Aitor Aguirre y LuisPalmero son los comediantes de la pieza de UgoUlive |
Dos
damas y ocho caballeros llegaron a Venezuela entre 1945 y 1976 para apuntalar
el desarrollo de su teatro. Nadie niega que las actuales artes escénicas tengan
una deuda con esos pioneros que dieron aportes para su crecimiento en décadas
difíciles por la carencia de estímulos y porque el país aún no despertaba. Aquí
encontraron paz, democracia, amor y mucho trabajo. Algunos regresaron a sus
países, otros hicieron mutis y dos sobreviven. Ellos fueron Alberto de Paz y
Mateos, Jesús Gómez Obregón, Juana Sujo, Horacio Peterson, Lily Álvarez Sierra,
Gabriel Martínez, Carlos Giménez y Juan Carlos Gene. Romeo Costea (Rumania,
1922) y Ugo Ulive (Uruguay) están retirados de sus actividades artísticas y
aún pendientes de lo que transcurre en la escena criolla
Es el caso
de Ulive, a quien lo invitó la gente de El Nuevo Grupo para que dirigiera sus
espectáculos desde 1967. Aquello lo hizo tan bien que era el único rival
de Carlos Giménez y su grupo Rajatabla en
lo que a puestas en escena se refiere. Escribió su ópera prima, Prueba de fuego, centrada
en el drama de la pacificación de la guerrilla venezolana, la cual estrenó, en
1981 con José Ignacio Cabrujas y Omar Gonzalo. Y ahora cedió sus respectivos derechos
para presentarla en el Festival de Nuevos Directores del Trasnocho, donde ya culmina su breve temporada, con los intérpretes Aitor
Aguirre y Luis Palmero, dirigidos por Catherine Medina.
Prueba de fuego,
texto para dos personajes, Cesar y Mariñito, se
ambienta en el año 1967, un momento especialmente convulso, marcado por el terremoto
de Caracas, la muerte de Ernesto Che Guevara y el declive de los movimientos guerrilleros
que emergieron al comienzo de esa década en Latinoamérica, como consecuencia de
la victoria rebelde de los cubanos y la república revolucionaria que pusieron
en marcha, contra viento y marea. Plasma la historia de dos ex combatientes esperando
hablar con “El Comandante”, líder de “El
Partido”, quien está sumamente enfermo. Sus planes de vida dependen de las palabras
de ese jefe, pero él muere horas antes y ahora tienen que aceptar la
pacificación y las reglas de una democracia burguesa o proseguir en la lucha
armada, cual nuevos cimarrones.
Vimos el estreno y recordamos que su temporada suscitó reflexiones sobre
el pro y el contra de la lucha armada y lo ocurrido después en
Venezuela y el resto del continente. Nadie podía sospechar que pasados 34 años nuestro país estuviese viviendo un especial proceso
revolucionario.
El espectáculo actual, que no supera los 50 minutos, carece de actores diestros.
Se aplaude la pasión demostrada, lo mismo que la sana intención de la directora
Catherine Medina, todos con juventudes y talentos para capacitarse.
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