sábado, agosto 10, 2019

FAUSTO Y MARGARITA EN TITERES VENEZOLANOS


Los títeres venezolanos son una gran herencia cultural no solo por su vistosidad sino por la sapiencia ancestral que encierran. Son una maravillosa herramienta para difundir ideas y sanos conocimientos, como lo demostró Jose David Monsalve, actor titiritero y director de Porteatro Títeres, desde el Pent House del edificio Tejar de Parque Central, en la casa artística de Alberto Ravara, con su espectáculo sobre Fausto y Margarita, como lo legó el gran Goethe.
Ahora más reposadamente Monsalve admite que la herencia de su maestro Eduardo Di Mauro, está más viva que nunca. No sólo en los títeres y el teatro de actores, sino además en el arte en general. “El nivel de organización y profesionalismo que Eduardo Di Mauro construyó en nuestra patria (que era tan nuestra como de él) para mí cambió nuestra manera de hacer oficio teatral y artístico. Ese mismo esquema fue estructura en la organización que llevan en Argentina luego de una de sus propuestas”.
“Si bien, tengo diferencias con la conservación de alguna de las cosas, considero sí, que dicho resguardo no dependía del maestro. Situaciones como mantener hasta el acento argentino por parte de actores venezolanos, mantener los clásicos sin atreverse a innovar, como él mismo lo hizo en sus mejores años creativos, es algo que no comparto y dentro de mi trabajo intento modificarlo. Acción nada fácil, pues la impronta del maestro siempre estuvo sólida en la formación de sus discípulos directos o indirectos como es mi caso”.
“Yo soy alumno del maestro Daniel Di Mauro, hijo de Eduardo, y a pesar de las diferencias en algunos estilos de trabajo y ciertas libertades creadoras que Daniel deja en su instrucción, existe indudablemente una “Escuela” proveniente del legado de Eduardo y su hermano Héctor”.
“En Guanare, estado Portuguesa está el Teatro Tempo, no siento casual, que el nombre tempo proveniente del tempo rítmico y las siglas Teatro de Muñecos de Portuguesa, sea además similar a la palabra Templo, pues para muchos, El Tempo es un Templo, una referencia necesaria para presentarse, para instruirse,  para respirarlo, para inspirarse. Estar allí, es el recomienzo, el descanso y se vive el logro de un artista, que fue un luchador eterno capaz de materializar su proyecto. Esa fuente de excelentes titiriteros sigue funcionando y aunque la situación cambie, aunque el maestro ya no se encuentre físicamente, permanece inmutable su esencia en ese sagrado lugar. Así que la herencia Di Mauro, está cada vez más viva. Odiada o amada, su prolija técnica y su filosofía de trabajo anda por el mundo”.
¿Qué se conoce de la historia del títere en Venezuela?
Hay documentos coloniales, donde se asoma el hecho de que los pueblos originarios ya utilizaban de forma ritualista figurillas con funciones dramáticas, cosa que nos dice que los títeres ya andaban por ahí antes de los españoles. En nuestras tradiciones, ya vinculadas con la iglesia Católica, vemos manifestaciones como La Burriquita que es un títere en su totalidad. Técnica que ahora en Europa y en parte de Latinoamérica se han hecho muy populares, técnicas que consiste en la interacción directa del actor con el títere frente al público, donde el actor encarna un personaje y acompaña al títere en su acción. A nivel contemporáneo, son visibles dos tendencias, la del maestro Eduardo Di Mauro y el maestro Javier Villafañe. Con toda seguridad y por la intimidad y presencia del títere en nuestra vida. También, por lo utilizado en el teatro de actores (actividad no siempre bien hecha) Habrá innumerables de nacimientos del títere en Venezuela. Pero no se puede negar que la escuela Di Mauro y la escuela Villafañe marcaron la historia del títere como oficio. Di Mauro con su organización, prolijidad de movimientos y técnica de manejo. Villafañe con la irreverencia necesaria, el manejo predominante de la energía y la poesía permanente en sus textos maravillosos. Ambos, marcaron dos caminos que en el transcurso de este tiempo se han unido, entrelazado y combinado, al menos para los conscientes de que siempre han estado juntos. Quizá para otros, las dos técnicas son opuestas o rivales, mayor ridiculez y necesidades divisorias, que lamentablemente han dejado, desde mi criterio, ciertos rencores y banalidades en una profesión, que no por dedicarme a ella, me parece la más bella del mundo y una de las más necesarias para nuestro desarrollo espiritual y político”.
“Vivimos bellas épocas de teatros estables, la sede de Tilingo en Caracas, El Barines de Muñecos, el Teatro Tempo de Portuguesa, el Teatro Bengala en Anaco, el Cometa de Cantaura, el Teatro Sol y Luna en Tocuyito, El Vagón del Títere en Valencia y algunos otros; no menos importantes, han sido muestra de la voluntad de los titiriteros por crear mayor arraigo en nuestra patria. Lo itinerante del titiritero descansa con la creación de sedes que buscan abrazarse de nuestra historia. Una historia, que en algunos sectores se ha negado a salir del pasado, dándole un tradicionalismo a veces estancado, y otros que andan tercos buscando nuevas técnicas y nuevas propuestas. Otro causante del trabajo permanente, ha sido el ingreso monetario y la posibilidad de estabilizarlo. En algunas gestiones durante los años, se ha dado mayor o menor apoyo al oficio. Y esa realidad ha proliferado o extinguido muchos trabajos, agrupaciones y/o sedes”.
“Por ejemplo, Daniel Di Mauro, en Carabobo, en la última década del siglo pasado, logró la aprobación de un proyecto formador de grupos por los municipios del estado Carabobo. Con ese circuito, se logró la creación de varias agrupaciones que hoy permanecen como: Títeres Altuequi, Títeres Panelín, Títeres Cotoprí y Porteatro Títeres. Agrupaciones, que no son sólo del estado Carabobo, sino que ya se hacen representantes de nuestro país”.
“En Mérida, el maestro Villafañe logró crear agrupaciones y solistas que han hecho su vida en el mundo maravilloso del títere. Villafañe también recorrió el teatro universitario del Zulia y Mérida, dejando un legado en ese movimiento universitario que hoy día sus integrantes son grandes creadores y representantes del arte en Venezuela. He escuchado y conocido a discípulos del investigador y titiritero “Mantequilla” Suarez en la UCV, que conforman o conformaron el teatro de títeres Cantalicio que también ha sido muy fructífero y permanente”.
“En Valencia, en las décadas de los 60´s y 70´s y antes dela llegada de Eduardo Di Mauro y Villafañe estuvo Luis Lucksi en la escuela de teatro Ramón Zapata, pero éste a su vez era seguidor de Jesús Castillo y éste de los hermanos Lacerda que andaban por todo el país en un camión de refrescos haciendo la obra: El gato con botas en el fondo del mar. Este grupo de titiriteros estaba relacionado con la actividad circense que traía títeres en sus visitas”.
“El público, indispensable para el quehacer teatral, ha sido también fundamental para la historia del títere en nuestro país. La alienación a través de los medios, el ritmo acelerado; producto de lo mismo, y la invasión de los títeres comerciales, inspirados por los muppets de Jin Henson, ha hecho que muchas técnicas hayan sido modificadas en función de necesidades del nuevo espectador, necesidades inconscientes que el titiritero de pasión y tradición ha buscado combatir, con contenidos llenos de valores y optimismo, formadores de criterios y complicidad de sueños, estimulantes creadores e imaginativos. La historia del títere está viva y cada vez se alimenta mejor”.
 ¿Hasta dónde se puede llegar con un espectáculo de títeres?
Javier Villafañe en uno de sus poemas sobre la creación del títere, parafraseando un poco: ”El hombre cuando vio su sombra reflejo de la fogata en las caverna, vio  el nacimiento del títere…” y es que el títere tiene todo el alcance que tiene nuestro espíritu, ignorarlo es ignorarnos. El títere siempre ha sido nuestro verdadero cómplice, desde que en nuestra infancia le damos vida a los muñecos o muñecas, a nuestros carritos u objetos que cobran la forma y los poderes que la imaginación le otorga. En las escuelas, los docentes han cometido el error (y lo digo con mucha responsabilidad) de tomar al títere como herramienta para dar clases. El niño ve al títere dando una aburrida clase de matemáticas o historia, fingiendo ser su amiguito, pero corrigiendo a veces de forma conductista cómo deben ser las cosas. Cuando la realidad es que el títere acompaña natural y visceralmente al niño. Repitiendo a mi maestro Daniel Di Mauro:..” Si la cuenta es dos más dos igual a cuatro, el títere dice que dos más dos es…¡cinco! Y el niño comprende así que el resultado es cuatro.Así que digo que el títere no puede llegar a ningún lado, porque el títere ya llegó, siempre ha estado. Verlo en una presentación es recordarlo”.
“A veces, vamos a presentarnos a remotos pueblos y una pregunta que hacemos es si alguien ha visto títeres alguna vez… Al unísono responden que: No. El titiritero se dispone a presentar la función y escucha los mismos gritos, las mismas participaciones y las mismas risas, que la de los niños citadinos que han visto habitualmente funciones de títeres. Eso nos confirma que el títere siempre estuvo allí”.
“Pero para darle otro sentido a la respuesta, el espectáculo de títeres cambia nociones y pensamientos del que lo ve. Marca grandes diferencias, crea criterios. Por ejemplo, un colegio que regularmente contrata grupos de títeres evidencia resultados que un colegio que no lo hace no consigue. Por ser itinerante, libre de espacios convencionales, el títere va a todos lados. Hay comunidades que hacen costumbre disfrutar de espectáculos de títeres, y causalmente son comunidades que logran convivir con mayor armonía. La infancia se ve a sí misma y pasea feliz por los recuerdos”.
¿Por qué el Fausto en títeres?
Hace más de tres años, nos reunimos Fabiana Di Mauro, nieta de Eduardo Di Mauro, su esposo y yo, para empezar la puesta en escena de la versión de Fausto en títeres del maestro Javier Villafañe. Sería además un homenaje al teatro Tempo; que años atrás había dado una importante gira con esa obra por Latinoamérica. Quedamos en la etapa del estudio de mesa, porque por diversos motivos no pudimos continuar. Meses más tarde, viajo a Bogotá y hago unas pasantías con el grupo de teatro TEF (Teatro Experimental de Fontibón) con ellos viajé a la ciudad de Medellín a un festival de Teatro. Uno de los días de descanso, fuimos al emblemático  Teatro Matacandelas. Allí disfrutamos de la obra: O Marineiro, del gran Fernando Pessoa. Pero esta pieza estaba hecha en teatro estático, técnica donde el actor casi no mueve el cuerpo, todo lo expresa a través de sus gestos. Eran tres excelentes actrices interpretando textos dramatizados del poema, las tres con vestuario negro y el rostro empalidecido, tomaban expresiones que me recordaban al teatro Noh japonés. Fue impactante, esa noche en el hotel, no pensaba en otra cosa más en lo que acababa de ver y además cómo llevar esa técnica teatral al montaje que recién habíamos suspendido”.
 “Me di cuenta que tenía que montarlo solo. Empecé a diseñar dispositivos y personajes. Uno de los personajes era el que yo mismo haría como actor, que estaría inspirado en esas tres damas que había visto en esa obra. La dirección es mía, pero en el proceso, la que para entonces era mi esposa fue pieza clave porque hacía de espejo en los movimientos y efectos de algo que al menos yo nunca había realizado. Haría fausto yo solo,  sólo me haría falta un técnico, y yo además haría un personaje. Antes de dedicarme al teatro de títeres había hecho teatro de actores, era el mejor momento para retomar la técnica. Y para esta pieza, de los títeres sólo serían las cabezas, eso vino por la facilidad de poner y quitarlos, lo demás lo haría el movimiento y la transferencia de energía a ellos. Mi rostro estaba maquillado, así que era más complicado estar a la vista del público, decidí cubrirme el rostro en las partes donde ellos entraban a escena, el velo era mi teatrino. Así surgió el montaje”.
 “Pero el por qué es el Fausto en títeres, es porque esa gran obra, está cada vez más vigente, hablar de ellos, es hablar de nuestra humanidad, de la deformación generacional, del sexo, del machismo, del amor, de la lujuria, de la ambición. Quién es el diablo, cuántas veces hemos vendido nuestra alma, cuánto tiempo hemos perdido. El hecho de que siga habiendo preguntas más que respuestas, me mantiene tan animado; que hacer Fausto es realmente lo que más me emociona como actor, como titiritero, como persona. Por qué en títeres, porque es la técnica que elegí para expresarme y el texto de Villafañe es maravilloso y logra resumir magistralmente esa importante y extensa obra de Goethe”.
¿Pierde el Fausto o Margarita?
La indecisión de Margarita y la contradicción de querer versos y al mismo tiempo apreciar de manera predominante los lujos, le da una pérdida a largo plazo. Fausto pierde el alma, la perdió contra el tiempo. A veces escucho una extraordinaria canción de Silvio Rodríguez que se titula: Historia de tos tres hermanos y recuerdo mucho a Fausto a la vida misma. Ese pre-aparición, el pre- ambulo, el pre, pre. Es quizá uno de los extremos que muchas veces nos aleja de la vida, la inconformidad es una puerta para eso que la obra llama “el diablo”, pero que es en realidad el apego a satisfacer nuestros sentidos (material – carnal) En la obra, Fausto pasa su vida ojeando libros y soñando, pero nada ha ejecutado, más que eso, se olvidó de vivir. Pero es subjetivo, puede que vivir sea eso para alguien y es respetable. El problema llega cuando dudamos, cuando olvidamos que la vida está hecha de decisiones y son ellas únicamente creadas por nosotros. Así que, creo que en un sentido profundo ambos pierden, el que gana es el promotor y observador de tragedias, lo llamaremos “diablo” de nuevo, pero podemos ponerle cualquier nombre.



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