El azul marino de Puerto La Cruz lo persigue desde que nació y por eso siempre lo contempla desde las montañas merideñas en exóticas noches sin estrellas. Viene a Caracas de vez en cuando con tareas muy puntuales, como ahora que le editaron su más reciente novela, La cruz más lejana del puerto, pieza literaria donde los avatares existenciales de sus cuatro personajes protagónicos lo explican todo: un cadete de la Guardia Nacional convertido en médium para que su mamá dialogue con Simón Bolívar; un mecánico refugiado en las enseñanzas del maestro de meditación y artes marciales, Tok; un comediante de segunda línea que insiste en viajar a Hollywood, acompañado por su cubana, para buscar el rol que lo hará famoso; y una demente millonaria a costa de mostrar su tragedia familiar desde la televisión.
En ese extraño grupo de venezolanos de La cruz más lejana del puerto se centra la metáfora de un continente a punto de naufragar por crisis emocionales y políticas. Son hijos de la duda y un mismo vientre infiel que viven bajo el estigma de su pasado. Y aunque no desean repetir los errores de sus ancestros, esos personajes se ven obligados a retratarse en el espejo de la memoria. Se sumergen así una trama que, como una serpiente, tritura y traga la realidad para luego expulsarla en una insólita ficción, como son los guiones de las telenovelas.
Advierte, porque no acepta malentendidos y es honesto y agradecido, que La cruz más lejana del puerto la publica ahora la editorial Alfa porque antes de morir, su inolvidable amigo, el editor Leonardo Milla, se entusiasmó en editarla y ahora esa ficción vuelve a los lectores en una bella edición. Quiere homenajear a ese gran ausente, “a quien nosotros los escritores de este país, debemos agradecerle la tribuna que nos brindó en uno de los momentos más difíciles de nuestra vida republicana”.
Pero este novelista Edilio Peña (19 de abril de 1951) es además de narrador, ensayista y guionista de cine, todo un destacado dramaturgo cuyas obras se montan más en otros escenarios internacionales, tal como ocurrió con El chingo en la temporada 2007 de Sao Paulo, traducida por Sebastián Milaré; pasó lo mismo con Los pájaros se van con la muerte en Berna, cuya versión cinematográfica pronto se verá en los cinematógrafos venezolanos, gracias a Thaelman Urgelles; mientras que El mago del patíbulo, su más reciente texto escénico, se exhibirá a fin de año en un festival para el público parisino.
Desde que se inició como escritor lo hizo paralelamente con el teatro y la prosa literaria, pero él reconoce que con los años ha devocionado la novela como un género expansivo de invención y reflexión. Le gusta escribir relatos largos porque es un ejercicio que le brinda un placer de introspección sostenido. Aunque tiene periodos en donde escribe más novelas y otros donde la dramaturgia lo embriaga. Últimamente, la novelística le absorbe, le cautiva. Pero en todo caso, el personaje como entidad dramática de las historias de ficción, habitan por igual en su narrativa como en el drama. Reconoce que construye personajes independientemente de los géneros en que los ponga a habitar, aunque parezcan disímiles.
Nunca olvidará que su ópera prima teatral, Resistencia, lo catapultó en 1973 y desde entonces no se ha detenido y nunca deja de agradecer a El Nuevo Grupo, con Isaac Chocrón a la cabeza, que además de premiarle su texto lo mostró en el Teatro Alberto de Paz y Mateos. Los actores Héctor Myerston y Gustavo Rodríguez, dirigidos por Armando Gotta, lo hicieron espectáculo inolvidable.
Aclara que la dramaturgia venezolana adquirió proyección continental porque nuestros autores son representados continuamente en varios escenarios del mundo. La novela empieza a abrir camino de proyección y la Editorial Alfa ha contribuido mucho en esa magna tarea. “Ana Teresa Torres, Eduardo Liendo, José Pulido y Federico Vegas… son algunos de los nombres que se imponen”, puntualiza.
La quinta
Edilio Peña siempre está al frente de un proyecto literario o teatral o cinematográfico, en medio de su trabajo como docente en la Universidad de Los Andes, y es por eso que está embalado, fabricando días de 48 horas, porque escribe su próxima novela, que será la quinta, donde un hombre es abandonado por las palabras. Y se la trajo a Caracas, en papel y en computadora portátil, porque la trabaja constantemente y no quiere perder tiempo. “La escribo con la idea de que después no escribiré nunca más”. Y pensando precisamente en los desmemoriados les recuerda que ya publicó novelas exitosas como El huésped indeseable (Monte Ávila Editores); El prisionero de la luz (Editorial Planeta); El acecho de Dios (Editorial Alfa) y La cruz más lejana del puerto, que antes hizo circular Monte Ávila Editores, y ahora reaparece con Editorial Alfa.
En ese extraño grupo de venezolanos de La cruz más lejana del puerto se centra la metáfora de un continente a punto de naufragar por crisis emocionales y políticas. Son hijos de la duda y un mismo vientre infiel que viven bajo el estigma de su pasado. Y aunque no desean repetir los errores de sus ancestros, esos personajes se ven obligados a retratarse en el espejo de la memoria. Se sumergen así una trama que, como una serpiente, tritura y traga la realidad para luego expulsarla en una insólita ficción, como son los guiones de las telenovelas.
Advierte, porque no acepta malentendidos y es honesto y agradecido, que La cruz más lejana del puerto la publica ahora la editorial Alfa porque antes de morir, su inolvidable amigo, el editor Leonardo Milla, se entusiasmó en editarla y ahora esa ficción vuelve a los lectores en una bella edición. Quiere homenajear a ese gran ausente, “a quien nosotros los escritores de este país, debemos agradecerle la tribuna que nos brindó en uno de los momentos más difíciles de nuestra vida republicana”.
Pero este novelista Edilio Peña (19 de abril de 1951) es además de narrador, ensayista y guionista de cine, todo un destacado dramaturgo cuyas obras se montan más en otros escenarios internacionales, tal como ocurrió con El chingo en la temporada 2007 de Sao Paulo, traducida por Sebastián Milaré; pasó lo mismo con Los pájaros se van con la muerte en Berna, cuya versión cinematográfica pronto se verá en los cinematógrafos venezolanos, gracias a Thaelman Urgelles; mientras que El mago del patíbulo, su más reciente texto escénico, se exhibirá a fin de año en un festival para el público parisino.
Desde que se inició como escritor lo hizo paralelamente con el teatro y la prosa literaria, pero él reconoce que con los años ha devocionado la novela como un género expansivo de invención y reflexión. Le gusta escribir relatos largos porque es un ejercicio que le brinda un placer de introspección sostenido. Aunque tiene periodos en donde escribe más novelas y otros donde la dramaturgia lo embriaga. Últimamente, la novelística le absorbe, le cautiva. Pero en todo caso, el personaje como entidad dramática de las historias de ficción, habitan por igual en su narrativa como en el drama. Reconoce que construye personajes independientemente de los géneros en que los ponga a habitar, aunque parezcan disímiles.
Nunca olvidará que su ópera prima teatral, Resistencia, lo catapultó en 1973 y desde entonces no se ha detenido y nunca deja de agradecer a El Nuevo Grupo, con Isaac Chocrón a la cabeza, que además de premiarle su texto lo mostró en el Teatro Alberto de Paz y Mateos. Los actores Héctor Myerston y Gustavo Rodríguez, dirigidos por Armando Gotta, lo hicieron espectáculo inolvidable.
Aclara que la dramaturgia venezolana adquirió proyección continental porque nuestros autores son representados continuamente en varios escenarios del mundo. La novela empieza a abrir camino de proyección y la Editorial Alfa ha contribuido mucho en esa magna tarea. “Ana Teresa Torres, Eduardo Liendo, José Pulido y Federico Vegas… son algunos de los nombres que se imponen”, puntualiza.
La quinta
Edilio Peña siempre está al frente de un proyecto literario o teatral o cinematográfico, en medio de su trabajo como docente en la Universidad de Los Andes, y es por eso que está embalado, fabricando días de 48 horas, porque escribe su próxima novela, que será la quinta, donde un hombre es abandonado por las palabras. Y se la trajo a Caracas, en papel y en computadora portátil, porque la trabaja constantemente y no quiere perder tiempo. “La escribo con la idea de que después no escribiré nunca más”. Y pensando precisamente en los desmemoriados les recuerda que ya publicó novelas exitosas como El huésped indeseable (Monte Ávila Editores); El prisionero de la luz (Editorial Planeta); El acecho de Dios (Editorial Alfa) y La cruz más lejana del puerto, que antes hizo circular Monte Ávila Editores, y ahora reaparece con Editorial Alfa.
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