Soraya Siverio y Laura Baldaser en la pieza de Uva de Aragón |
Desde el Teatro UCAB (creado hace 39 años) y la veinteañera
agrupación profesional AGOteatro, con exalumnos de la Universidad Católica
Andrés Bello, prosigue la teatrera Virginia Aponte suscitando y proponiendo
urgentes reflexiones sobre temas trascendentales para la comunidad caraqueña,
como son la necesidad del encuentro y el afecto.
Ninguna otra artista adelanta tal proeza y el país se dará cuenta de tan valiosa
acción cultural cuando sus artífices se marchen a otros destinos.
Virginia (llegó de La Habana hace unos 50 años) no se muda
ni deserta todavía. Y menos ahora que ha producido y exhibido, en los espacios
de la UCAB, con gran acierto estético un espectáculo, magistralmente actuado y de
amargo rotulo poético. Este Memoria del silencio es vital e importante para el ahora de Venezuela y América
entera, porque replantea un descarnado análisis desde la razón, la sinrazón y los sentimientos de las existencias de quienes
viven o vivieron el proceso revolucionario de Cuba, iniciado el 1 de enero de
1959. ¡No es exaltación ni anatema, sino dolorosos y lacrimógenos testimonios de
dos hembras que se descubren abusadas y solitarias! Hay millones de féminas
quienes se preguntan el por qué y el para
qué de tantos desatinos con ellas y sus
familias por ideologías que aún son irreconciliables.
Memoria del silencio es el testimonio de las hermanas Lauri y Menchu, separadas por la revolución. Una,
a los 18 años, va a Estados Unidos por seguir a Robertico, que amaba, y la otra
se queda en La Habana para estar con Lázaro, a quien adoraba. Después de
40 años, cuando ya no tienen a sus caballeros, se
reúnen y materializan sus historias vividas desde experiencias tan
distintas que podrían parecer irreconciliables. Tal reencuentro les permite soltar
fantasmas creados en cuatro décadas de silencios y martirios, y es así
cuando se preguntan si conocieron la felicidad, o si todos fueron sueños o espejismos
fugaces. Y cuando despiertan deben proseguir
su ruta hacia la salida, tras admitir que fue engaño o equivocación, pero al menos
vivieron y conocieron ramalazos del amor. ¡Existencialismo a la cubana!
Memorias del silencio es una estrujante versión, adelantada por
Virginia, de la novela homónima de Uva
de Aragón sobre hechos que ella vivió y sufrió, quien además la puso en escena
para que la encarnaran Soraya Siverio, Lucrecia Baldasarre, Carlos Domínguez y
Unai Amenabar, todos patéticamente entregados a sus pensados y sentidos roles humanos.
Hacía muchos años que no veíamos correr lágrimas de verdad ni contemplábamos el
húmedo sudor de cuatro seres, empeñados
en enseñar con sus personajes dos amargas historias de soledades y
desatinos, donde la realidad solo se recupera en pocos momentos: cuando devoran
sendos helados de chocolate en platillos metálicos, o bailan los cálidos ritmos
cubanos.
“En
definitiva, esas reminiscencias conforman la historia colectiva de los pueblos
y sin memoria no hay país”, clama Uva de Aragón.
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