La
falconiana Carmen “La Negra” Jiménez está ahí, cual versión cultural del Peñón
de Gibraltar, enclavada en la acera norte del Metro de Caracas. Dirige al
Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, institución teatral fundada por Horacio
Peterson en una modesta edificación de dos plantas, la cual funciona y labora públicamente como sala, salones de
ensayos y biblioteca especializada, además de ser un curioso “museo” con
materiales de iluminación, etcétera. Nadie puede, pues, ignorar o desechar su
presencia e importancia para las generaciones de teatreros de las últimas décadas,
siempre ávidas de conocimientos.
Horacio Peterson (Horacio Callao, Coquimbo, Chile, 24 de abril de 1922/ Caracas, 26 de
noviembre de 2002) contó que siempre fue un aventurero, desde niño, y el hecho
de venir a Venezuela terminó siendo una página más de su largo viaje
existencial. ”Lejos estaba yo de imaginar lo que me pasaría y que al cabo de
largos 40 años estuviera yo recordándolo para contárselos. Vine como asistente
de direccion de cine, precisamente cuando Bolívar Films intentaba hacer una
industria. Vine por carambola, por así decirlo; había abandonado mi carrera de
actor, porque consideraba que no tenía el talento suficiente como para
mantenerme en un nivel al cual me habían elevado, como intérprete en cine y en
teatro: Sin embargo había logrado ser una figura en mi pais. Realicé cuatro
roles protagónicos en cine e hice tres protagónicos teatrales en 12 obras; todo
esto me habría creado un prototipo de ser amargado, torturado, con el pelo en
la cara, usando jeans y mocasines sin medias. Ocasionalmente me contrataron
para tres películas en Buenos Aires; las hice y cuando culminaba la tercera me
di cuenta que se había detenido mi carrera de actor; había cambiado y no quería
ser más el cómico. Me dieron trabajo como asistente de direccion y trabajé en
14 largometrajes hasta que el director Carlos Hugo Christenses, a quien había
asistido en cuatro filmaciones, me dijo habían llegado a Argentina unos
empresarios venezolanos interesados en contratar personal para iniciar una
empresa productora, Yo le manifesté que no me interesaba nada con ese pais, ni
con su capital porque me había contado que los cocodrilos andaban libremente
por sus calles”.
“A la semana estaba ya
instalado en Caracas. Fue un choque fuerte, pero agradable, porque yo venía de
una gran urbe, Buenos Aires. De repente estaba en Caracas que era su polo
opuesto, donde la sencillez y la espontaneidad de sus habitantes, así como la
informalidad, terminaron por cautivarme. Era una Venezuela verdaderamente
saudita. Vine a trabajar cuando tenía 19 años, por 6 mil 500 bolívares, además
del alquiler de apartamento, comida pagada y un carro. Me sentí entonces como
el hombre más feliz del mundo, dueño de una libertad económica que me permitía
hacer lo que quisiera”.
La bonanza económica y el
trabajo mismo terminaron por cambiar el caracter a Peterson; endurecieron su personalidad,
”aunque sigo siendo un ser tímido”, y tras trabajar en 11 peliculas venezolanas como asistente le dieron la oportunidad de dirigir su primer largo,
Territorio grande, el cual recibió positivas y esperanzadoras críticas en
torno una cine venezolano. Pero su carrera cinematográfica culmino ahí. El
proyecto de Bolívar Films quebró y Venezuela perdió la posibilidad de desarrollar
una verdadera industria cinematográfica.
Se ganó una beca para
estudiar inglés en Londres pero aquí en Caracas conoció a Juana Sujo y ella le
presentó a la presidenta del Ateneo de Caracas, Anna Julia Rojas,
“extraordinaria mujer, dotada de un poder de persuasión como solamente tienen
los andinos venezolanos; ella me dijo: Yo quiero que hagas un movimiento
teatral y que organices una escuela de formación. Le respondí que nunca había
dirigido una obra de teatro, aunque si podía enseñar unos cuantos elementos de
actuación. Ella insistió diciéndome que no desperdiciar la oportunidad e
iniciara ese movimiento teatral que iba a caracterizar al Ateneo de Caracas.
Pedí unos cuantos consejos a Luis Peraza (Pepe Pito) que era director del
Teatro del Pueblo, quien me instruyó en la historia y en las características
del teatro venezolano, y acepté trabajar desde marzo de 1951”.
Y comenzó así su nuevo y
largo trabajo, además de único, que tuvo en este pais. Preguntó en ese momento,
como era lógico, a la presidenta Annan Julia Rojas, por lo que le iban a pagar,
a lo cual ella le respondió: ¿pagarte yo a ti? Aquí no hay nada: tendrás que
vivir toda tu vida para pagarle esa deuda que te pone Venezuela, Aquí no hay
nada, empezó la Juana Sujo hace unos meses, y está Pepe Pito, y toda esa
historia de los que antes lucharon por hacer un movimiento teatral. ¿Tú no
quieres ser el primero? Acepta, aunque ya sabes que nunca te vamos a pagar. Tú
tienes que buscarte el dinero”.
Y así empezó todo. Ligia
Tapia, Eliseo Perera, Herminia Salazar, Freddy Salazar y Esteban Herrera empezaron
y lo acompañaron en ese arranque. Fundó la Escuela de Teatro e inventó el
primer grupo de teatro del Ateneo. Allí se instaló la casa ateneísta en la
quinta Ramia en la plaza Morelos, y ahí se mantuvo hasta 1971, cuando su vida
dio un cambio. Se cerró una historia y él comenzó a hacer y escribir otra.
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