Venezuela en lo que va del siglo XXI no sólo exporta piezas teatrales sino que también expulsa o lanza a sus escritores y poetas.¿Qué saldrá de esto? No se sabe por ahora, pero dejemos que sea Juan Carlos Chirinos (40 años) quien, desde Madrid, opina sobre lo que está pasando con la literatura venezolana que ahora tambien se escribe afuera.
-¿Cómo va su actividad creativa?
-La escritura es un oficio sin vacaciones. Se parece un poco al trabajo de los artistas plásticos o el de los médicos: siempre hay algo que hacer, siempre hay algo que espera por tu atención: un libro por escribir, uno por leer, alguno por reseñar o juzgar. El 2007 fue un buen año: mi biografía Miranda, el nómada sentimental vio una segunda edición venezolana, lo que no me parece poca cosa para el ámbito editorial como para mi propia carrera. Y además tuve la suerte de ser incluido en la antología de cuento que Rubí Guerra preparó para Ediciones B, 21 del XXI, cuyo mayor mérito es sin duda el trabajo de Rubí como antólogo. Saber que él iba a ser el antólogo, y que Silda Cordoliani estaba detrás del proyecto como editora, era tener la seguridad de que se trataría de un trabajo serio y talentoso, como todo lo que ellos hacen. También me alegra saber que, al menos en Colombia y México, las biografías de Alejandro y Einstein -que escribí entre la ficción y el ensayo pensando en los jóvenes- han tenido muy buena acogida. Es una sorpresa gratísima para mí encontrarlos entre los preferidos de varios usuarios de la red social MySpace, en Internet. Porque, dando clases de creación literaria, que es una de las actividades a las que me dedico con más entusiasmo ahora, me he dado cuenta de que los lectores son volubles y de opiniones firmes y pensadas. No creo que haya lector ingenuo. De hecho, uno de mis talleres consiste en comentar lecturas con una docena de entrañables señoras cuya tierna estampa no debe llamar a engaño: son feroces críticas de lo que leemos. Es un taller que me obliga a estar al día a juro. La pedagogía de la creación literaria es un campo de fructífero aprendizaje para un escritor, lo aseguro. Y si encima me pagan, mejor que mejor.
-¿Existe xenofobia en España?
-La inmigración en España sigue siendo un tema de primer orden, tanto para lo bueno como para lo malo. Repito lo que creo haber dicho en otras oportunidades: este país no es más o menos xenófobo que cualquier otro del mundo, Venezuela incluida. Los seres humanos tememos lo extraño, lo que se conoce como la “otredad”, pero también nos acostumbramos rápidamente. El proceso de integración debe ser recíproco: ellos se acostumbran a uno y uno se acostumbra a ellos. Y para que se “acostumbren a uno”, los inmigrantes estamos obligados a hacer un continuo ejercicio de información. Una de las “campañas” que hago con más fervor es la de quitar de la cabeza de los europeos que voy conociendo dos ideas que son completamente erróneas, según creo: que “americanos” son sólo los estadounidenses, y que a los países al sur del Río Grande se les puede llamar “latinoamericanos” impunemente. Me niego a que reduzcan mi identidad de americano y venezolano a ese adjetivo eurocéntrico y oportunista, producto del reduccionismo más pedestre del que llama “cosa” a lo que no conoce. No y no. Reniego de ese “saco de gatos” que llaman Latinoamérica, Iberoamérica, América Latina o como quiera que sea. Yo no soy la entelequia de ningún intelectual comeflor de la Europa o la América de las utopías. Yo soy un ciudadano que quiere imitar a sus grandes figuras civiles: Miranda, Bello, Borges, Thoreau y un larguísimo etcétera.
-¿Cómo observa el acontecer literario venezolano?
-Sigo el acontecer literario venezolano con suma alegría: cada vez se escribe mejor, y se publica más. Soy optimista con nuestros creadores pero sigo echando de menos la atención de los críticos, sus voces en los periódicos. Sé que existe El Librero, milagro editorial de Sergio Dahbar, que espero esté en Internet pronto. Y sé que nacen nuevos proyectos como Ediciones Magenta y que otros refuerzan su catálogo como Alfaguara, Ediciones B y Norma, de la que soy autor. Sé que Monte Ávila sigue con su política de publicar libros a cinco mil de los antiguos bolívares y que Biblioteca Ayacucho ha abierto su catálogo a Internet. Sé que el mundo editorial venezolano está robustecido, pero también sé que necesita mayor apoyo. Celebro con particular entusiasmo No habrá final de Roberto Echeto, y Rocanegras de Fedosy Santaella. Tarde o temprano, su talento los hará célebres.
-¿Cómo analiza el caso Boris Izaguirre?
-Boris tiene dos talentos, y creo que no son incompatibles: es un “animal televisivo” que ha sabido ganarse las pantallas españolas, y al mismo tiempo está desarrollando su propio discurso literario, uno que hacía falta aquí y allá. No he leído su última novela pero debo confesar que le tengo mucha fe. Su inteligencia no lo dejará perder el norte. ¿Qué convino a Planeta premiarlo como finalista? ¡Desde luego! ¡Una persona que escribe bien y que es famoso! ¿Puede pedir más un editor?
-¿Qué pasa con los blogs?
-Los blogs son indispensables. Discutir su utilidad es como preguntarse si es mejor lavar la ropa en el río o en la lavadora. Otra cosa es que sea un “criadero” de escritores; lo único que enseña a escribir es la escritura y la lectura. El talento no se enseña ni se compra. Se tiene o no se tiene.
-¿Cómo va su actividad creativa?
-La escritura es un oficio sin vacaciones. Se parece un poco al trabajo de los artistas plásticos o el de los médicos: siempre hay algo que hacer, siempre hay algo que espera por tu atención: un libro por escribir, uno por leer, alguno por reseñar o juzgar. El 2007 fue un buen año: mi biografía Miranda, el nómada sentimental vio una segunda edición venezolana, lo que no me parece poca cosa para el ámbito editorial como para mi propia carrera. Y además tuve la suerte de ser incluido en la antología de cuento que Rubí Guerra preparó para Ediciones B, 21 del XXI, cuyo mayor mérito es sin duda el trabajo de Rubí como antólogo. Saber que él iba a ser el antólogo, y que Silda Cordoliani estaba detrás del proyecto como editora, era tener la seguridad de que se trataría de un trabajo serio y talentoso, como todo lo que ellos hacen. También me alegra saber que, al menos en Colombia y México, las biografías de Alejandro y Einstein -que escribí entre la ficción y el ensayo pensando en los jóvenes- han tenido muy buena acogida. Es una sorpresa gratísima para mí encontrarlos entre los preferidos de varios usuarios de la red social MySpace, en Internet. Porque, dando clases de creación literaria, que es una de las actividades a las que me dedico con más entusiasmo ahora, me he dado cuenta de que los lectores son volubles y de opiniones firmes y pensadas. No creo que haya lector ingenuo. De hecho, uno de mis talleres consiste en comentar lecturas con una docena de entrañables señoras cuya tierna estampa no debe llamar a engaño: son feroces críticas de lo que leemos. Es un taller que me obliga a estar al día a juro. La pedagogía de la creación literaria es un campo de fructífero aprendizaje para un escritor, lo aseguro. Y si encima me pagan, mejor que mejor.
-¿Existe xenofobia en España?
-La inmigración en España sigue siendo un tema de primer orden, tanto para lo bueno como para lo malo. Repito lo que creo haber dicho en otras oportunidades: este país no es más o menos xenófobo que cualquier otro del mundo, Venezuela incluida. Los seres humanos tememos lo extraño, lo que se conoce como la “otredad”, pero también nos acostumbramos rápidamente. El proceso de integración debe ser recíproco: ellos se acostumbran a uno y uno se acostumbra a ellos. Y para que se “acostumbren a uno”, los inmigrantes estamos obligados a hacer un continuo ejercicio de información. Una de las “campañas” que hago con más fervor es la de quitar de la cabeza de los europeos que voy conociendo dos ideas que son completamente erróneas, según creo: que “americanos” son sólo los estadounidenses, y que a los países al sur del Río Grande se les puede llamar “latinoamericanos” impunemente. Me niego a que reduzcan mi identidad de americano y venezolano a ese adjetivo eurocéntrico y oportunista, producto del reduccionismo más pedestre del que llama “cosa” a lo que no conoce. No y no. Reniego de ese “saco de gatos” que llaman Latinoamérica, Iberoamérica, América Latina o como quiera que sea. Yo no soy la entelequia de ningún intelectual comeflor de la Europa o la América de las utopías. Yo soy un ciudadano que quiere imitar a sus grandes figuras civiles: Miranda, Bello, Borges, Thoreau y un larguísimo etcétera.
-¿Cómo observa el acontecer literario venezolano?
-Sigo el acontecer literario venezolano con suma alegría: cada vez se escribe mejor, y se publica más. Soy optimista con nuestros creadores pero sigo echando de menos la atención de los críticos, sus voces en los periódicos. Sé que existe El Librero, milagro editorial de Sergio Dahbar, que espero esté en Internet pronto. Y sé que nacen nuevos proyectos como Ediciones Magenta y que otros refuerzan su catálogo como Alfaguara, Ediciones B y Norma, de la que soy autor. Sé que Monte Ávila sigue con su política de publicar libros a cinco mil de los antiguos bolívares y que Biblioteca Ayacucho ha abierto su catálogo a Internet. Sé que el mundo editorial venezolano está robustecido, pero también sé que necesita mayor apoyo. Celebro con particular entusiasmo No habrá final de Roberto Echeto, y Rocanegras de Fedosy Santaella. Tarde o temprano, su talento los hará célebres.
-¿Cómo analiza el caso Boris Izaguirre?
-Boris tiene dos talentos, y creo que no son incompatibles: es un “animal televisivo” que ha sabido ganarse las pantallas españolas, y al mismo tiempo está desarrollando su propio discurso literario, uno que hacía falta aquí y allá. No he leído su última novela pero debo confesar que le tengo mucha fe. Su inteligencia no lo dejará perder el norte. ¿Qué convino a Planeta premiarlo como finalista? ¡Desde luego! ¡Una persona que escribe bien y que es famoso! ¿Puede pedir más un editor?
-¿Qué pasa con los blogs?
-Los blogs son indispensables. Discutir su utilidad es como preguntarse si es mejor lavar la ropa en el río o en la lavadora. Otra cosa es que sea un “criadero” de escritores; lo único que enseña a escribir es la escritura y la lectura. El talento no se enseña ni se compra. Se tiene o no se tiene.
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