martes, enero 29, 2008

Intelectuales o artistas de una guerra civil

Quien siembra casi siempre cosecha y quien toma al teatro como vía de creación y de realización personal también le va bien, aunque en ocasiones no obtiene los plausos ni los pingües dineros de la taquilla. Y reiteramos esto porque en el "Ateneo de Caracas del siglo XXI", o sea Teatro Trasnocho, la temporada 2008 ha comenzado con una estremecedora obra que ya habíamos visto en los años 80, por intermedio de una compañía española que pasó por urbe, y además la habíamos degustado en el cine. Que ahora en esta incierta centuria se la haya producido para exhibirla a la ansiosa audiencia criolla, revela madurez de los artistas e inteligencia por parte de los empresarios de ese espacio escénico, que en ocasiones abandonan el lerdo comercialismo y apuestan por aquellos textos verdaderamente trascendentes. ¡Enhorabuena!
ESPEJO CONCAVO
La historia, espejo cóncavo que enseña lo que puede ocurrir si repetimos ciertas conductas tentadoras, nos recuerda que Venezuela sí conoció los horrores de las guerras civiles. Pero no ha sufrido esas conflagraciones desde la primera década del XX. Y Dios permita que nunca estalle en ésta republica nada similar a lo que se dio en España entre 1936 y 1939, cuando -con estímulos de turbios intereses foráneos- comunistas, socialistas, anarquistas, nacionalistas, requetés, carlistas y falangistas, identificados como rojos y franquistas, dieron rienda suelta a sus odios cainíticos, aventados por un facistoide golpe de Estado. Llegó la victoria para los franquistas tras más de un millón de muertos, pero la paz para todos los hispanos comenzó a imponerse sólo a mediados de los años 70.
Evocamos esa tragedia española porque hace temporada en el Teatro Trasnocho el estupendo espectáculo Ay Carmela de José Sanchis Sinisterra, el cual alude al drama de los fusilamientos y las peripecias de un dueto de comediantes en medio de tal lucha fraticida, que además se internacionalizó. Teniendo en cuenta la intolerancia de una sociedad escindida entre rojos o republicanos y nacionalistas o franquistas, se desencadenan las tragicómicas pericias de Carmela y Paulino, mediocres comicastros que son retenidos por las reaccionarias fuerzas golpistas y obligados a realizar un sainete para ridiculizar al bando contrario, mientras un grupo de milicianos espera ser fusilado al amanecer. Quiso el dramaturgo dejar constancia del dilema hamletiano de la intelectualidad española de esa época y por eso sus protagonistas se debaten entre la conciliación o el diálogo de moderación que propone Paulino y la razonada actitud y valiente conducta de Carmela. Al final, matan a la mujer que no negocia con sus ideales. Y dejan vivir, si eso se puede llamar vida, al necesario sirviente que requiere la sangrienta victoria.
Es obvia, casi panfletaria, la prédica de esta pieza, que por peculiaridades de su escritura y la inteligente manipulación del folklore español, se convierte en una larga hora de puro sainete que se amarga con los angustiosos minutos finales, los cuales congelan las risas y advierten de forma protuberante lo que fue el drama de esos artistas o ciudadanos que nunca esperaron ser masacrados por sus compatriotas en nombre de un ideal apuntalado en la muerte.
La puesta en escena lograda de manera sobria y profesional por Armando Álvarez, contando con la actuación magistral de Tania Sarabia como la ejemplar Carmela, secundada correctamente por Basilio Álvarez en el desesperado y cobarde Paulino, quien funge de productor general para la agrupación Skena, hacen de este montaje una monumental clase sobre lo que nunca debe ocurrir precisamente en esta Tierra de Gracia.
Este evento teatral, como lo han declarado sus artistas, es para que los venezolanos rechacemos la estupidez de una contienda entre hermanos y además nos divertamos con las peripecias de esos comediantes y su afán por sobrevivir aún en las peores circunstancias.
¿Cuantos intelectuales proceden como Paulino o Carmela?

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