Genio y figura. Solamente a
un artista como Román Chalbaud, a punto de festejar sus primeros 85 años y
cuando tiene más de 40 peliculas y
textos teatrales que soportan cualquier crítica y además son de carácter
modélico, se le podía ocurrir y hacer un espectáculo sobre una temática nada
frecuente en los escenarios no solo de Venezuela. Pero lo hizo, para demostrar
cierto aquello de que solo los experimentados pueden experimentar.
Tomó el argumento de la
película inglesa Irina Palm (2007), dirigida
por el germánico Sam Garbarski y estrenada el 13 de febrero en el Festival Internacional de Berlín, lo adaptó primero para
una versión de microteatro, o sea 15 minutos de acción dramática, y lo mostró en improvisado escenario del
Sambil de Caracas, apuntalado únicamente en las dotes histriónicas de Gladys Prince y Juan Carlos Lira, y como aquello gustó , durante la temporada 2015, aceptó el reto de llevarlo a una hora y exhibirlo
para este 2016 en la sala 1 del Celarg, bajo el sugestivo título En la palma de tu mano, acentuando el perfil de los
personajes y la complejidad crítica de
sus relaciones familiares y sociales, desechando la sordidez del mundo de las
drogas sicotrópicas, el alcohol y la prostitución como única salidas para las
soledades de los hombres, como lo plasma el filme, pero dándole un toque
melodramático y el balsámico e inesperado final feliz. No hay que olvidar como
la realidad siempre es más fuerte o más amarga que la ficción teatral.
¿Pero qué fue lo que hizo o ha hecho
Chalbaud? Nada que rompa con su saga de artista trasgresor y nada complaciente,
nada que borre sus peliculas o teatros como El pez que fuma, Los cuchillos
de fuego, Pandemónium, Sagrado y obsceno, Cuchillos de fuego y Caín adolescente,
entre otros. Tomó, pues, el guión de Irina
Palm – escrito por Sam Garbarski, Philippe Blasband y Martin Herron- y lo
hizo suyo, sin negar los créditos naturales, además convocó a un elenco y
estrenó ese rocambolesco cuento melodramático de la desesperada abuela Irene que
acepta trabajar en un prostíbulo inglés para masturbar a kilómetros de
caballeros, solamente a través de un hueco de una cabina, donde esperan sus suaves
manos.
¿Qué, cómo, de qué se trata? Todo aquello transcurre en un sex shop del
Soho londinense contemporáneo y es el único trabajo que la abuela consigue para
reunir 46 mil dólares y costear así la operación quirúrgica que salvará la vida
de su único nieto, de 7 años. Es una crítica a la reina madre del Imperio, a
una sociedad clasista donde la medicina está socializada pero tiene sus niveles
y el que quiera salvarse debe emigrar y pagar en libras o en dólares.En síntesis:
se muestra la posible degradación moral y física de los ciudadanos cuando no
tienen capital y no quieren morirse sin luchar.
Ella, la abuela Irene, tiene suerte al conseguir un empleo más adecuado
para jovencitas y además atrapa o enamora, sin querer queriendo, al dueño del establecimiento
pornográfico o el prostíbulo, quien la invita a ser su compañero de vida, hasta
que les llegue la muerte. Un final feliz, como de cualquier telenovela, ese invento
derivado del melodrama —hibrido de los talentos franceses, ingleses y cubanos -
que lo resuelve todo con unos besos y unas cuantas lágrimas en el trayecto para
bajar el telón de la historia.
Lo notable del guión teatral y la
realización del espectáculo, con cuatro actores únicamente, es la simplicidad –telegráfica
o tuitesca de la narración escénica- los ritmos y las atmósferas, desarrolladas
todas sobre el filo de la comedia en bruto. No hay tiempo sino para compadecer a
la aguerrida abuela que hace todo lo impropio para salvar la vida de su nieto y
ayudar a su hija y la nuera. Nosotros recordamos las novelas Al filo de la navaja y Servidumbre humana del inglés William Somerset Maugham, por la humanidad y la sordidez
de sus personajes, además de la controversial y triunfante vida de aquel
escritor.
Hay opiniones moralistas que condenan al argumento y ofrecen flores para
el niño condenado a morirse antes de tiempo. Pero la historia fílmica y teatral
es otra y arroja su moraleja: el fin justifica los medios, como hace siglos lo
predicó Nicolás de Maquiavelo en librito El
príncipe.
Los trabajos actorales más
fuertes y dignos de aplausos son los de Gladys Prince y Juan Carlos Lira,
especialmente por sus transiciones, y los secundan, con menos intensidad, Andreína
Mesa y Joan Manuel Larrad.
TRAGEDIA REAL
La productora de este
montaje, Yackeline Salazar -reconocida por su labor en películas venezolanas
como El manzano azul, Reverón, El
malquerido y La casa del fin de los tiempos-
fue asesinada el 23 de agosto cuando salía de su casa para realizar unas
compras. La maldad tenía que cobrar su cuota en un hogar en un respetable hogar
venezolano. El estreno de la pieza, que estaba programado para el sábado 3 de
septiembre, fue pospuesto y las funciones venideras servirán de homenaje. Sus
asesinos son perseguidos y ya hay hasta uno preso. "Es un homenaje
para ella. Por eso insistimos en que la obra se debía realizar, y ella estará
acompañándonos en cada función", dijo el actor Juan Carlos Lira.
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