Elio Palencia está a
Madrid a donde regresó para recargar sus baterías existenciales, después de
haber vivido unos cuantos años difíciles en su patria. Y desde allá pregunta
por el teatro venezolano y en especial por el montaje, el segundo, que le hacen
a su obra Promoción en honor a sus padres,
la cual adelanta temporada en el Celarg, dirigida por Jennifer Morales e
interpretada con un elenco de ambiciosos intérpretes, encabezados por Jeizer
Ruiz, Verónica León, Wilker Smith, Andrés Moros, Edyson Mata, John Terán y
Aquiles Aldazoro; la producción es de Laura Marquina y Natacha Pérez, teniendo a
Adriana Bustamante en la dirección actoral.
Esta Promoción en honor a sus padres, que fue estrenada
durante la temporada de 2010 por Rufino Orta y producida por Francisco Alfaro,
con un elenco de egresados de los talleres de la Fundación Rajatabla, no es
otra cosa que una básica fiesta playera
de una hembra y seis varones bachilleres quienes se reúnen para celebrar su
graduación colectiva.
En esa mítica playa de la
costa venezolana, ahora en el crucial 2018, son siete los jóvenes “con la vida
por delante”, recién graduados de bachilleres en la Unidad Educativa “Símbolos
Patrios” de Río Guarura, municipio Guaricongo, quienes se reúnen para celebrar
una irónica, por no decir loca, fiesta donde se dejan colar conflictos que
rozan temas como la apatía, el machismo, la competitividad, los prejuicios
sobre el aborto y la homosexualidad, así como las esperanzas secuestradas por
una frustración heredada de sus mayores, permitiendo así que afloren sus ambiciones
momentáneas y también las futuras que han de vivir.
Y hay, por supuesto, personajes que dicen, sin vacilar
y con estremecedor convencimiento, que “vivimos en una sociedad donde nos multiplicándonos devotamente, entre tambor y tambor gracias
a la felicidad del pobre. Fermentando desesperanza, envidia y resentimiento,
frustraciones”.
Elio (Caracas, 1963) escribió
este texto, el cual se estará mostrando hasta el 25 de noviembre (sábados y
domingos a las 4PM), para seguir dando rienda suelta a sus fantasmas, preocupaciones
e incógnitas, tanto intimas como colectivas, que puedan ser expresadas estéticamente
en el teatro y compartidas con otros creadores y con el público; para continuar
jugando en serio a través de la escena y, por supuesto, ofrecer ese acto lúdico
al imaginario de los demás.
Ha dicho que “mi texto surge de muchas imágenes
que tienen que ver con la juventud, con toda
esa energía y esa vitalidad esperanzadora que se destilan en nuestra esquinas
así como de las inquietudes que me generan
en cuanto a la autoconciencia, aprovechamiento de oportunidades y la dificultad
para asir referencias a recurrencias no necesariamente halagüeñas o
autocomplacientes. De alguna manera, mi pieza
se imbrica con en las visiones de
otros venezolanos que han tenido esas inquietudes, desde la novela Reinaldo Solar de Rómulo Gallegos hasta
Cuando quiero llorar no lloro de
Miguel Otero Silva o Campeones de
Guillermo Meneses. A mí me gusta indagar en nuestra gente desde lo hermoso, pero
también desde lo terrible, más que para da respuestas, para compartir preguntas”.
Vimos en dos
ocasiones este montaje de la temporada 2018 porque queríamos valorar más las actuaciones,
que es lo notable e importante por la presencia de una nueva generación, cuyas
edades promedio no superan los 25 años. Son gente ambiciosa y con innegable talento.
Así lo notamos y aquí quisiéramos exaltar a cada uno de sus personajes.
La dirección fue
severa, pero dejó a los comediantes que aportaran, que jugaran con sus nada
fáciles entes escénicos, como es el caso de Verónica y su Oneida (19 años) ante
el aborto que se provoca con un gancho para colgar ropa y Andrés que desarrolla
al complejo Tista (22 años), quienes se
arriesgaron hasta el límite, para nombrar a estos dos comediantes, por ser muy críticas sus situaciones: la
muchacha que decide abortar porque no puede desarrollar una preñes y al gay que no se asumía públicamente y se
dedicaba a cuestionar a los demás compañeros, especialmente a uno que lo
encontró en plena faena con un alemán erotómano y drogomano. Al final: todos lo
sabían, pero no lo comentaban, por el silencio que impone la amistad, casi
siempre. Los trabajos escénicos de los otros muchachos son más que satisfactorios.
Todos le dan una calidad digna de gran aplauso al espectáculo gracias a sus
labores escénicas.
Ya perdimos la cuenta
de los montajes recientes que le hemos visto a la joven directora Jennifer Morales,
pero este que ha logrado con Promoción en honor
a sus padres nos atrapó porque logra recrear una playa con su pedazo de mar
para que sus siete muchachos vivieran o sufrieran su presente y hasta soñaran
con el futuro posible. Las atmósferas logradas son patéticas y se obtienen por
el verismo y la entrega de los comediantes, tarea nada fácil. Hay, pues, una
directora con imaginación y con manos severas para guiar a sus actores y
actrices. Buena suerte en el largo viaje que ya transitan.
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