en escena, donde se utilizan dos espacios escénicos para
incrementar el dramatismo que envuelve a ese terceto de alucinados personajes,
y el juego de las creaciones actorales, especialmente de Gustavo Rodríguez, un borracho que eriza la piel, la fina
colombiana que materializa Julie Restifo y el cuasi paranoico hijo que consigue
Luis Gerónimo Abreu.
¿Cuántos Máteme se viven cotidianamente en Venezuela? ¿Cuántos urden
venganzas y hasta pagan sicarios? ¿Por qué hay tanto odio entre la población?
¡Son temas y argumentos para los escritores, pero Martin Hahn ya lo hizo y está
muy satisfecho, y nosotros también!
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