No es frecuente que los libros ensayísticos sobre temas históricos se convierten en bestsellers. Y mucho menos en esta Tierra de Gracia cuyos lectores se desviven por otros materiales menos comprometidos. Pero el poeta, escritor y abogado Rafael Arráiz Lucca (Caracas, 3 de enero de 1959) ha logrado que su publicación Venezuela: 1830 a nuestros días. Breve historia política, bautizada el pasado 25 de octubre por la editorial Alfa, marcha hacia su tercera edición. ¡Un record de esa categoría en estos tiempos!
-¿Qué pasó con su libro sobre la historiavenezolana?¿Cuál será la razón de su éxito?
-La primera edición de Venezuela: 1830 a nuestros días. Breve historia política se agotó en un mes y, la verdad, quedamos sorprendidos tanto el editor como yo. Salió la segunda y va por el mismo camino, de modo que ya nos preparamos para una tercera, en menos de tres meses. Creo que esto demuestra que el libro era necesario. El lector no especializado necesita conocer su historia, y recuerda que no salía una de esta naturaleza (Breve historia política) desde hace 40 años. Es mucho tiempo. Ojalá y otros se animen a hacer lo mismo: analizar el período republicano, que fue lo que hice, olvidándome de la guerra de independencia, y buscando explicaciones para la enorme dificultad que hemos tenido para construir una República Democrática.
-¿Hay una renacer por los libros sobre materiales históricos en Venezuela?
-Sí, la urgencia de la vida política ha traído como consecuencia que un vasto sector de la sociedad se interese por los temas históricos. En particular por la historia venezolana. Intuyen, con razón, que las posibles explicaciones acerca de lo que nos ocurre como sociedad está allí, en el pasado. No se equivocan. También ha ocurrido que un conjunto de historiadores venezolanos está abordando la escritura de otra manera, buscando mayores audiencias sin sacrificar el rigor académico y, por su parte, el lector va descubriendo que la realidad es superior a la fantasía, que la realidad es tan maravillosa que parece mentira. Mucha gente manifiesta que en los episodios de la historia nacional hay más locura, más hechos absurdos e insólitos, que en una pieza de realismo mágico.
-¿Tenemos la historia que nos merecemos? ¿Qué se puede hacer para que haya un entendimiento entre los historiadores venezolanos y así ganen los lectores?
-Felizmente, las interpretaciones de los hechos históricos son distintas. No hay entendimiento. Cada cual interpreta y analiza desde su formación, desde su visión del mundo, y el lector decide. Esa es la libertad. Por supuesto, desde el Gobierno hay el proyecto de imponer una sola visión de los hechos pero, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, la imposición está condenada al fracaso. La libertad de elegir siempre termina imponiéndose. Es inútil lo que intentan. Las historias oficiales pasan al olvido como una mueca autoritaria. Así pasó con Stalin, con Hitler, y pasará con Castro. Insisto: el empeño de limitar al hombre en su libertad de pensar es inútil, así como el intento de imponer un credo ideológico.
-¿Cuál es la verdad del periplo de las ideas de Ezequiel Zamora?
-¿Cuáles ideas de Zamora? En todo caso, el Federalismo que impulsaban Zamora y su cuñado Falcón es el antecedente histórico de la descentralización, de la desconcentración del poder, del respeto a la autonomía de la provincia. El Federalismo no forma parte del centralismo autoritario, es otra tendencia nacional. Enfrentada, por cierto, al centralismo que proclamó Bolívar en sus últimos años. Si las ideas de Zamora son estas del Federalismo, bienvenidas sus ideas, pero no hay constancia de que tuviera muy claro que ellas eran sus ideas. ¿Me explico? Murió muy joven, y ello contribuyó a que se convirtiera en una leyenda. Una de las tareas del historiador es ver que hay detrás de los mitos, y Zamora es uno de ellos. Para hablar de las ideas de alguien, esa persona tiene que dejarlas por escrito. Sin obra escrita no hay pensamiento, no hay formulación de las ideas. Cristo y Sócrates son la excepción, pero Zamora no forma parte de este dueto.
-¿Cómo se escribirá la historia venezolana de la primera década del siglo XXI?
-Bueno, ya se han entregado algunos análisis, en medio del fragor de los hechos. Manuel Caballero lo ha hecho, Elías Pino Iturrieta también. Yo mismo, en mi libro Venezuela: 1830 a nuestros días. Breve historia política intento una interpretación con la cabeza en una hielera. El trabajo se va haciendo. De lo que estoy seguro es de que estos años han sido menos revolucionarios de lo que sus protagonistas creen, y de menor importancia los cambios producidos, pero ello hay que verlo dentro de la concepción de Fernand Braudel de “La larga duración” en la historia. Cuando los acontecimientos se incluyen dentro de un período extendido, comprendes que los cambios son muy pequeños, aunque parezcan grandes. Comprendes que los acontecimientos no tienen la significación que creíamos que tenían.
-¿Qué pasó con su libro sobre la historiavenezolana?¿Cuál será la razón de su éxito?
-La primera edición de Venezuela: 1830 a nuestros días. Breve historia política se agotó en un mes y, la verdad, quedamos sorprendidos tanto el editor como yo. Salió la segunda y va por el mismo camino, de modo que ya nos preparamos para una tercera, en menos de tres meses. Creo que esto demuestra que el libro era necesario. El lector no especializado necesita conocer su historia, y recuerda que no salía una de esta naturaleza (Breve historia política) desde hace 40 años. Es mucho tiempo. Ojalá y otros se animen a hacer lo mismo: analizar el período republicano, que fue lo que hice, olvidándome de la guerra de independencia, y buscando explicaciones para la enorme dificultad que hemos tenido para construir una República Democrática.
-¿Hay una renacer por los libros sobre materiales históricos en Venezuela?
-Sí, la urgencia de la vida política ha traído como consecuencia que un vasto sector de la sociedad se interese por los temas históricos. En particular por la historia venezolana. Intuyen, con razón, que las posibles explicaciones acerca de lo que nos ocurre como sociedad está allí, en el pasado. No se equivocan. También ha ocurrido que un conjunto de historiadores venezolanos está abordando la escritura de otra manera, buscando mayores audiencias sin sacrificar el rigor académico y, por su parte, el lector va descubriendo que la realidad es superior a la fantasía, que la realidad es tan maravillosa que parece mentira. Mucha gente manifiesta que en los episodios de la historia nacional hay más locura, más hechos absurdos e insólitos, que en una pieza de realismo mágico.
-¿Tenemos la historia que nos merecemos? ¿Qué se puede hacer para que haya un entendimiento entre los historiadores venezolanos y así ganen los lectores?
-Felizmente, las interpretaciones de los hechos históricos son distintas. No hay entendimiento. Cada cual interpreta y analiza desde su formación, desde su visión del mundo, y el lector decide. Esa es la libertad. Por supuesto, desde el Gobierno hay el proyecto de imponer una sola visión de los hechos pero, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, la imposición está condenada al fracaso. La libertad de elegir siempre termina imponiéndose. Es inútil lo que intentan. Las historias oficiales pasan al olvido como una mueca autoritaria. Así pasó con Stalin, con Hitler, y pasará con Castro. Insisto: el empeño de limitar al hombre en su libertad de pensar es inútil, así como el intento de imponer un credo ideológico.
-¿Cuál es la verdad del periplo de las ideas de Ezequiel Zamora?
-¿Cuáles ideas de Zamora? En todo caso, el Federalismo que impulsaban Zamora y su cuñado Falcón es el antecedente histórico de la descentralización, de la desconcentración del poder, del respeto a la autonomía de la provincia. El Federalismo no forma parte del centralismo autoritario, es otra tendencia nacional. Enfrentada, por cierto, al centralismo que proclamó Bolívar en sus últimos años. Si las ideas de Zamora son estas del Federalismo, bienvenidas sus ideas, pero no hay constancia de que tuviera muy claro que ellas eran sus ideas. ¿Me explico? Murió muy joven, y ello contribuyó a que se convirtiera en una leyenda. Una de las tareas del historiador es ver que hay detrás de los mitos, y Zamora es uno de ellos. Para hablar de las ideas de alguien, esa persona tiene que dejarlas por escrito. Sin obra escrita no hay pensamiento, no hay formulación de las ideas. Cristo y Sócrates son la excepción, pero Zamora no forma parte de este dueto.
-¿Cómo se escribirá la historia venezolana de la primera década del siglo XXI?
-Bueno, ya se han entregado algunos análisis, en medio del fragor de los hechos. Manuel Caballero lo ha hecho, Elías Pino Iturrieta también. Yo mismo, en mi libro Venezuela: 1830 a nuestros días. Breve historia política intento una interpretación con la cabeza en una hielera. El trabajo se va haciendo. De lo que estoy seguro es de que estos años han sido menos revolucionarios de lo que sus protagonistas creen, y de menor importancia los cambios producidos, pero ello hay que verlo dentro de la concepción de Fernand Braudel de “La larga duración” en la historia. Cuando los acontecimientos se incluyen dentro de un período extendido, comprendes que los cambios son muy pequeños, aunque parezcan grandes. Comprendes que los acontecimientos no tienen la significación que creíamos que tenían.
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