"Hace veinte años, precisamente durante unos días de abril, me presenté por última vez en un escenario venezolano. En ese entonces yo era el protagonista de la comedia El enfermo imaginario, de Moliere, espectáculo que dirigía mi maestro Fernando Ivosky. Ahora regreso, al mismo sitio, a la Sala Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas, pero para mostrar uno de mis más exitosos espectáculos en Nueva York, I Am My Own Wife, del dramaturgo estadounidense Doug Wright, actuado por Jefferson Mays, quien en dos actos plasma la historia del transexual Charlotte von Mahlsdorf, un ser humano extraordinario que logró sobrevivir a las dictaduras de los nazis y los comunistas en su Alemania natal. Nunca me pensé que esto podía ocurrir: un regreso así, aunque sea por pocos días, al lugar donde me despedí profesionalmente de mi familia y de mis amigos, para emprender todo un complejo proceso de aprendizaje en Nueva York y al mismo tiempo la dura etapa de crecimiento profesional”.
Así, con la voz un tanto emocionada, y desde su oficina en Nueva York, nos habló Moisés Kaufman (Caracas, 21 de noviembre de 1963). El es el artista venezolano más destacado en el mundo teatral estadounidense, y a quien han considerado como uno de los artistas que más ha cambiado la cultura de Estados Unidos en la última década del siglo XX.
-¿Qué ha pasado con I Am My Own Wife,después de su temporada en Nueva York y los premios Tony, los Oscar de Broadway, que mereció en el año 2004?
-I Am My Own Wife, o Yo soy mi propia esposa, para decirlo en castellano, acaba de terminar una gira interna por varias ciudades de Estados Unidos de América y ahora va hacia una gira internacional, que comienza precisamente en Caracas, en su afamado Festival Internacional de Teatro; después irá a Irlanda y Australia. Pero además debo recordar que durante el pasado mes de diciembre estuvo en el circuito del West End de Londres, que es tan importante como Broadway.
-¿No han pensado en llevarla al cine?
-Hemos comprobado que la obra funciona mejor como un unipersonal, así que no creo que hagamos una película sobre ella.
-¿Qué pasó con algunos espectáculos suyos en Chicago y en Londres, realizados durante los últimos dos años, después del éxito en Broadway y en off Broadway, de I Am My Own Wife?
-Dirigí y exhibí en Chicago One Arm, una adaptación mía sobre un cuento de Tenessee Williams. Fue una producción hermosa. Luego monté This is how it goes, en el Donmar Warehouse, el teatro de Sam Méndez, en Londres, y también me fue muy bien. Con esas piezas continué una etapa donde he estado dirigiendo obras de otros autores. Antes, durante diez años, sólo dirigía mis propios textos, con mi grupo Tectonic Theater Project, pero ahora hago las dos cosas.
-¿Usted cree en “pavas” y otras creencias míticoreligiosas de los venezolanos? Se lo pregunto porque la obra Macbeth, de William Shakespeare, tiene una fama internacional, muy bien ganada, de ser un texto maldito, el cual siempre causa daño a quienes lo representan y que incluso ha perjudicado hasta a sus mismos espectadores. Aquí en Venezuela la montó Carlos Giménez durante la temporada de 1984 y se presentaron una serie de sucesos siniestros en el Ateneo de Caracas, además se desató una ola de defunciones en su agrupación Rajatabla durante los años siguientes. Y ahora usted la está ensayando para presentarla en el Teatro Lacorte, en Central Park, de Nueva York, durante el próximo verano.
-Yo no creo en nada de eso... pero de que vuelan, vuelan.
-¿Qué le han dicho después de su espectáculo y su filme The Laramie Project, precisamente ahora que el film Brokeback Mountain, de Ang Lee, ha escandalizado a la “otra América oscura”, como señalan en Estados Unidos a los estados centrales por su conservadurismo?
-Pienso que el arte en general y las artes escénicas en particular sirven para concentrar el diálogo en una sociedad. Hay veces que una pieza logra capturar un momento histórico y otras veces lo profetiza. The Laramie Project es una obra que hicimos a partir del asesinato del joven gay Matthew Shepard, por su conducta sexual, el 6 de octubre de 1998; la pieza logró captar un diálogo muy importante en el momento más apropiado. A cinco años de su estreno sigue siendo uno de mis textos más montados en Estados Unidos por una serie de agrupaciones regionales que me han solicitado los derechos. Con respecto a la película del director Ang Lee, debo reconocer que hizo algo similar en su denuncia contra la homofobia, y nuevamente las artes nos enseñan cuánto camino nos falta por recorrer para que no existan más discriminaciones. Pero todavía no vivimos en una sociedad igualitaria, donde a todos los seres humanos nos reconozcan los mismos derechos. Eso falta todavía.
-¿Usted ha terminado por ser un precursor de esas luchas contra las discriminaciones, teniendo en cuenta sus espectáculos sobre Oscar Wilde, Matthew Shepard y ahora la historia del transexual alemán, que podrán ver los venezolanos aquí en Caracas?
-No, soy simplemente un autor que trata de referirse al mundo en el que vive. Pienso que todo arte es político. Todo arte -si está bien hecho- contiene el mundo en el que fue creado. El arte es un evento político, social y por supuesto humano.
-¿Esa actitud suya nada convencional, así como los contenidos del teatro que hasta ahora ha exhibido, no le han afectado su carrera o por el contrario le han abierto más puertas?
-Pienso que el público desea que el teatro y el cine hablen de las ideas contemporáneas, que se manifiesten sobre la situación política y social en la cual vivimos. Mi trabajo cae en ese renglón. En ese sentido ha sido positivo crear trabajo con conciencia política.
-¿Qué ha pasado con Hollywood?
-Estoy trabajando en una nueva película sobre la vida de la autista Temple Grandin.
-¿Vale la pena intentar el asalto a Hollywood o prefiere Sundance?
-No pienso que sean excluyentes, por el contrario, hoy por hoy, soy muy similares. Recuerda que las películas que fueron nominadas para el Oscar eran todas producciones independientes e importantes con temas fuertes. De cómo fueron los veredictos finales eso es otra cosa.
-¿No se siente escindido al trabajar para el teatro, con todos los sacrificios que exige, y el cine donde la industria termina por devorarse al creador y acentúa la técnica?
-Cada medio tiene cosas positivas y negativas, pero me encanta trabajar en ambos y quizá es más importante ir del uno al otro.
-¿Estaría dispuesto, si se lo ofrecen, a instalarse durante unos meses en Caracas para dictar un taller y montar una pieza de autor venezolano?
-Todo es posible.
-¿Cuáles son sus secretos para llegar hasta donde usted está?
-Es muy difícil, para mí, hablar de secretos o claves. Creo que el trabajo de un artista teatral siempre debe estar planteado con interrogaciones, debe estar haciéndose preguntas y respondiéndolas desde la práctica. Uno siempre debe seguir indagando en cosas cómo estas: ¿qué es el teatro?, ¿cómo contamos cuentos en el escenario?,’ ¿cuál es la magia del arte escénico? y ¿qué cuentos se benefician al ser contados en el escenario? Estas preguntan nos llevan, por supuesto, a un cuestionamiento formal, porque así logramos que el teatro, el cine y la televisión sigan manteniendo un diálogo con su público, pero también creo que el trabajo puede alcanzar resonancia porque sigue un riguroso planteamiento estético. Además, creo que los temas que uno como artista trata desde el escenario, deben ser temas que nos permitan dialogar con un público de hoy. Necesito que el material al cual nos dedicamos a trabajar para la escena sí sea válido para nuestro momento histórico. Así hemos trabajado con mi grupo y hemos avanzado algo. ¿ No sé si esto satisface a tu pregunta? Pero así pienso yo y esto es consecuencia de la reflexión y la práctica.
Fantástico personaje
Con I Am My Own Wife, o Yo soy mi propia esposa, y no con ningún otro de sus premiados montajes, el caraqueño Moisés Kaufman mostrará lo aprendido afuera. Este espectáculo, que se exhibirá en la Sala Anna Julia Rojas, desde el sábado 1 de abril hasta el martes 4 de abril, dentro de la programación del XVI Festival Internacional de Teatro de Caracas 2006, plasma la historia de Charlotte von Mahlsdorf, cuyo nombre real era Lothar Bernfelde, el más respetado y famoso trasvesti alemán. El texto se comenzó a elaborar a partir de unas entrevistas que Doug Wright le hizo al personaje en Berlín, durante 1990; pero en 1992, cuando abrieron los archivos de la Stassi, la policía secreta de la Alemania Comunista, se conoció que también había sido “colaboradora” de ese cuerpo represivo. En el verano del 2000 Wright fue invitado al laboratorio teatral de Sundance, en Utah -que dirige el actor Robert Redford- para darle forma al abandonado proyecto. Aunque renuente, aceptó ir y se llevó a Kaufman y al actor Jefferson Mays. El venezolano ha contado que le dijo a Doug: “Vinimos acá no sólo para escribir una pieza, sino también a indagar en tan insólito personaje que había logrado sobrevivir en la Alemania nazi y la Alemania comunista. Gracias al trabajo de los tres salió un ser fantástico, que revela la vida de Charlotte y el cómo podemos reconstruir y recontar una vida en el escenario. Charlotte es personaje, pero también lo es Douglas, el entrevistador. También lo son los otros 35 personajes que hablan sobre Charlotte en el escenario, que se contradicen y discuten. Es tarea del público la evaluación final, decidir quién era Charlotte von Mahlsdorf”.
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