Grata sorpresa y de las mejores hemos recibido al presenciar la versión escénica que la Compañía Regional de Teatro de Portuguesa (CRTP) logró con el texto Venezia, del argentino Jorge Acame, el cual presentan en la sala San Martín.
Venezia es un melodrama repleto de imaginación, humor y fantasía, conceptos que Accame y el director Aníbal Grunn materializan en escena, sin mayores exigencias, salvo la imaginación y la creatividad de un diestro elenco, integrado por Lihusmar Ostos, Edilsa Montilla, Mayeli Delfín, Mercy Mendoza y Julián Ramos. Ellos encarnan a los increíbles personajes que moran o visitan al único burdel de La Clemencia, misérrimo pueblo al sur del estado Guárico.
La saga escénica de Venezia se centra en La Tana, vieja y ciega meretriz que vive con la ilusión de ir a Venezia para pedirle perdón a Don Giacomo, que en su juventud fue su gran amor, pero a quien ella robó. La Chela, la más nueva en el lupanar, es la que por ingenuidad y solidaridad se interesa por lo que les sucede a la viejecita y trata de convencer a Mary y Rita de llevarla a esa ignota ciudad, además de la complicidad de Cheo, solidario con todas las aventuras que viven y sufren las preocupadas y fraternas meretrices que moran en ese miserable prostíbulo.
Los cuatro urden una estrategia fantástica, o más bien un juego escénico, para hacer viajar a La Tana en busca de su viejo amor y lo ponen en marcha: crean un avión, se inventan un paseo por los canales venecianos y al final ella fallece, convencida de haber realizado su reencuentro anhelado, mientras la nieve cae sobre ellos, en esa ignota población del cálido llano venezolano donde sólo la imaginación hizo el milagro de trasladarlos a la urbe italiana, donde lo inverosímil fue realidad.
Venezia es un canto a la hermandad que puede surgir entre los desposeídos, entre aquellos que son capaces de imaginar una situación posible y además jugar dentro de ella para darle felicidad de alguno o de todos. La metáfora que se desprende de esta singular Venezia, felizmente actuada y dirigida, debe enseñarnos que todavía el amor y la imaginación pueden derrotar o superar las situaciones más difíciles. Hay, por supuesto, consideraciones políticas con ese texto, pero dejemos eso para después. Por ahora es un emotivo espectáculo lleno de sueños, de fantasía y de imaginación donde los espectadores pueden viajar también a Venezia junto a sus personajes.
Cabe destacar también que la CRTP, fundada en 1992, lucha para mantener una infraestructura profesional conformada por una nueva generación de comediantes, como la que ahora se luce en Venezia. Es el motor de un valioso movimiento teatral para la región occidental y mantiene en sus dos salas de Guanare una constante actividad con sus montajes y los de las otras agrupaciones, además de ser el equipo productor y organizador del Festival de Occidente, que cada año exhibe una selecta presencia de agrupaciones foráneas para enriquecer el gusto de los artistas y el público nativo.
Venezia es un melodrama repleto de imaginación, humor y fantasía, conceptos que Accame y el director Aníbal Grunn materializan en escena, sin mayores exigencias, salvo la imaginación y la creatividad de un diestro elenco, integrado por Lihusmar Ostos, Edilsa Montilla, Mayeli Delfín, Mercy Mendoza y Julián Ramos. Ellos encarnan a los increíbles personajes que moran o visitan al único burdel de La Clemencia, misérrimo pueblo al sur del estado Guárico.
La saga escénica de Venezia se centra en La Tana, vieja y ciega meretriz que vive con la ilusión de ir a Venezia para pedirle perdón a Don Giacomo, que en su juventud fue su gran amor, pero a quien ella robó. La Chela, la más nueva en el lupanar, es la que por ingenuidad y solidaridad se interesa por lo que les sucede a la viejecita y trata de convencer a Mary y Rita de llevarla a esa ignota ciudad, además de la complicidad de Cheo, solidario con todas las aventuras que viven y sufren las preocupadas y fraternas meretrices que moran en ese miserable prostíbulo.
Los cuatro urden una estrategia fantástica, o más bien un juego escénico, para hacer viajar a La Tana en busca de su viejo amor y lo ponen en marcha: crean un avión, se inventan un paseo por los canales venecianos y al final ella fallece, convencida de haber realizado su reencuentro anhelado, mientras la nieve cae sobre ellos, en esa ignota población del cálido llano venezolano donde sólo la imaginación hizo el milagro de trasladarlos a la urbe italiana, donde lo inverosímil fue realidad.
Venezia es un canto a la hermandad que puede surgir entre los desposeídos, entre aquellos que son capaces de imaginar una situación posible y además jugar dentro de ella para darle felicidad de alguno o de todos. La metáfora que se desprende de esta singular Venezia, felizmente actuada y dirigida, debe enseñarnos que todavía el amor y la imaginación pueden derrotar o superar las situaciones más difíciles. Hay, por supuesto, consideraciones políticas con ese texto, pero dejemos eso para después. Por ahora es un emotivo espectáculo lleno de sueños, de fantasía y de imaginación donde los espectadores pueden viajar también a Venezia junto a sus personajes.
Cabe destacar también que la CRTP, fundada en 1992, lucha para mantener una infraestructura profesional conformada por una nueva generación de comediantes, como la que ahora se luce en Venezia. Es el motor de un valioso movimiento teatral para la región occidental y mantiene en sus dos salas de Guanare una constante actividad con sus montajes y los de las otras agrupaciones, además de ser el equipo productor y organizador del Festival de Occidente, que cada año exhibe una selecta presencia de agrupaciones foráneas para enriquecer el gusto de los artistas y el público nativo.
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