Vidal y Olavarrieta en el obricidio de Escalona. |
Gracias al
obricidio, peculiar técnica de reescritura teatral que impuso y utilizó Rodolfo
Santana (Caracas, 1944/Guarenas 2013) en su creación de no menos de 100 obras
para hacerlas más ligeras o más impactantes entre la audiencia, José Simón
Escalona (Ciudad, Bolivar, 1953) ha presentado en la 9 Temporada de Microteatro
Venezuela su pieza Padre e hijo, con
los actores Luis Olavarrieta y Javier Vidal o Gonzalo Velutini, con puesta en
escena de Angélica Escalona, la cual hace temporada en el Urban Cuplé.
Recordamos que Escalona dirigió y estrenó su original Padre e hijo durante la temporada teatral
de 1987 en la sala de conciertos del Ateneo de Caracas, con los comediantes
Fernando Gómez, Javier Vidal, Manola García Maldonado, Xiomara Moreno y Julie
Restifo. Eran otros tiempos y para decirlo, cursilonamente, éramos felices y no
lo sabíamos, pero la actual procesión prosigue y el retrovisor debe descansar, por
ahora.
Entre las gratas brumas del pasado nos vienen imágenes
de ese Padre e hijo pero es ahora,
al degustar que ha sido sometida al obricidio, cuando exaltamos al dramaturgo
porque replantea la criminal homofobia de padres contra hijos gays, algo que en
el siglo pasado fue de terribles consecuencias, pero que ahora, en esta loca centuria,
está más aminorada, pero está cual guillotina. La nueva Padre
e hijo, para así llamarla, es un choque de trenes entre un progenitor y su
hijo al reconocer que se equivocó, que debió ayudarlo, no execrarlo ni perseguirlo,
que el muchacho tiene sangre suya; huella indómita de la cual ahora, cuando está
casi moribundo, es la marca de la casa, la huella de la estirpe.
Escalona ha resucitado un muerto, por así decirlo, y
debe prolongar esa pieza breve y llevarla a una hora, por lo menos, porque ahí
rompe lanzas por todos esos gays repudiados de sus familias y quienes al cabo de
los años resultaron siendo los mejores hijos, los que cuidan de “los viejos”,
como lo enseña César Sierra en su pieza La
lechuga.
Vimos a Vidal y Velutini encarnando de maneras intensas
al padre, en sendas funciones, y recomendamos ambos estilos, pero debemos
resaltar la maduración rápida que Olavarrieta ha logrado sobre las tablas: ahí
hay un actor que camina solo y listo para mayores retos. ¡Teatro psicosocial! No
todo se ha perdido ni está a punto de naufragar, hay gente de valía.
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