César
Rengifo: imagen, pensamiento y acción es el
título de una pulcra muestra antológica sobre
la obra pictórica, así como elementos claves del legado poético, ensayístico y
dramatúrgico de este gran artista
caraqueño, en ocasión del centenario de su
nacimiento, la cual estará en los
espacios de la Galería de Arte Nacional, a mediados del venidero mes de mayo.
Esta exposición, organizada por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura
a través de la Fundación de los Museos Nacionales, permitirá ponderar, entre
otras cosas, las obras que custodia el Estado, bien en la Galería de Arte
Nacional y la pinacoteca del Banco
Central de Venezuela, además de unas
cuantas piezas facilitadas por los coleccionistas privados y sus familiares.
Mientras se conocen mayores detalles de la
globalidad de los lienzos de Rengifo que serán expuestos y las características
de las respectivas conferencias o
charlas de los especialistas, todo eso bajo la coordinación de los curadores Félix Hernández y Carolina
Balza, conviene recordar que este
venezolano siempre afirmó que el arte es una proyección de la vida social, como lo subraya el
escritor Jorge Nunes: “De allí que su obra plástica como su dramaturgia coincidan con asombrosa
exactitud sobre los mismos bordes: la problemática del país y el devenir que la
dinámica social diagrama a través de su
historia”.
Hombre y
artista. La visión e interpretación
que propone Rengifo en toda su obra, está apoyada en el marxismo y horada
cualquier percepción que pretenda imponer fronteras a su alcance. Asegura Nunes
que esto se detecta en toda su obra artística confiriéndole una fisonomía muy especial; un rostro propio y
ajeno a cualquier posibilidad de e confusión .Su obra, tanto la pictórica como
la dramatúrgica solo podía ser sentida y
vertida en códigos estéticos por él. Nadie sino Rengifo podía firmar cuadros
como “Una rosa para mi ciudad”, “La flor
del hijo” o “Su música interior”, por ejemplo. Solo él sería capaz de crear y
suscribir “Lo que dejo la tempestad o
“Los hombres de los cantos amargos”. Porque en
cada una de esas obras vibra la parte más íntima del artista, aquella
que le concede propiedades irrepetibles a su sensibilidad”.
En relación a este fenómeno de la coincidencia
absoluta y estricta entre el pensar y el hacer, entre el hombre y el artista,
Alexis Márquez Rodríguez señala: “En su pintura, por ejemplo, hay un estilo inconfundible,
que a la visión marxista aúna elementos extraídos de sus vivencias, lo cual
pone como es obvio, ese toque personalísimo a que nos hemos referido. Lo
ideológico, entonces, se adminicula a una técnica y un estilo con
reminiscencias expresionistas, en que la personalidad del artista, su mundo interior, sus vivencias
y experiencias personales, desempeñan también, junto con lo ideológico, una
función clave para la comprensión y valoración de su obra”.
Nunes
afirma que Rengifo se ha identificado de tal modo con su
pueblo que ha hecho suyos sus conflictos y se ha dejado rasgar la imaginación y
el talento por paisajes que, aunque tendidos
sobre la geografía del país parecen haberse instalados en secretos laberintos
de su piel y su conciencia y lo habitan de tal manera total y definitiva. El
planteamiento temático y lenguaje plástico de Rengifo, en este sentido,
adquiere una unidad absoluta: los códigos, los símbolos utilizados para
expresar los contenidos no son otra cosa que sus reflejos”.
Obra
plástica. Rengifo, orientado dentro de la corriente figurativa,
intenta, sin embargo, trasponer los límites impuestos por la figuración. Nunes
comenta que a través de elementos que
evidencian una simbología muy
particular, el artista remueve la epidermis de las atmosferas que
construye, hasta pulsar significados que propician una intimidad menos cercana.
Y aunque sus cuadros surgen de una eclosión cuyo génesis se sitúa en la realidad, es aprehender cierto
encantamiento, cierto secreto fervor que trasciende las líneas y estalla con
una luminosidad, que vence el equilibrio colorístico de sus pinturas. En ese
sentido, la realidad desplegada en las telas del artista constituye un conjunto
de cálidas proporciones nes poéticas que rebasa los seres, los países y los
objetos que la certifican.
Rengifo manifiesta: más que realismo social,
diría que mi lenguaje plástico se ubica dentro de lo que llamaríamos realismo
poético. Y es bueno insistir que el realismo poético, tal y como lo concibo, no
está vinculado con el expresionismo.
Caraqueño
ilustre
César, el hijo de Ángel María Rengifo Goita y
Felicia Cadenas nació en Caracas el 14 de mayo de 1915 y murió en la capital
venezolana el 2 de noviembre de 1980. A los 10 años asistió a las primeras
clases en la Escuela de Bellas Artes, pero es entre 1930 y 1935 que hace los
estudios formales y recibe instrucción de Marcos Castillo, Rafael Monasterios,
Cruz Álvarez García y Antonio Esteban Frías. Viaja a Santiago de Chile becado
por el Ministerio de Educación a estudiar pedagogía artística; luego en 1937
viaja a Cuidad de México a estudiar pintura mural en la Academia de San Carlos
y en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura La Esmeralda. De allí sale con
una marcada influencia de Diego Ribera,
logrando un estilo que le da relevancia al mensaje social. Regresa a Venezuela
y realiza su primera exposición individual. Durante varios años trabajó como
reportero y luego como jefe de redacción del diario El Heraldo, en Caracas, y
colaboró con otros periódicos y revistas. En 1948 participa junto a otros
artistas venezolanos en el ciclo de debates “El realismo en el arte” y publica
varios artículos en defensa del realismo social. En 1954 obtuvo el Premio
Nacional de Pintura y el premio Arturo Michelena. Además de pintor, fue
dramaturgo, poeta, periodista y promotor cultural. Autor de 40 piezas
teatrales, casi todas publicadas y montadas en Venezuela y el exterior. En este
campo obtiene importantes éxitos y en 1980 se hace acreedor del máximo
galardón: el Premio Nacional de Teatro.
Tamanacos y
Amalivaca
La
labor muralista más ambiciosa realizada hasta ahora en Venezuela la hizo César
Rengifo en una superficie de 90 metros cuadrados en una de las paredes de la
plaza Diego Ibarra del Centro Simón
Bolívar. Fue planificado, diseñado y ejecutado por el artista y un grupo de
colaboradores en un año y seis meses. Se concluyó a finales del año 1955.Es el
Mural de Amalivaca donde vertió la
historia de la creación y el esfuerzo persistente de los dioses. Inicialmente
pensó que era posible usar la piedra y diseñar sobre ella las peripecias del nacimiento del mundo de los tamanacos Finalmente, optó por
el vidrio. Trabajo seis meses en el
boceto y sus ayudantes un año
laboraron un año en la
realización definitiva. Ahí está la fina leyenda de Amalivaca con la gran
aventura precolombina. El nuevo mundo brota de las semillas de la palma y ahora
comienza otro amanecer, mientras Amalivaca y Vochi reposan.
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