Volando de Nueva York a Caracas leímos en una revista, de que esas que regalan en los aviones, que el escritor F. Scott Fitzgerald consideraba como “la prueba de una inteligencia de primer calibre es la capacidad de sostener dos ideas opuestas en la misma mente y seguir funcionando”. Tal concepto nos mantuvo bien despiertos las largas cinco horas de ese viaje y al final nos sirvió para entender y disfrutar mucho más la grandeza de la pieza de Isaac Chocrón que habíamos visto. Una obra donde lo inicial e impactante es la reflexión y la conducta que se deben adoptar ante la presencia del Sida y también lo que es el inútil conflicto humano ante el aceptar o el rechazar la presencia de Dios. Dos ideas totalmente antagónicas, una humana y su final insoslayable, y la utilización de la fe como única herramienta para asumir la presencia de un Ser Supremo.
Fue así que escribimos, todavía con el sopor del viaje y la revelación por la lectura revisteríl, que si durante el 2007 seis obras de venezolanos cruzaron fronteras y fueron producidas en Estados Unidos y España, ahora, en este 2008, se espera que tal cifra se doble. De esa forma, el teatro criollo continuará su expansión en busca de nuevos auditorios y difundiendo su filosofía. Por supuesto que eso no es nuevo pues en décadas anteriores eso ocurrió, lo que sucede es que ahora tiene mayor significación, porque en este siglo XXI lo nacional como tal terminará de imponerse, dentro y fuera, para beneficio del país.
Subrayamos esto porque vimos el sábado pasado, en Manhattan, el pulcro montaje que Rene Buch logró de Escrito y sellado, de Isaac Chocrón (Maracay, 1930), para los festejos por los 40 años de labores continuas de Repertorio Español, la institución más importante del teatro latino en Estados Unidos.
Escrito y sellado, estrenada en Caracas durante la temporada de 1993 por Ugo Ulive, es una las piezas estrellas del “teatro venezolano del sida”, porque se escribió y representó dentro de un atemorizado contexto, como consecuencia de “la epidemia rosa” que diezmó a la población universal y muy particularmente al sector artístico. Aquí, la guadaña del VIH fue inclemente y afectó sensiblemente a los sectores del teatro y la danza. ¡Un daño irrecuperable!
Pese a que Chocrón ha dicho que Escrito y sellado no es una pieza sobre el sida, sino un pretexto para algo que va más allá de tal epidemia, el argumento se centra en las peripecias de un sidoso sacerdote católico que mantiene un “pugilato religioso” con un profesor judío que está de duelo por haber perdido a un amigo íntimo afectado por el VIH. Un duelo de ideas que al final termina en tablas, porque ambos redescubren a Dios, y muy en especial el cura que acepta vivir con dignidad y esperar así el desenlace final, pero habiendo tenido una especie de revelación mística.
El espectáculo dura 90 minutos y permite degustar, una vez más, la depurada técnica dramatúrgica de Chocrón -acción escénica todo el tiempo, cual si fuese una película, por sus saltos temporales y espaciales- y muy en especial el estilo de dirección que Buch ha desarrollado en algo más de 50 años de profesión, bajo el concepto de que “el teatro es una emoción en un espacio y frente al público”. El montaje es un pulcro trabajo de actores que construyen correctamente sus personajes y los desarrollan hacia el objetivo final propuesto por el autor: la digna resignación del ser humano ante el insoslayable desenlace, como esencia misma de la especie.
La estética y la técnica de Buch están orientadas hacia el máximo minimalismo escénico posible, salvo unos nueve cubos grises que son la escenografia, por así llamarla. Los actores, sin mayores apoyos, construyen magistralmente sus personajes y materializan una historia de ficción, a partir de hechos reales, sobre las posibilidades del amor entre los seres humanos por encima de convencionalismos sociales y muy especialmente los religiosos.
Iván Camilo, Pedro Serka, Francisco Gattorno, Tatiana Vecino y Zulema Clares, en este orden, hicieron posible ese exorcismo teatral contra la muerte. Es un elenco multinacional que ratifica,una vez más,la importancia cultural de Repertorio Español.
Fue así que escribimos, todavía con el sopor del viaje y la revelación por la lectura revisteríl, que si durante el 2007 seis obras de venezolanos cruzaron fronteras y fueron producidas en Estados Unidos y España, ahora, en este 2008, se espera que tal cifra se doble. De esa forma, el teatro criollo continuará su expansión en busca de nuevos auditorios y difundiendo su filosofía. Por supuesto que eso no es nuevo pues en décadas anteriores eso ocurrió, lo que sucede es que ahora tiene mayor significación, porque en este siglo XXI lo nacional como tal terminará de imponerse, dentro y fuera, para beneficio del país.
Subrayamos esto porque vimos el sábado pasado, en Manhattan, el pulcro montaje que Rene Buch logró de Escrito y sellado, de Isaac Chocrón (Maracay, 1930), para los festejos por los 40 años de labores continuas de Repertorio Español, la institución más importante del teatro latino en Estados Unidos.
Escrito y sellado, estrenada en Caracas durante la temporada de 1993 por Ugo Ulive, es una las piezas estrellas del “teatro venezolano del sida”, porque se escribió y representó dentro de un atemorizado contexto, como consecuencia de “la epidemia rosa” que diezmó a la población universal y muy particularmente al sector artístico. Aquí, la guadaña del VIH fue inclemente y afectó sensiblemente a los sectores del teatro y la danza. ¡Un daño irrecuperable!
Pese a que Chocrón ha dicho que Escrito y sellado no es una pieza sobre el sida, sino un pretexto para algo que va más allá de tal epidemia, el argumento se centra en las peripecias de un sidoso sacerdote católico que mantiene un “pugilato religioso” con un profesor judío que está de duelo por haber perdido a un amigo íntimo afectado por el VIH. Un duelo de ideas que al final termina en tablas, porque ambos redescubren a Dios, y muy en especial el cura que acepta vivir con dignidad y esperar así el desenlace final, pero habiendo tenido una especie de revelación mística.
El espectáculo dura 90 minutos y permite degustar, una vez más, la depurada técnica dramatúrgica de Chocrón -acción escénica todo el tiempo, cual si fuese una película, por sus saltos temporales y espaciales- y muy en especial el estilo de dirección que Buch ha desarrollado en algo más de 50 años de profesión, bajo el concepto de que “el teatro es una emoción en un espacio y frente al público”. El montaje es un pulcro trabajo de actores que construyen correctamente sus personajes y los desarrollan hacia el objetivo final propuesto por el autor: la digna resignación del ser humano ante el insoslayable desenlace, como esencia misma de la especie.
La estética y la técnica de Buch están orientadas hacia el máximo minimalismo escénico posible, salvo unos nueve cubos grises que son la escenografia, por así llamarla. Los actores, sin mayores apoyos, construyen magistralmente sus personajes y materializan una historia de ficción, a partir de hechos reales, sobre las posibilidades del amor entre los seres humanos por encima de convencionalismos sociales y muy especialmente los religiosos.
Iván Camilo, Pedro Serka, Francisco Gattorno, Tatiana Vecino y Zulema Clares, en este orden, hicieron posible ese exorcismo teatral contra la muerte. Es un elenco multinacional que ratifica,una vez más,la importancia cultural de Repertorio Español.
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