sábado, julio 12, 2008

Revancha entre Bolìvar y San Martín

No está totalmente banalizado el teatro caraqueño. Aún hay gratas sorpresas con montajes atrevidos en formas y contenidos. Tal es el caso del grupo Teatro del Laberinto que ha producido y exhibido Bolívar vs. San Martín. La Revancha, para poetizar un hecho histórico singular, el cual muy poco se conoce o se analiza en los claustros de Venezuela y Argentina, porque ese evento tiene un cierto grado de sospechosa oscuridad.
Sí, el título no es errado. Se trata un imaginario match de boxeo entre el venezolano Simón Bolívar y el argentino José de San Martín, creado a partir del caballeresco encuentro real que mantuvieron ambos Libertadores, entre el 24 y el 27 de julio de 1822, en Guayaquil, para discernir el futuro de sus incipientes repúblicas ante el acoso de los imperios del siglo XIX y cuando la independencia sudamericana no se había consolidado. Eso está tal cual lo narra cualquier texto elemental de historia.
Lo novedoso es como lo han plasmado en la escena: mediante una ingeniosa y divertida propuesta que se vale de la metáfora boxística, para representar el enfrentamiento de los dos personajes en busca de la gloria, sin el uso de espadas y cañones.
Esta propuesta dramatúrgica, por supuesto, se logra dentro de una situación anacrónica, tal como antes lo hizo José Antonio Rial con su pieza Bolívar (1982), donde el Libertador era un prisionero político en un campo de concentración regentado por una dictadura latinoamericana, en pleno siglo XX, pieza montada magistralmente por Carlos Giménez y su agrupación Rajatabla. O sea que Bolívar hace décadas que salió de su panteón y es cotidiano personaje teatral de gran valía... y ahora hasta boxea.
Gracias al Teatro del Laberinto, fundado hace 10 años, el espectáculo Bolívar vs. San Martín. La Revancha, escrito, dirigido y actuado por Ignacio Márquez, se materializa de manera lúdica, popular y no exenta de una atmósfera desacralizadora con los protagonistas ahí plasmados, la pareja de libertadores suramericanos cruzando sus guantes como curtidos boxeadores en un cuadrilátero del Coliseo el Exilio, ubicado en el Barrio El Olvido, y cuyo ritmo lo determina el narrador y comentarista de la pelea para una radio alternativa que nadie sintoniza.
Los actores, o mejor llamados performancistas, Arnaldo Mendoza e Ignacio Márquez dan vida a Bolívar y a San Martín, así como a diez personajes más que acompañan al Libertador y al Emancipador de América, tratando de dialogar y convencerse a punta de guantazos.
El autor-director-actor Márquez no desecha el background histórico y obtiene así una delirante e ingeniosa propuesta escénica que utiliza la metáfora del boxeo para rememorar el choque de esos personajes en busca del poder y sus beneficios. Un encuentro que no tuvo vencidos, por supuesto, pero que dejó sin resolver los destinos de sus naciones, que aún pugnan por alcanzarlos. Se trata, pues, de un audaz espectáculo que debe ser depurado hasta alcanzar el nivel de excelencia que se merece por la oportuna carga ideológica que enarbola.
Ver a Bolívar y San Martin con pantaloncitos de boxeadores, dándose guantazos y lanzado sus peroratas, es tierno, pero a la vez estremece, porque la unión fracasó y el continente sigue balcanizado y además amenazado. Y desde la escena se le ha recordado en buen momento, sin lugar a dudas.
¡El buen humor teatral es más didáctico a veces que un discurso académico historicista, sin duda alguna!
Misivas
Bolívar y San Martin, según los testimonios que dejaron en varias misivas a sus respectivos equipos de gobierno, sí definieron delicados escollos políticos y militares, como le escribe el caraqueño al general Santander. “Se puede llamar visita propiamente, porque no hemos hecho más que abrazarnos, conversar y despedirnos. Yo creo que él ha venido por asegurarse nuestra amistad, para apoyarse con ella respecto a sus enemigos internos y externos... San Martín me ha ofrecido su eterna amistad hacia Colombia; intervenir a favor del arreglo de límites; no mezclarse en los asuntos de Guayaquil; una federación completa y absoluta aunque no sea mas que con Colombia...En fin, el desea que todo marche bajo el aspecto de la unión, pero que tampoco quiere la democracia y sí el que venga un príncipe de Europa a reinar en el Perú…No me ha dicho que trajera proyecto alguno, ni ha exigido nada de Colombia, pues las tropas que lleva estaban preparadas para el caso. Sólo me ha empeñado mucho en el canje de guarniciones, y, por su parte, no hay género de amistad ni de oferta que no me haya hecho”.

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