martes, julio 01, 2008

Cinco mujeres en "Islas" de Oswaldo Maccio

El futuro es hoy o ahora y sí se puede planificar y hacerlo mejor que ayer. Una prueba contundente de todo eso pasa con el teatro venezolano, revitalizado por una nueva generación que brota de las instituciones universitarias y ocupa los espacios que sus mayores les dejaron. Eso que ocurre en el arte de Tespis también se da en todos los renglones de la vida artística.
Afirmamos esto porque en el teatrino del Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas -gracias a la persistencia homérica de Carmen Jiménez y el puñado de seres humanos que la acompañan- ha realizado su segunda temporada el conmovedor espectáculo Islas, producido, creado y dirigido por la agrupación Teatro La Bacante y Oswaldo Maccio, a partir de la pulcra selección de textos del libro Diálogos con Leucó, publicado por el filósofo y escritor Cesare Pavese en 1947.
Ahí, Pavese (Cuneo, 9 de septiembre de 1908Turínn,27 de agosto de 1950) plantea 26 diálogos breves y tensos sobre los mitos griegos, donde dioses, héroes, hombres y mujeres sueltan todas sus cuitas sus cargas simbólicas, así como sus avatares, tan importantes en los tiempos contemporáneos. Ese poeta propone buscar las esencias de las relaciones de los seres humanos en su pasado mágico histórico, a ponderar sus claves antropológicas y psicoanalíticas, a bucear en el pasado para vivir el presente creando cotidianamente el futuro.
El director y versionista Maccio (25 años, de origen italiano) tomó para su Islas las tres únicas conversaciones entre féminas que Pavese propone: “Espuma de ola”, (actuado por María Teresa García y Gryselt Parra); “La viña”, (interpretado por Karla Fermín y María Teresa García) y “Las brujas”( materializadas por Karla Fermín y Gryselt Parra).Un terceto que obliga al público a pensar sobre la relación con la naturaleza, el carácter inevitable del destino, la necesidad del dolor y la irrevocable sentencia y presencia de la muerte.
Ahí, cinco mujeres, encarnadas por tres jóvenes actrices, enseñan los limites de lo divino y ese inconmensurable misterio que es la especie humana. Ellas capturan al público para bañarlo con las aguas del mar griego y además hacerlo palpar la oposición entre lo material y lo fantástico, cuando diosas y hembras se disputan los esquivos amores.
Se trata de un ejemplar montaje minimalista que denota el prístino talento del director y las precisas condiciones de esas actrices. Hay un manejo extremo de las penumbras y de los tiempos o ritmos humanos en situaciones limites. Hay momentos en que el espectador consciente se sumerge en esa especie de telaraña en que los dioses o las sociedades atrapan a los seres humanos y no tienen piedad alguna con sus elegidos. Ahí hay posibilidad de estar dentro y fuera de la situación, porque nada entorpece el dialogo entre el espectáculo y su público, gracias a la complicidad de la penumbra y el erotismo que emana de las actrices-mujeres-diosas.
Hay en Islas una verdadera magia teatral de esa que pocas veces se puede materializar en un escenario caraqueño y es lograda por una nueva generación de artistas. ¡No todo está perdido... en el teatro hay una generación que esta pidiendo su espacio y su oportunidad!

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