Otra lucha por el teatro en este nada fácil año 2016. |
En Venezuela la permanencia de las instituciones culturales
privadas depende de la vida y la obra de sus
fundadores, pero Rajatabla –debutó el 28 de febrero de 1971 con el espectáculo
músico teatral Tu país está feliz- ha
sobrevivido tras la desaparición física de dos de sus creadores básicos: Carlos
Giménez la dejó en 1993 y hasta el 2011 la condujo Francisco Alfaro. Y es por
eso que ahora, bajo la égida de su presidente William López (José Rosario
López), insiste en ser alternativa válida para artistas y público, desde su
edificio sede (propiedad de Unearte), donde programó el singular espectáculo Entre pícaros y retablos, creado y dirigido por Jan Thomas Mora Rujano (1982), que se presentará de jueves a domingo en la Sala
Rajatabla, hasta el 25 de septiembre.
BREVE HISTORIA
Pero
antes de reseñar lo que presenta Rajatabla, subrayamos que fue una institución
importante para las artes escénicas venezolana y latinoamericanas entre 1971 y
1993, cuyos montajes eran verdaderas cartillas estéticas, pero tras la desaparición
física de Giménez (presidente y director artístico), comenzó un lento declive artístico
porque careció de un auténtico creador
al frente de su elenco profesional, el cual también fue desmembrándose,
pese a los esfuerzos gerenciales de Alfaro, y entró en grave crisis existencial hasta que, a mediados de la segunda década
del siglo XXI, tuvo un director creativo,
como lo demostró Vladimir Vera, quien duró escasamente un año en funciones, y desde
entonces López se encarga de llamar o convocar a los eventuales montadores de
obras. Ahora está probando con Mora Rujano, talentoso trabajador, y prácticamente
este montaje Entre pícaros y retablos es su debut.
También
hay que resaltar como Rajatabla, después de 45 años, tras perder “los paraguas”
que eran el Ateneo de Caracas y el diario El Nacional, quedó reducida a
cuatro miembros: un solo actor, Pedro Pineda, y tres diligentes personas en labores
gerenciales, quienes, no cobran el sueldo mínimo de ley, por cierto, además del
mencionado presidente.
HOMENAJE
Entre pícaros y retablos es un homenaje a la lengua española, cuyo texto está
compuesto de piezas cortas de Miguel de Cervantes y Federico García Lorca, a
quienes el mundo rinde tributo por el aniversario de sus muertes: cuatro siglos
del primero y 80 años del segundo. El montaje es un ensamblaje de los
entremeses de Los habladores y Retablo de las maravillas y la
farsa Retablillo de don Cristóbal de García Lorca, además
de un prólogo de Mora Rujano. Un inteligente repaso de más de tres siglos
de literatura. Se desarrolla en un espacio vacío y con mínimos elementos, porque
allí lo más importante es la palabra, ese verbo que se convierte en
identidad y cercanía. Es una compañía teatral itinerante que desde hoy
llevará a sus espectadores un discurso compuesto de clásicos españoles.
La idea de este
montaje es jugar a la contemporaneidad. Ver cómo estos textos tienen
vigencia, cómo pueden llegar a ser vivenciales. El objetivo es rescatar
desde el lenguaje clásico todas esas ideas que pueden convivir con la jerga
venezolana, sin perder su esencia, y las cuales tienen vigencia desde su
discurso y ese vínculo con la realidad social que como seres de este mundo conflictúado donde vivimos enfrentados
a sus vicisitudes y problemas, porque para nadie es un secreto que
todavía existen, y existirán, picaros que insisten en buscar a quienes caerles en habladurías, echando sus cuentos y
poniendo trampas para que cualquier inocente caiga entre palabras y retretas, afirma
Mora Rujano, quien es dramaturgo, investigador y productor teatral, y
tiene una página web desde donde informa lo que hace y lo que proyecta.
Entre pícaros y retablos se vale del metateatro para contar la saga de la
itinerante agrupación. Presenta a un elenco de cómicos que viajan por
varios pueblos, tabernas y plazas relatando las poéticas líneas de
Cervantes y García Lorca. Buscando a quién dedicarle sus cuentos, entre
risas y trampas. Pero ellos no tienen listo su show, son solamente ensayos.
Por eso su escenografía nunca está terminada y en sus mesas los platos no
tienen comida y sus casas son solo columnas y fachadas; todo un juego
entre lo clásico y lo moderno. Y esa ambulante agrupación la integran: el
veterano Pedro Pineda, además de John González Vicent, Diego
Abreu, Angélica Ruiz, Juceley Caraballo, Antón Figuera y Mary Carmen
Duarte, gente nueva y sin mayores experiencias, quienes revelan talento y tiene
un buen ver.
Al director le interesaba destacar esa cercanía que debe
existir entre actor y pueblo, que para los autores era fundamental. Porque
el fin era educar, formar a una sociedad. Realzar valores como el honor y relacionarse
con un contexto en un momento. Además, presentaron este espectáculo para airear
un poco el ambiente de tanto drama y tragedia que se ve en las salas
caraqueñas.
El montaje, que no supera los 75 minutos, resulta grato,
no aburre y permite reconocer las ideas corrosivas de un García Lorca, enemigo
de dobleces e intrigas y un fanático del amor entre todos los seres humanos,
cosas por las que lo mataron hace 80 años, los fascistas españoles.
El elenco trabaja bien, convence y con una semana más de
funciones habrá engranado en sus pericias escénicas. Éxitos para todos con ese Rajatabla
que comienza de nuevo, cual Ave Fénix.
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