María Tellis. |
Culminó a sala llena la primera
temporada de Oscuro, de noche, estremecedor
melodrama de Pablo García Gámez, que se presentó del 27 de septiembre hasta el 4
de noviembre en el teatro Alberto de Paz y Mateos. Esta producción, depurada creación
de Carlos Arroyo para la Compañía Nacional de Teatro y su elenco estable, fue
programada inicialmente para 24 funciones pero un robo imprevisto,
característico del teatro del absurdo o de la comedia del arte, paralizó
momentáneamente la temporada y no se hicieron tres funciones de las ocho de las
dos semanas finales, porque además renunciaron dos intérpretes.
Gracias
a un duende o un terrenal personaje, algunos diríamos que seguramente lo enviaron
Federico García Lorca o Isaac Chocron, a su vez instigados por el legendario
Tespis o el mismo Alberto de Paz y Mateos, se deshizo el sórdido maleficio:
aparecieron y fueron devueltos los 100 dólares que se habían fugado de la
billetera del actor-protagonista y con la colaboración, super profesional, de los
sustitutos Ludwing Pineda y Arturo Santoyo, se reanudó la temporada y todo
culminó con gran nivel profesional. El teatro, una vez más, conjuró al crimen.
La vindicta pública, o sea los mismos
comediantes del montaje, quienes conocen a los interpretes de tan estremecedor y
grotesco
miniteatro, seguramente se lo callaran o lo repetirán por todos los vericuetos
del teatro, que son muchos, ayudados además por las redes sociales y el fantástico
Facebook.
No hubo, por supuesto denuncias ante
las autoridades, pero todos los saben ahora y hasta algunos lo escenifican en
la intimidad, recordando, cual áspera moraleja, que al ladrón lo hace la
ocasión y advirtiendo que jamás se deben cargar joyas ni billetes exóticos y
dejarlos a la vista en los camerinos para tentar a los cacos que siempre
pululan, quienes también se llevan los celulares inteligentes.
Ese fue un no deseado colofón -donde la
realidad copió otra vez al teatro- para la temporada, cuya última representación
aplaudimos
a rabiar y con un tanto de dolor por muchas de las razones ya expuestas.
TEATRO Y REALIDAD
Hay que recordar, pues, que el teatro
venezolano del siglo XXI tiene ya otro dramaturgo comprobado desde el escenario
con ese Oscuro, de noche de Pablo
García Gámez (Caracas, 22 de septiembre de 1961), cuya saga en ocasiones terminó
siendo una glosa más de la historia social, política y económica de este país
que lo hace posible.
Contar el texto teatral que se
representó -y tuvo hasta ese robo consumado y después frustrado- no es lo
adecuado, porque debe el espectador escucharlo y ver su interpretación
escénica, para asimilarlo y esperar que se dé la indispensable catarsis. No
obstante podemos advertirle al lector de estas líneas que se trata de un drama
-donde además hay una peculiar “música urbana contemporánea”, más dirigida a
los sentidos que a la razón- sobre la conocida y bastante sufrida violencia
urbana, que no es exclusiva de Caracas.
Ahí, en la tarde noche de un viernes,
Kenny Barrios (25 años) fue asaltado y muerto para robarle su recién adquirida
motocicleta. Sus padres, Cristóbal y Zenobia, se enteran de la macabra noticia
y comienzan a luchar contra las imágenes negativas que brotaron sobre su
unigénito. Ellos hacen lo posible para cumplir con los rituales funerarios,
pero encuentran una kafkiana serie de obstáculos burocráticos, mientras que la
preguntona abuela paterna, Mercedes, que está seriamente enferma, agudiza la
crisis familiar. Los medios de comunicación mencionan que la víctima tenía
actividades ilegales, al tiempo que el proceso en la morgue
dura más de lo debido y en las funerarias se niegan a velar el cadáver. Sus
deudos tratan de resolver cada problema en la marcha, buscando encontrar una
paz que no llega. Mientras tanto, tres testigos cuentan sus
versiones sobre ese crimen y se niegan a compartirlas con las
autoridades. Y como el héroe tenía una amada, Lucía, ella narra cómo
fueron sus amores. El final, además del prólogo, actuado por un payaso sirve
para reiterar que es una historia de la vida real, a la que todo el mundo le
tiene miedo porque le puede pasar a cualquiera. No hay moraleja ni tampoco
mensaje, solo una advertencia: que lo dice todo en su título: Oscuro, de noche.
Y aquí cabe dejar constancia que el
texto de García Gámez carece de las tradicionales didascalias y la común
estructura general de una introducción, la exposición, el clímax y un
desenlace; solo unas líneas semiperdidas en 30 apretadas páginas, destinadas a
plasmar un obra de un largo acto único y 32 fragmentos para ser ubicables en el
tiempo y el tiempo circulares. La modernidad reclama la suyo, pero al final lo
clásico emerge, está ahí.
Es, pues, un texto no convencional
donde García Gámez apunta a la médula de la esfera privada de la familia de
Kenny que ha sido desequilibrada o herida. El detonante es el hecho
que le ocurre al Kenny y lo que importaba era ver qué pasaba en el mundo de
Zenobia y Cristóbal, ver Lucía lanzando
sus románticas líneas desde la lira circense y las locuras de la anciana Mercedes, cual
abuela lorquiana. Mucho trabajo en escaso tiempo para el trabajo
global.
Así lo entendieron el director Arroyo y
su elenco de más de 13 actores que durante dos meses lucharon para darle vida
escénica o teatral. Y nosotros estuvimos ahí, cual “mirones de palo”,
presenciando esa lucha contra tiempos, verbos y espacios físicos donde se
desarrollaban las acciones preñadas de emociones y lágrimas. Una experiencia que
nos dejó mucha enseñanza sobre el arte de la dirección y la
actuación.
Diremos que valió la pena acompañar ese
proceso, el cual terminó siendo también nuestro de tanto leer y releer cada
línea y poder así lograr ponderar las pugnas de cada actor con sus personajes,
cuyas historias inventaron ellos. No se puede ni se debe hacer crítica desde la
comodidad de una butaca.
Mención especial merece el director
Arroyo que se fabricó su monumental y piramidal cerro caraqueño, para
asimilarlo y ahí enclavar la casa de Kenny, a los vecinos curiosos, la morgue,
la funeraria y el cementerio, todos definidos en sus espacios y con sus
atmósferas temporales necesarias, además de una atmósfera general impactante.
No sé si debo escribirlo, pero nos recordó a ciertos montajes espectaculares
que hiciera Carlos Giménez en los años 80 y los 90, especialmente por el
desafío a las reglas mismas del teatro y porque se buscó una especie de
encuadre de imagen para esa cámara cinematográfica que todos llevamos en
nuestros ojos, aunado al uso inolvidable de la iluminación. Y el director hizo
lo suyo: ordenar o reordenar según las necesidades de la anécdota general. Una
discreta, respetuosa y contundente versión escénica, tarea compleja por el
compromiso que genera.
Dicho, de otra manera, en Oscuro,
de noche, los actores, con mínimas excepciones, cumplieron perfectamente
con las exigencias de un montaje didáctico o aleccionador y un tanto lúdico
ante las características mismas del texto, ya que se trata de un circo que vaga
por llanuras o montañas venezolanas.
ELENCO
Hay que dejar constancia que ahí participaron los integrantes del
elenco estable de la CNT: Francis Rueda, Adriana Bustamante, Luis Domingo
González, Gustavo Rengel, Ariana León, Dora Farias, Marxlenin Cipriani,
Randymar Guevara, Gustavo Meléndez, Trino Rojas, Kala Fuenmayor, Adrián
Jiménez, Angélica Rinaldi, Yordano Marquina, María Tellis, María Brito, Andy
Pérez, Vito Lonardo y Jorge Canelón. La música es, sin duda alguna, un creativo
ensamble y el vestuario es de la CNT.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario