Un valioso cuarteto de actores |
Nada
mejor para comenzar la temporada teatral caraqueña del 2018 que un espectáculo
sobre la cruda y amarga temática carcelaria adecuada, a nivel informativo, para
todos los seres humanos, como lo enseña el montaje Los luceros. Amistad, poder y traición. Se trata de un correctísimo
texto del venezolano Herbert Silva, bien puesto en escena por Jennifer Morales,
en la histórica sala Rajatabla, desde el pasado viernes 19 de enero, donde destaca
la participación ejemplar de los actores, Rafael Gil, Jesús León, Vicente
Quintero y José Manuel García, con la producción de
Raymar Ugencio.
¿Y porque escogimos
un montaje centrado en los problemas de la libertad de cuatro seres humanos
hacinados en Ciudad de Dios, el presidio
más peligroso de esa Venezuela teatral? Porque, como lo describe Jane
Ciabattari, de la agencia BBC, Cervantes, Dostoievski, Solzhenitsyn y Thoreau no podrían haber escrito
de manera tan brillante sin haberse inspirado en la cárcel. Y en este caso nuestro
dramaturgo Herbert Silva también lo consigue, porque “como estos escritores y
muchos otros han demostrado, que la cárcel, junto con la amplia imaginación
humana y el sueño de libertad, puede servir de inspiración para crear obras
maestras literarias”.
DEL QUIJOTE AL DRAMA VENEZOLANO
Hay que recordar que El ingenioso
hidalgo de Don Quijote de la Mancha fue concebido y escrito, por lo menos en
parte, en la cárcel. Despojado de la libertad y con la visión sumamente
en sintonía con las ironías de sus circunstancias, Cervantes traspasó las
convenciones literarias de su tiempo. ¿La cárcel puede ser una musa? No por
elección: la libertad es la condición que escogería la mayoría de nosotros, según
lo afirma Jane Ciabattari en su crónica, publicada hace ya cuatro años.
“La historia demuestra que los horrores y privaciones del
encarcelamiento pueden inspirar obras perdurables. Los autores que han tenido
la fuerza intelectual para soportarlo han sido recompensados con perspectivas
excepcionales sobre la psicología y el comportamiento humano. La tensión entre
la libertad y el cautiverio ha provocado avances creativos inesperados. El ingenioso hidalgo de Don Quijote de la Mancha contiene prácticamente todas las
técnicas y todos los recursos imaginativos que han utilizado los escritores de
ficción posteriores para cautivar a sus lectores y desarrollar sus obras",
El dramaturgo
Herbert Silva
tiene su haber tres obras largas, dos de micro teatro; además varios cuentos y
guiones. Hizo un taller con Inés Muñoz Aguirre y a raíz de aquello comenzó
a pergeñar su texto basado en las crueles y distintas crónicas sobre las cárceles
venezolanas. De ahí surgió esta historia de ficción, Los luceros. Amistad,
poder y traición, donde
pululan elementos de la realidad, que ha sido reseñada en los medios de comunicación
y que ahora la directora y los actores la hicieron posible escénicamente.
Retoma ese camino de la denuncia que cultivara, hasta su muerte, el ya
legendario Rodolfo Santana, todo un maestro en esa temática.
CARCELES VENEZOLANAS
Se
trata de una saga que se desarrolla en la cárcel Ciudad de Dios, donde nace una particular amistad entre reos y en medio
de esa relación y lucha por el poder suceden episodios dramáticos que
involucran al pran Benedicto IV, el preso con mayor poder y que mantiene el
dominio total del penal; mientras arremete Casiquiare, un reo recién
transferido a la cárcel y quien ha decidido iniciar una huelga de hambre en el
pabellón de máxima seguridad para asumir su control y asumirse como pran;
Malpadre y Antílope, que son sus fieles luceros que protegen y siguen las
órdenes de sus pranes.
Es,
pues, un espectáculo con personajes y lenguajes totalmente criollos, pero aquí hay que recordar que mientras algunos funcionarios
califican a los “privados de la libertad” como
“mafiosos”, “criminales”, “que están consumiendo” estupefacientes, y hasta los acusan de “esclavizar” a los
internos, en realidad se refieren a los “pranes” y sus “luceros”, una siniestra
parte de la organización que se ha desarrollado dentro de las cárceles
venezolanas, a pesar de las severas normas impuestas por la autoridades para
combatirlos.
Pero,
¿quiénes son ellos, qué significa los nombres, qué hacen y cuál es su negocio?
La palabra pran significa: preso, rematado, asesino, nato. Y según investigaciones,
la palabra pran viene de Puerto Rico. Allá la usan en los penales y de alguna forma
llegó aquí como desde 1995. El poder del pran va más allá del simple control de
los centros penitenciarios. Ellos influyen en las decisiones que se toman en
los tribunales, aseveran. Todo lo que ocurre en una cárcel (…) tiene que contar
con la autorización del pran (…) el pran tiene casi siempre la fuerza para
remover a los directores de los penales, siempre tienen los números telefónicos
de los Directores Generales de Servicios Penitenciarios del Ministerio de
Interior y Justicia. El poder del pran son las armas y la violencia.
Los
“luceros” son los que ejecutan las órdenes del pran, son los hombres más
cercanos al pran, los de su “confianza” – entre comillas porque nadie en la
cárcel confía completamente en quien le rodea. En las cárceles abundan o
abundaban los negocios ilegales, como la distribución de drogas, compra de
armas, organización de secuestros, protección a reclusos, e inclusive venta de
comida.
El espectáculo
logrado por la directora Morales tiene buen ritmo y destaca por las actuaciones
de sus cuatro intérpretes. No hay tiempo para respirar, para decirlo de alguna manera,
ante la tensión que logran y la recreación verista de una desopilante realidad
carcelaria. Todos esos comediantes merecen nuestro reconocimiento por la intensidad
que logran a lo largo de los 60 minutos utilizados, dentro de una metálica
estructura escenográfica y en medio de los ruidos de una música “carcelaria”. Es
uno de esos montajes que nos recuerdan que nadie está exento de caer preso o
detenido o privado de la libertad por cualquier asunto.
OJO CON LA HIPERINFLACION
Y ahora, cuando todos los espectaculos teatrales
están amenazados por la hiperinflación que ha disparado los precios de los
boletos, en Rajatabla hay que pagar 15 mil bolívares y es quizás una de las salas
más baratas en toda la Gran Caracas. El día del estreno pagaron 60 espectadores
y 60 butacas quedaron sin ocupar.
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