Gracias a la moralista comedia española El si de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín, conocimos a Francis Rueda (Caracas, 17 de abril de 1949) encarnando a “Doña Francisca” durante la temporada teatral de 1970, en la sala Alberto de Paz y Mateos de El Nuevo Grupo, bajo la dirección de Antonio Briceño.
Desde entonces seguimos su ascendente carrera profesional y ahora hemos vuelto a degustarla cuando da vida a siete mujeres y un hombre pertenecientes a la mejor historia del teatro venezolano y universal, quienes se hacen hueso y carne gracias a su depurado talento histriónico, al esmero dramaturgista y la minimalista puesta en escena adelantadas por el veterano teatrero Gilberto Pinto. Se trata del espectáculo Encuentro con Francis Rueda, el cual hizo una temporada en la Sala Experimental del Celarg, presentado por la Compañía Nacional de Teatro. No hay que olvidar que nunca, gracias al temperamento actoral, dos representaciones escénicas son iguales.
Esta producción del grupo Teatro del Duende, para su temporada 2008, le permite a Francis lucir sus capacidades interpretativas, cultivadas durante los últimos 43 años, por intermedio de algunos de los personajes que ha interpretado, y que, de especial manera, contribuyeron a su desarrollo profesional. Pero este montaje es un pretexto para que revele las razones por las que desde los 16 años (estudió en La Escuela Juana Sujo) decidió formar parte del mundo del teatro y en especial del venezolano. Y para ello se apoya en la encarnación de personajes como “Lucrecia” de Lucrecia de Gilberto Pinto; “Greta Garbo” de Oficina Nro. 1 de Miguel Otero Silva; “Laurencia” de Fuenteovejuna de Lope de Vega; “Ramona” de El rompimiento de Rafael Guinand; “Medea” de Medea de Jean Anouilh-Eurípides; “Clitemnestra”, canción de Carlos Moreán para la Cátedra del Humor; “Clov” de Final de partida de Samuel Beckett; y “Brusca la rompe fuego” de Lo que dejó la tempestad de César Rengifo.
Encuentro con Francis Rueda tiene dos niveles de lectura: uno político y aleccionador sobre el rol de la mujer, y otro centrado en las intimidades y las características de la profesión, “esa irrefrenable inclinación a jugar a ser el otro, al placer y a la angustia de la transfiguración, hasta llegar a la complementación del ser humano a través del arte de la actuación”, como dice la actriz.
Su espectáculo está integrado, por ocho segmentos del más puro teatro y otros ocho apasionados momentos de conversación, donde revela las intimidades de cada uno de esos personajes, para reiterar finalmente su inquebrantable decisión de no abandonar jamás su profesión, mientras le queden fuerzas para cumplir con sus agotadoras exigencias, que además son bastantes.
La mantuana Lucrecia que sueña con el triunfo de Bolívar y la consolidación de la independencia de la provincia de Venezuela; la desesperada prostituta Greta Garbo que no quiere consumirse en la asqueante explotación de un campamento petrolero; la vigorosa Laurencia que le exige a los varones más masculinidad para que defiendan a sus mujeres y sus hogares; la chismosa Ramona, una caraqueña que se aterra ante el indetenible avance de la modernidad; la tragedia de la enamorada Medea que sacrifica a sus hijos para vengarse de Jasón por el abandono a que la somete; la hetaira Clitemnestra que se burla de la sociedad que la usa y la desecha; el misteriosa Clov que presencia el final de la humanidad, y la loca guerrillera Brusca que habla del regreso de Zamora, son los entes que desde la escena lanzan sus mensajes de amor, de rabia, de desesperación y porque no hasta de conmiseración hacia un mundo que todavía se niega a aceptar la presencia de las mujeres en todos los roles de la sociedad. Es un grito de advertencia para todos aquellos y aquellas (porque también las hay) que no se han dado cuenta de que los pueblos crecen y demandan más justicia e igualdad, entre otras cosas.
Cabe resaltar que cada uno de las ocho personajes recibe un especial y aleccionador tratamiento artístico, teniendo en cuenta la historia, el contexto y las características de cada una de ellos. Ahí es donde se aprecia no sólo el profesionalismo de la actriz, sino el especial cuidado del director Pinto (79 años), con quien está casado hace 29 años, además de haber sido su profesor. El ritmo y la brevedad, menor de una hora, son golosinas para los espectadores.
Tras ponderar cada una de sus caracterizaciones, lamentamos que Francis Rueda no haya tenido más roles de importancia, no sólo en el teatro sino tambien en el cine y la televisión. Ojalá que esta cátedra de teatro que ella ha llevado al escenario sirva para que los cazadores de talento se den cuenta de lo que ella encierra y de lo que puede ser capaz. Está en su mejor momento.Cremos incluso que debe "ampliar" este unipersonal, que además se realiza con el concepto del conversatorio, una especie de clase magistral actuada.
Encuentro con Francis Rueda le ha permitido a la actriz reflexionar y disertar sobre su profesión, porque apoyándose en algunos de sus más notables trabajos teatrales (su lista pasa de 100, entre los exhibidos y los que ensayó y no pudo mostrar), aspira ahora que el público se adentre en el misterio de la creación actoral, “que para muchos se trata de un terreno desconocido”, como ella misma lo ha dicho.
Esta producción del grupo Teatro del Duende, para su temporada 2008, le permite a Francis lucir sus capacidades interpretativas, cultivadas durante los últimos 43 años, por intermedio de algunos de los personajes que ha interpretado, y que, de especial manera, contribuyeron a su desarrollo profesional. Pero este montaje es un pretexto para que revele las razones por las que desde los 16 años (estudió en La Escuela Juana Sujo) decidió formar parte del mundo del teatro y en especial del venezolano. Y para ello se apoya en la encarnación de personajes como “Lucrecia” de Lucrecia de Gilberto Pinto; “Greta Garbo” de Oficina Nro. 1 de Miguel Otero Silva; “Laurencia” de Fuenteovejuna de Lope de Vega; “Ramona” de El rompimiento de Rafael Guinand; “Medea” de Medea de Jean Anouilh-Eurípides; “Clitemnestra”, canción de Carlos Moreán para la Cátedra del Humor; “Clov” de Final de partida de Samuel Beckett; y “Brusca la rompe fuego” de Lo que dejó la tempestad de César Rengifo.
Encuentro con Francis Rueda tiene dos niveles de lectura: uno político y aleccionador sobre el rol de la mujer, y otro centrado en las intimidades y las características de la profesión, “esa irrefrenable inclinación a jugar a ser el otro, al placer y a la angustia de la transfiguración, hasta llegar a la complementación del ser humano a través del arte de la actuación”, como dice la actriz.
Su espectáculo está integrado, por ocho segmentos del más puro teatro y otros ocho apasionados momentos de conversación, donde revela las intimidades de cada uno de esos personajes, para reiterar finalmente su inquebrantable decisión de no abandonar jamás su profesión, mientras le queden fuerzas para cumplir con sus agotadoras exigencias, que además son bastantes.
La mantuana Lucrecia que sueña con el triunfo de Bolívar y la consolidación de la independencia de la provincia de Venezuela; la desesperada prostituta Greta Garbo que no quiere consumirse en la asqueante explotación de un campamento petrolero; la vigorosa Laurencia que le exige a los varones más masculinidad para que defiendan a sus mujeres y sus hogares; la chismosa Ramona, una caraqueña que se aterra ante el indetenible avance de la modernidad; la tragedia de la enamorada Medea que sacrifica a sus hijos para vengarse de Jasón por el abandono a que la somete; la hetaira Clitemnestra que se burla de la sociedad que la usa y la desecha; el misteriosa Clov que presencia el final de la humanidad, y la loca guerrillera Brusca que habla del regreso de Zamora, son los entes que desde la escena lanzan sus mensajes de amor, de rabia, de desesperación y porque no hasta de conmiseración hacia un mundo que todavía se niega a aceptar la presencia de las mujeres en todos los roles de la sociedad. Es un grito de advertencia para todos aquellos y aquellas (porque también las hay) que no se han dado cuenta de que los pueblos crecen y demandan más justicia e igualdad, entre otras cosas.
Cabe resaltar que cada uno de las ocho personajes recibe un especial y aleccionador tratamiento artístico, teniendo en cuenta la historia, el contexto y las características de cada una de ellos. Ahí es donde se aprecia no sólo el profesionalismo de la actriz, sino el especial cuidado del director Pinto (79 años), con quien está casado hace 29 años, además de haber sido su profesor. El ritmo y la brevedad, menor de una hora, son golosinas para los espectadores.
Tras ponderar cada una de sus caracterizaciones, lamentamos que Francis Rueda no haya tenido más roles de importancia, no sólo en el teatro sino tambien en el cine y la televisión. Ojalá que esta cátedra de teatro que ella ha llevado al escenario sirva para que los cazadores de talento se den cuenta de lo que ella encierra y de lo que puede ser capaz. Está en su mejor momento.Cremos incluso que debe "ampliar" este unipersonal, que además se realiza con el concepto del conversatorio, una especie de clase magistral actuada.
Encuentro con Francis Rueda le ha permitido a la actriz reflexionar y disertar sobre su profesión, porque apoyándose en algunos de sus más notables trabajos teatrales (su lista pasa de 100, entre los exhibidos y los que ensayó y no pudo mostrar), aspira ahora que el público se adentre en el misterio de la creación actoral, “que para muchos se trata de un terreno desconocido”, como ella misma lo ha dicho.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario